Cristianos en Oriente Medio, entre la persecución y la esperanza

El Sínodo de octubre intentará dar respuesta a estas comunidades

(Justo Lacunza Balda) La celebración de la Asamblea Especial del Sínodo de Obispos para Oriente Medio, del 10 al 24 de octubre, llega en un momento de gran incertidumbre política e institucional en los países de la región. La violencia endémica y el odio recalcitrante entre facciones musulmanas, sobre todo en Irak, han creado una inestabilidad generalizada de la que se habla poco y se discute aún menos. Siempre en voz baja por temor a herir sensibilidades, desbaratar planes y ahuyentar malos augurios.

Por si fuera poco, miles de cristianos se han visto ya obligados a dejar sus barrios, pueblos y ciudades. Tierras y propiedades confiscadas, lugares de culto atacados por los atentados, iglesias y capillas destruidas en pleno día, casas y habitaciones abandonadas por la fuerza y destinadas a ciudadanos de religión musulmana.

A pesar de todo, en medio de las tragedias intermitentes, la esperanza viva y real aflora por doquier. En cualquier rincón, en los parajes más insospechados, en los lugares más recónditos. Muchas de las comunidades cristianas en estos países se sienten acorraladas, como que ha llegado el momento de plegar las velas, de emigrar a nuevas tierras. Allí donde se pueda decir sencilla y llanamente: “Soy cristiano”. Esto puede parecer una exageración, provocada por eventos aislados. Pero no piensan así los que han emigrado, los que el destino no se lo permite y los que han decidido vivir hasta el final de sus días en donde han nacido.

Extremismo islámico

Benedicto XVI, reunido con patriarcas, arzobispos y obispos, convocó el Sínodo Especial para Oriente Medio el 19 de septiembre de 2009. El sentimiento general, que prevalecía como tela de fondo de esa decisión papal, era constatar que las comunidades cristianas iban reduciéndose cada vez más, el pánico iba incubándose y en algunos casos los cristianos desaparecían por completo. No por voluntad propia, sino por las circunstancias adversas a su presencia. Las causas eran de diverso orden, pero la más grave provenía del extremismo islámico.

La visita apostólica de Benedicto XVI a Tierra Santa en mayo de 2009 dio un nuevo impulso a la preparación del Sínodo, a través del cuestionario formulado en los Lineamenta. Con las respuestas, llegadas desde todas las comunidades de la Iglesia católica, se ha elaborado de manera orgánica el Instrumentum Laboris (IL),  que servirá de base a los debates sinodales de octubre. Este documento, de 46 páginas con 123 números de referencia, lleva por título La Iglesia católica en Oriente Medio: Comunión y Testimonio. En él se reflejan los aspectos principales de la acción eclesial centrada en tres ejes principales: ‘La Iglesia católica en Oriente Medio’ (IL, 13-53), ‘La Comunión eclesial’ (IL, 54-63) y ‘El Testimonio cristiano’ (IL, 62-117).

El IL fue entregado por el Papa a los miembros del Sínodo durante su visita a Chipre del 4 al 6 de junio de 2010. Un doloroso evento envolvió en la penumbra aquellas jornadas: la horrible muerte de monseñor Luigi Padovese en Iskenderun (Turquía), cuyo asesino decapitó y mostró “el trofeo” gritando: “Alá es grande”.

En el Instrumentum Laboris se habla de la ‘Libertad de religión y de conciencia’ (IL, 36-40) y se subraya un punto de capital importancia: “En Oriente Medio, según las costumbres, la libertad de religión significa libertad de culto y no libertad de conciencia”. Es fundamental tenerlo presente, ya que los lugares de culto son la expresión visible y tangible de la libertad religiosa. Todo ataque contra un lugar sagrado o la prohibición de un lugar de culto son considerados un atentado directo contra el ejercicio de la libertad de religión.

Retos presentes

Los dos principales objetivos del Sínodo son fortalecer a los miembros de la Iglesia católica (IL, 3-6) a través de la Palabra y los sacramentos, y promover la comunión eclesial entre las diferentes comunidades e Iglesias católicas. Los católicos no viven aislados, sino que comparten la vida, lengua y costumbres con otras comunidades. Por lo tanto, hay dos dimensiones fundamentales: la ecuménica, subrayando la importancia actual del ecumenismo en el contexto de Oriente Medio (IL, 76-84); y la interreligiosa e intercultural: las relaciones con los judíos (IL, 85-94) y con los musulmanes (IL, 95-99).

Nadie duda que éstos son los retos que la Iglesia debe enfrentar. Sin falsas alarmas y con la verdad de los hechos. Sin pretensiones de protagonismo religioso y con la sencillez del diálogo de vida. Sin ambiciones de poder y con la fuerza de la sencillez, el testimonio de las obras y el fuego del amor.

Más información en el nº 2.719 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, lea el reportaje completo aquí.

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