Vivir para amar: el hermano Roger y la comunidad de Taizé

Una celebración el 14 de agosto conmemora los 70 años de esta comunidad ecuménica y los cinco sin su fundador

(José Miguel de Haro, redentorista) El 16 de agosto se cumplieron cinco años de la muerte del hermano Roger de Taizé, fundador de esta comunidad ecuménica de la Borgoña francesa, que, sólo cuatro días después, conmemoró el 70º aniversario de su creación. Un doble recuerdo que nos invita a recorrer la vida y obra de un hombre cuya vocación de servicio y su decidido compromiso por la unidad siguen presentes en tantos y tantos grupos de oración, o en las ya populares “peregrinaciones de confianza a través de la tierra”, que anualmente tienen lugar a lo largo y ancho del mundo.

Hubo un tiempo en que en Taizé se escuchaba la pregunta: ¿qué va a pasar cuando muera el hermano Roger? Parecía imposible un Taizé sin él. Después acontenció, en el corazón de la comunidad, durante una de las oraciones, el zarpazo inesperado de una violenta e inexplicada muerte.

Las respuestas tomaron profundidad. Fue como un nuevo bautismo para esta comunidad ecuménica, que vio caer como una víctima más a quien había dado todo por ella. El alba blanca que él y ellos siempre se visten para la oración, aquel atardecer de agosto de 2005, se empapó con la sangre de quien tantas veces defendió a las víctimas.

Para siempre quedaron unidas las historias del hermano Roger y su mejor creación, la comunidad de Taizé. Marcada ésta por una certeza: “La vocación de cada persona es vivir para amar”.

La voz activa y el espíritu silencioso

El hermano Roger

El 14 de agosto, en una celebración que tuvo lugar en la iglesia de la Reconciliación, se celebraron los 70 años de la fundación de Taizé y los cinco años de la muerte del hermano Roger.

Al unir estos dos acontecimientos se manifiesta que la comunidad es hoy la voz activa y el espíritu silencioso del hermano Roger.

Lucha y contemplación, Solidaridades humanas y vida interior, Peregrinación de confianza y Bondad de corazón, Creyentes y los que no pueden creer, Las Iglesias y los pueblos… A través de estos pequeños indicadores, en Taizé no cejan en un itinerario que hace de esa comunidad un lugar alentador.

Los caminos abiertos por Roger siguen siendo transitados por la comunidad, que no ha dejado de trabajar en estos años a favor de la reconciliación entre las Iglesias y los pueblos. Sus intuiciones siguen esperando a este grupo de hombres dispuestos, como decía el propio hermano Roger, a ir “hasta el fin del mundo para repetir una y mil veces mi confianza en las nuevas generaciones”.

El actual prior, Alois, aludiendo a la muerte de Roger dice: “Sigue siendo un misterio. Durante toda su vida, él experimentó dolorosamente el sufrimiento de los inocentes. Y fue así, por medio de una muerte violenta y sin razón, que él mismo se unió a estos inocentes”.

Una bella y atrevida aventura

Todo comenzó en Taizé, en la Borgoña francesa, no muy lejos de los restos del antiguo monasterio de Cluny, aquel 20 de agosto de 1940, cuando por primera vez llegó hasta esa colina casi solitaria un joven con sus 25 años, su bicicleta y la llamada a concretar el camino ya iniciado en su búsqueda de Dios.

Este joven, entonces de nombre Roger Schutz, iniciaba así una de las más bellas y atrevidas aventuras que se han vivido en las Iglesias en la segunda mitad del siglo XX y en lo que va de éste, proponiendo a todas las Iglesias: no perdamos más tiempo, reconciliémonos.

El hermano Alois, actual prior de Taizé

Entonces no podía ni sospechar que le seguirían miles y miles de hombres y mujeres de todas las edades y continentes, respondiendo al deseo de un encuentro con Dios, consigo mismos y con los demás. También de un mundo reconciliado y más habitable para todos.

La validez humilde de lo que se ha vivido y se vive en ese lugar sigue sosteniéndolo hoy como un referente para multitud de comunidades cristianas y como espacio de búsqueda para quienes intentan redescubrir un sentido a sus vidas, sea cual sea su credo o su imposibilidad de creer.

Un espacio de libertad y acogida

Taizé es un espacio de libertad para quienes siente la sed de los desierto urbanos, pero también de acogida para queines son mordidos por el sufrimiento en cualquier lugar de la tierra.

El hermano Roger abrió caminos para su comunidad y para todas las personas que acuden a esa colina como a una fuente. “Como Juan Bautista, no buscó situarse en el centro, sino mostrar a Cristo”, recordaba su sucesor el 16 de agosto de 2007.

Tras la muerte del hermano Roger, la comunidad ha dado continuidad al camino abierto por él. La herencia viva del hermano la dinamiza. Los encuentros continúan en los cinco continentes. Taizé sigue siendo un lugar de amistad, oración y acogida a tantas búsquedas de jóvenes y adultos. También referente para los movimientos ecuménicos y parábola de una Iglesia que escucha y sirve.

Publicado en el nº 2.718 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, puede descargar el Pliego en PDF pinchando aquí.

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