‘London river’: extraños al encuentro

La tolerancia es la gran lección que nos deja esta película

(J. L. Celada) Nos cuesta reconocerlo, pero cristianos y musulmanes, occidentales y orientales, de la ciudad y del campo, “nuestras vidas no son tan diferentes”. Ésta es, posiblemente, la gran lección que nos deja London river, coproducción franco-británica-argelina acerca de la tolerancia como pilar fundamental para la convivencia, sobre un escenario de barbarie y sinrazón.

Sin embargo, hasta que uno de sus protagonistas acaba por admitir tan tozuda evidencia, el nuevo trabajo de Rachid Bouchareb recorre antes la peligrosa senda de los prejuicios. Justificados –argumentalmente, eso sí–, habida cuenta de dónde y cuándo sitúa la accióna: Londres, 7 de julio de 2005.

Claro que aquellos atentados son sólo el pretexto, el punto de partida (además del telón de fondo) de un drama sencillo y contenido que reúne a los progenitores de dos posibles víctimas de ese infausto suceso.

Idénticos motivos de alegría o dolor

Ella (la incomparable Brenda Blethyn), blanca, británica y anglicana, es la madre de una joven desaparecida por entonces; él (el malogrado Sotigui Kouyaté), negro, africano y fiel seguidor del islam, busca también a su hijo para poder regresar con buenas noticias a su tierra. Ambos se enfrentan a horas de angustia e incertidumbre, de silencios insoportables y sentimientos encontrados.

Todo ello administrado con pulso firme y exquisito respeto, si bien el realizador sucumbe a un cierto maniqueísmo, que restaría credibilidad a su propuesta de no ser por el sincero mensaje final de la cinta: “La verdadera felicidad es amar la vida”.

Más información, en el nº 2.718 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, lea la crítica completa aquí.

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