Jerusalén, princesa de la paz

Israel, Palestina y Jordania alcanzan un acuerdo histórico en la Unesco para proteger el patrimonio de la ciudad santa para católicos, judíos y musulmanes

(Juan Carlos Rodríguez) La historia reciente de la Explanada de las Mezquitas de Omar y Al-Aqsa simbolizaba hasta ahora la sangre, la tensión y el odio entre Israel y Palestina. Sólo hace falta retroceder diez años para encontrar un corolario de muertes, enfrentamientos y dolor en lo que los judíos denominan el Monte del Templo, que según la tradición hebrea es también el lugar sobre el que se levantó el Templo de Salomón y la reconstrucción de Herodes, que los romanos destruyeron en el año 70 d. C.

Ni tan siquiera hay que volver la vista atrás a más de tres milenios en los que la ciudad sagrada de judíos, musulmanes y cristianos ha sido testimonio de todas las formas de guerra, conquista y dominación. Pero Jerusalén, con todas sus reminiscencias sagradas, siempre había logrado imponerse a la destrucción. Ahora se erige de nuevo en “princesa de la paz”, su significado etimológico, aunque parezca imposible.

Israel, Palestina y Jordania –que, según el tratado de 1994, tiene la potestad de velar por el estado de los santuarios musulmanes y cristianos en Jerusalén Este– han asumido un compromiso “inédito e histórico” en la 36ª reunión del Comité de Patrimonio Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), celebrada en agosto en Brasilia, para trabajar en un plan que preserva la ciudad vieja. La Unesco la incluyó en 1982, un año después de ser declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad, en su lista de bienes amenazados.

Por primera vez, las tres partes están dispuestas a poner fin a obras y excavaciones ilegales que “comprometen la integridad” de la ciudad, según las alegaciones jordanas que dieron origen al acuerdo. Según la Unesco, el “avance de expediciones exploratorias” han minado muchos de sus 220 monumentos históricos, sobre todo, el subsuelo de la gran mezquita de Al-Aqsa y su imponente cúpula dorada, con la excusa de la búsqueda de restos del Templo de Salomón o vestigios del rey David.

Desde 2004 este organismo viene llamando la atención de las autoridades israelíes, que desde 1967 administran de facto la ciudad vieja, sobre las consecuencias de las excavaciones. Ya en 1987, hizo un llamamiento solemne a favor de la salvaguardia del patrimonio islámico de la ciudad de Jerusalén que, dos años después, en 1989, amplió en la resolución 24 C/ 11.6 a la “salvaguardia del patrimonio cultural del casco antiguo ocupado”.

Son numerosas sus resoluciones en este sentido, que en 2007 resumió el hoy director general, Koïchiro Matsuura, al afirmar que “el carácter distintivo de la Antigua Jerusalén reside en la estrecha relación entre los edificios históricos y religiosos y los pueblos que viven allí. Interferir con el delicado equilibrio entre los símbolos de las tres religiones monoteístas, podría socavar el respeto a las creencias sagradas”. En 2008 emitió un informe que culminó en una nueva resolución, la 35 C/16, que incluía un “plan de acción para la salvarguardia del patrimonio cultural de la ciudad vieja”, germen del aprobado ahora, en colaboración con otras entidades, como la Custodia Franciscana de Tierra Santa.

La Unesco ha proyectado un instituto de preservación del patrimonio arquitectónico, financiado por la Unión Europea, y un centro de restauración de manuscritos islámicos de Al- Aqsa, que se completará con la rehabilitación del Museo Islámico de Al-Haram ash-Sharif.

Capital discutida

El adjetivo de “histórico” al acuerdo lo ha otorgado la organización, dado que el mero movimiento de una pequeña piedra en las bíblicas callejuelas puede provocar un conflicto internacional. El “plan con miras a la salvaguardia del valor universal excepcional de la ciudad vieja de Jerusalén” fue presentado por las delegaciones de las tres partes: Jordania, custodio histórico de los lugares santos del Islam desde el Mandato Británico y que controlaba Jerusalén Este hasta que fue derrotada en la guerra del 67; Israel, que desde entonces tiene la soberanía de toda la ciudad, aunque la comunidad internacional no reconoce su control en la parte oriental; y la Autoridad Nacional Palestina, que aspira a que sea la capital de su Estado pese a la negativa israelí.

Más allá de la discusión interminable en torno al estatuto político, la alarmante alteración de su patrimonio histórico ha provocado por fin una sintonía, aunque queda por ver cómo se va a ejecutar la misma, dado que el acuerdo no incluye detalles sobre yacimientos, edificios, calles o plazas.

Las dos obras que en esta última década han dado pie a los más duros enfrentamientos han tenido como escenario el Noble Santuario, que es como llaman los musulmanes a la Explanada de las Mezquitas. Sus 14 hectáreas simbolizan el corazón del conflicto entre palestinos e israelíes. Pero no sólo es el sitio desde donde Mahoma subió al cielo, sino también es el lugar donde el rey Salomón erigió el primer templo. Es ahí en donde se alza la Mezquita de Omar y la de Al-Aqsa, cuya rehabilitación en 2000, impulsada por el Wakf Islámico, comité que administra los lugares santos musulmanes, originó una reacción que incluyó la paralización de los trabajos por el Gobierno hebreo y la visita de Ariel Sharon, entonces presidente israelí, a la Explanada, que los palestinos interpretaron como una provocación. En 2006, la cólera resurgió en la “Intifada de las Explanadas” por la reforma del acceso por la Puerta de los Magrebíes al Muro de las Lamentaciones.

Con la mediación de la Unesco parece que la paz vuelve a Jerusalén. O, al menos, el compromiso de que obras o excavaciones no se harán por iniciativas unilaterales, como la rehabilitación e inauguración en marzo de la restaurada sinagoga Hurva, que provocó que el grupo islamista Hamas declarara un “Día de la Ira” en protesta porque la sinagoga amenazaba la supremacía aérea de la Cúpula de la Roca.

Manu Leguineche la describió así: “Más de un tercio de la humanidad tiene raíces espirituales en esta ciudad que contaba diecinueve siglos antes de que naciera Cristo. Se la cita ya en la Biblia con el nombre de Salem y los egipcios la llamaban Urusalimu, la ciudad de la paz. Una paz de la que nunca hasta el presente ha disfrutado. Fue la ciudad de Abraham, de David, de Salomón, de Nabuconodosor, de Herodes el Grande; el escenario de la condena de Cristo, del asesinato del Hijo de Dios y también de su resurrección. Como en las excavaciones arqueológicas, los restos de las religiones aparecen superpuestos uno a otro, entre sus míticos valles y colinas…”.

Itinerario cristiano

El itinerario cristiano –el Monte de los Olivos, la tumba de la Virgen, la Vía Dolorosa, el Santo Sepulcro, entre otros– está aparentemente a salvo, pero lo cierto es que Israel ha fortalecido la judaización sin pausa desde 1967 de Jerusalén Este, en donde ya viven más de 200.000 colonos, un tercio de los 750.000 que pueblan la ciudad.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.719 de Vida Nueva.

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