Presencia resistente

(Juan María Laboa– Profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas)

“Estas iglesias sobreviven por el empeño de los parroquianos y porque sus curas, no siempre valorados, asumen generosamente la movilidad como parte de su ministerio pastoral. Son sacerdotes “peregrinos” a causa de la multiplicación de sus núcleos de atención”

En Castilla, en la Cataluña profunda, en los montes del País Vasco o en los campos andaluces, encontramos centenares de pueblos, aparentemente abandonados, pero con sus habitantes y con la iglesia que resisten y mantienen su presencia, tal como se comprueba al escuchar en pleno silencio el cantar de sus campanas.

Sus irreductibles parroquianos están empeñados en que sus iglesias, un ejemplo de cohesión y de anclaje en la historia local, no dejen de funcionar por escasez de gente comprometida. Para ellos, la iglesia sigue siendo lugar de encuentro, cobijo y conversación, además de ocasión de oración por los vivos y difuntos y de conmemoración de la vida de Jesús a través de las fiestas litúrgicas. En estas parroquias se gana en humanidad y calidad de evangelización, porque sus feligreses se conocen, se sienten cercanos, formando una familia cohesionada y que cubre los huecos y ausencias de cuantos han emigrado a otros lugares.

Estas iglesias sobreviven por el empeño de los parroquianos y porque sus curas, no siempre valorados, asumen generosamente la movilidad como parte de su ministerio pastoral. Son sacerdotes “peregrinos” a causa de la multiplicación de sus núcleos de atención, pero necesitados de estabilidad personal y emocional, y de apoyo.

Las iglesias de estos pueblos forman parte importante de la historia local y constituyen el punto de referencia identitaria y emocional de muchas personas que, a menudo, no logran identificarse con los nuevos lugares en los que habitan. Cuando, en vacaciones, vuelven a sus pueblos de origen, se encuentran en condiciones de reanudar ritos, afectos y tradiciones, de hecho, rotos o desdibujados.

Primamos tanto el número y la eficacia que olvidamos la importancia en nuestras vidas de los ritos de iniciación, las raíces históricas y familiares y los primeros momentos en los que se conformó nuestro yo.

En el nº 2.719 de Vida Nueva.

Compartir