¿Qué pierde la Iglesia perdiendo CajaSur?

(Juan José Primo Jurado– Historiador y escritor) En la noche del 21 de mayo de 2010, el Consejo de Administración de Cajasur, por 11 votos contra 8, rechazaba la fusión con Unicaja y se acogía al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) del Banco de España. El rechazo a la fusión, a sabiendas del ultimátum dado por el Banco de España, se produjo con los votos de los seis canónigos, los cuatro representantes de los impositores y el de los empleados.

Fue el punto final a una historia iniciada en 1864 y que había llevado al Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba a ser una de las cajas más genuinas del panorama financiero español. Era la “Caja de la Iglesia”. Un total de 470 sucursales, cerca de 3.000 empleados y 18.900 millones de euros en activos. Su potente Obra Social estaba muy extendida por su territorio.

El 21 de mayo, la Iglesia optó por perder Cajasur. ¿Porque no estaba de acuerdo con los costes laborales de la fusión con Unicaja o porque antes de compartir algo suyo prefería la intervención? Es la gran pregunta que se hacen muchos y que nadie ha respondido hasta ahora con la suficiente credibilidad.

Es de justicia preguntarse qué pierde la Iglesia perdiendo Cajasur. Económica y financieramente, lo pierde todo. También pierde influencia social y material, aspectos donde había alcanzado grandes cotas de poder humano.

La Iglesia ha perdido Cajasur sola. Tal y como ha señalado el Banco de España, sus responsables no han hecho una buena gestión desde 2002 y la entidad se ha sostenido últimamente sólo por la fidelidad de su clientela y el gran trabajo de muchos empleados. Ni la crisis económica actual justifica sus malos números: una quiebra en toda regla, una inversión desmedida en el ladrillo y un agujero de 590 millones de euros.

Los sacerdotes deben estar para otras cosasBenedicto XVI ha dicho que deben ser los primeros obreros de la civilización del amor– y no dirigiendo un banco. Si sabemos que el Reino de Cristo no es de este mundo, a lo mejor no es tan malo que la Iglesia haya perdido la Caja. Está a tiempo de recuperar prestigio. Ésa es la lectura favorable dentro del balance negativo.

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