Fabio Suescún: “Las circunstancias propias de los militares les hacen ser más espirituales”

Obispo castrense de Colombia

(Texto: Jimmy Escobar G. Foto: VNC) Como depositario de la fe de los miembros de las Fuerzas Militares de Colombia, monseñor Fabio Suescún, obispo castrense, conoce bien el dolor por la muerte en combate y la disyuntiva que representa para muchos militares, como creyentes, el tener que matar en defensa de la Constitución y el orden. En declaraciones a Vida Nueva, describe hasta dónde llega la misión del capellán militar, así como la del militar, desde el punto de vista de la fe y su respeto por la vida.

¿Cómo está la fe entre los militares?

Yo quisiera decir que los soldados y los policías salen del pueblo colombiano, y en ellos notamos esa misma sensibilidad y tradición religiosa. Las circunstancias propias de los militares, que tienen que enfrentar un conflicto, los hacen más espirituales porque indudablemente hay mayor conciencia del riesgo de muerte y, por tanto, se les crea una mayor necesidad de protección divina

¿De qué forma se conjuga en el corazón del soldado el mandamiento de “no matarás” con el ejercicio de su profesión?

Ése es un conflicto muy serio, el ideal es que no tuvieran que matar a nadie. Pero lo real es que existe una conciencia de defensa y el conflicto para el soldado, en una frase muy sencilla, es: “¿Mato o me matan?”. Los militares no tienen de primeras una intención directa de matar, lo cual sería contrario a los principios de vida que tenemos, pero desafortunadamente hay algo en Colombia que no podemos negar y es que hay una delincuencia y una violencia que tratan de atacar la vida, los bienes y la libertad de los ciudadanos. Como su ataque es con arma, se requiere que el Estado tenga una defensa, depositada ésta en los soldados y policías que son los que detentan el uso de las armas constitucionalmente y en defensa de la libertad de la población. Lo que nosotros tenemos que hacer, desde el punto de vista del Evangelio, es que se tome conciencia de que no se trata de matar al enemigo, sino de defender a los indefensos, corriendo un riesgo grave de muerte, que es consecuencia de una guerra, venga de donde venga, que es inhumana y que deshumaniza. Es como mantener un control para que esa violencia no se desborde.

Nada fácil evitar el riesgo de arrebatar la vida de uno u otro lado…

En el militar, como en el policía, hay una conciencia de que matar no es bueno, es decir, si se vuelve gusto, se estaría cambiando el sentido de la vida militar. Se escuchan expresiones de dolor como: “Qué pesar que se tiene que hacer esto; tuve que matar en defensa de mi vida”. No sé hasta dónde va, pues pertenece ya al ámbito de la confesión, pero un soldado puede decir: “Me acuso de que maté y esa muerte es de propósito”. En ese caso sería intencional. Creo que la mayoría tiene conciencia de la diferencia entre las dos.

Misión del capellán

¿Cómo es la relación con las familias de los militares?

En los cuarteles hay casas fiscales que no son para todos, pero los capellanes tratan de tener una relación con la familia, en la medida en que los soldados lo solicitan. Sirven también como medio de comunicación con sus seres queridos y, desafortunadamente, tienen la responsabilidad de llevar la mala noticia cuando hay muertos en combate, una labor muy dura para los capellanes. A ello hay que añadir que atendemos a las familias que están en duelo, establecemos contacto con las familiares de los secuestrados, tenemos los centros de sanidad y hospitales de las fuerzas armadas, atendemos a los que están detenidos en centros de reclusión, e, igualmente, a los jubilados y a los que están pendientes de jubilarse, ya que para ellos es un momento muy crítico. Son personas que han estado vinculadas a las Fuerzas Militares toda una vida, se insertan de pronto en la vida civil y ese cambio, que se suma al hecho de ser pensionistas, es algo a lo que no están acostumbrados. De tal manera que tratamos de atender lo que es evangelización, lo que es familia, lo que se puede denominar como solidaridad y lo que son centros educativos. Ésa es nuestra misión.

¿Qué atención prestan en el secuestro de civiles? ¿Y con las familias de las víctimas?

Bogotá es el centro de atención. El obispado castrense va a las reuniones que hacen las fuerzas para las familias de los secuestrados. La policía y el ejército tienen vínculos con ellas y nosotros servimos de apoyo espiritual en esos encuentros. Usted se da cuenta de lo que dicen las víctimas una vez liberadas sobre su relación con Dios y la importancia que le dieron en medio del destierro del secuestro, además de la ayuda que les otorgó la oración para mantener el ánimo y la esperanza. Del mismo modo, es vital que las familias reciban un apoyo espiritual, que de alguna manera los vincula con esa angustia de los cautivos. En cuanto a las que no viven en la capital, le mandamos los datos al capellán al que le correspondería esa familia por ciertas circunstancias o razón de proximidad y les pedimos que les acompañen en oración y apoyo espiritual.

¿Celebran los militares sus éxitos desde el punto de vista de la fe?

Sí y mucho, y esos acontecimientos, ya sean gratos o ingratos, les llevan a celebrarlos ante Dios. Como creyentes que son, hacen ceremonias religiosas y las hacemos por aquéllos que han muerto en combate. Se les rinde no sólo honores militares, sino que también para los fallecidos, como para sus familias, es importante el consuelo que viene de la fe en los momentos de muerte. Todas las fuerzas y direcciones de áreas celebran igualmente los aniversarios por el servicio patrio que siguen prestando, lo que a la vez es una tradición y una convicción.

¿El personal norteamericano solicita los servicios espirituales de los capellanes?

Sí, ellos buscan también a nuestros sacerdotes, pero su presencia no es grande. He escuchado que no se va a aumentar de manera notoria, por lo que no hemos pensado en una atención más allá de la que existe.

¿Se plantearía alguna atención si se consolidase esta presencia en siete u ocho bases militares?

Este año me encontraré con el arzobispo castrense de Estados Unidos y tocaremos el tema, pero no ha sido objeto de ninguna atención particular. En octubre tendremos una reunión internacional de capellanes de América Latina en México y están invitados el arzobispo de España y el de Estados Unidos. Se abordará esta cuestión, pero no es algo que esté en el orden del día.

Mirando hacia el futuro, ¿habrá cambios en la dinámica de la capellanía militar?

No queremos hacer simplemente una pastoral de culto, sino más bien misionera y de evangelización. Queremos entrar el año próximo en un movimiento de la Iglesia latinoamericana que nos invita a una misión continental. Es como un despertar de la Iglesia que sale de estar encerrada para anunciar a Cristo a los más alejados e indiferentes, porque creemos que tenemos un mensaje salvador para todos y, en especial, para aquellos que se encuentran en estado de mayor conflicto. No podemos quedarnos con los que van a misa, sino que tenemos que llegar a los que están distantes.

En el nº 2.718 de Vida Nueva.

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