El Papa anima a los jóvenes a ser “adultos en la fe”

Benedicto XVI publica su Mensaje de cara a la JMJ de Madrid

(M. Á. Malavia) El camino hacia la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que Madrid albergará el próximo agosto, es cada vez más corto. Con los preparativos prácticamente cerrados, Benedicto XVI ha dado un paso más y, otorgando a los futuros participantes contenido teórico sobre el que reflexionar, ha hecho público su Mensaje para la Jornada.

Como viene siendo habitual en sus alocuciones de este tipo, el Papa conjuga un marcado discurso doctrinal con su propia experiencia personal. Así, en su intención de invitar a Madrid a “todos los jóvenes, tanto los que comparten nuestra fe, como los que vacilan, dudan o no creen”, llega a ofrecer incluso el testimonio de su propia vocación: “Muy pronto tomé conciencia de que el Señor me quería sacerdote. Pero más adelante, después de la guerra, cuando en el seminario y en la universidad me dirigía hacia esa meta, tuve que reconquistar esa certeza. Tuve que preguntarme: ¿es éste de verdad mi camino? (…) Una decisión así también causa sufrimiento. No puede ser de otro modo. Pero después tuve la certeza: ¡así está bien! Sí, el Señor me quiere, por ello me dará también la fuerza. Escuchándole, estando con Él, llego a ser yo mismo”.

El resto del texto fija claves constantes en Ratzinger, como la denuncia de que la cultura actual, “sobre todo en Occidente, tiende a excluir a Dios, o a considerar la fe como un hecho privado, sin ninguna relevancia en la vida social”. A su juicio, este “eclipse de Dios” llega a “un verdadero rechazo del cristianismo”. En esta línea, el Papa incide en su crítica al “relativismo” imperante. Puesto que para éste “todo da lo mismo y no existe ninguna verdad”, su principal consecuencia es que “no genera verdadera libertad, sino inestabilidad, desconcierto y un conformismo con las modas del momento”. De ahí que anime a los jóvenes a “tener raíces y bases sólidas”, con el fin de ser “adultos en la fe”, ya que “la elección de creer en Cristo y de seguirle no es fácil”. “Continuamente –avisa– se os presentarán propuestas más fáciles, pero vosotros mismos os daréis cuenta de que se revelan como engañosas”.

El Pontífice concluye apostando por la “civilización del amor” frente la “fuerte corriente de pensamiento laicista que quiere apartar a Dios de la vida de las personas y la sociedad, planteando e intentando crear un ‘paraíso’ sin Él. Pero la experiencia enseña que el mundo sin Dios se convierte en un ‘infierno’, donde prevalecen el egoísmo, las divisiones en las familias, el odio entre las personas y los pueblos, la falta de amor, alegría y esperanza”.

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SE MALINTERPRETÓ AL PAPA


(A. Pelayo- Roma) El domingo 5, tras el rezo del Angelus en Castel Gandolfo, Benedicto XVI quiso hacer una breve presentación del Mensaje que ha dirigido a los jóvenes que participarán en la JMJ de Madrid y, de paso, rectificar una interpretación errónea que se había hecho de sus palabras al referirse a las prioridades de los jóvenes. “Hoy –dijo a este propósito– se exaltan la incertidumbre, la movilidad, la volubilidad…, aspectos que reflejan una cultura indecisa respecto a los valores de fondo, a los principios que deben ser la base para orientar y regular la propia vida. En realidad, (…) todas las generaciones, es más, cada persona, están llamadas a rehacer nuevamente el recorrido de redescubrimiento del sentido de la vida. Y por eso, precisamente, he querido reproponer el mensaje que, según el estilo bíblico, evoca las imágenes del árbol y de la casa. El joven, efectivamente, es como un árbol que crece: para desarrollarse necesita raíces profundas que, en caso de tempestades y temporales, lo mantengan bien plantado en el suelo. También la imagen del edificio en construcción exige sólidos cimientos para que la casa sea sólida y segura”.

Estas frases querían, en cierto modo, rectificar la impresión –falsa– de que, en su Mensaje, hubiera querido elogiar la “precariedad” en el trabajo cuando afirmó que “la estabilidad y la seguridad no son las cuestiones que más ocupan la mente de los jóvenes. Sí, la cuestión del lugar de trabajo, y con ello la de tener el porvenir asegurado, es un problema grande y apremiante, pero al mismo tiempo la juventud sigue siendo la edad en la que se busca una vida más grande. Al pensar en mis años de entonces, sencillamente, no queríamos perdernos en la mediocridad de la vida aburguesada”.

En el nº 2.720 de Vida Nueva.

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