Libros para tiempos de crisis

(Juan Carlos Rodríguez) Su peripecia vital como superviviente de la matanza de Novi-Sad hizo que el escritor Danilo Kis (Subotica, 1935-París, 1989) transformara su literatura en textos de carácter autobiográfico en donde combatía los peores fantasmas del destino y la muerte, en la línea de los sobrecogedores testimonios de Primo Levi. El ejemplo de Kis –el de su literatura y el de su éxito tardío como verdadero autor de culto– sirve en cierto modo para introducirnos en un manual de supervivencia para tiempos de crisis que toma de la literatura, en un intencionado equilibrio entre clásicos y novedades, un afilado e imprescindible instrumento para afrontar y combatir la inestabilidad, vital y laboral.

En contextos de crisis, la literatura nos da otro lugar, otro tiempo, otra lengua, una respiración. Se trata de la apertura de un espacio que permite la ensoñación, el pensamiento, y que da ilación a las experiencias. “Una crisis es como una ruptura –afirma la antropóloga francesa Michèle Petit en El arte de la lectura en tiempos de crisis (Océano)–, un tiempo que reactiva todas las angustias de separación, de abandono, y produce la pérdida de ese sentimiento de continuidad que es tan importante para el ser humano. La literatura, las narraciones, entre otras cosas, nos reactivan ese sentimiento, no sólo porque tienen un comienzo, un principio y un fin, sino también por el orden secreto que emana de la buena literatura. Es como si el caos interno se apaciguara, tomara forma”.

Literatura necesaria

La literatura es necesaria, más que nunca en tiempos de crisis. Y no sólo como evasión, sino como aprendizaje, como cúmulo de experiencia, como travesía, como conocimiento o como placer, incluso, según lo entiende el crítico John Carey, autor de la antología Puro Placer (Siglo XXI), porque “sólo si son realmente absorbentes” las novelas, relatos o poemas podrán cumplir su función.

Aunque esa función, siguiendo a María Zambrano, tan sólo pueda a veces ser definida rudimentariamente como “algo”. Así lo escribió en Hacia un saber sobre el alma: “Lo que se publica es para algo, para que alguien, uno o muchos, al saberlo, vivan sabiéndolo, para que vivan de otro modo después de haberlo sabido; para librar a alguien de la cárcel de la mentira, o de las nieblas del tedio, que es la mentira vital”.

Al novelista Kiko Amat le gusta decir que “leer es saber que estás vivo cuando lo estabas olvidando. Y sin John Osborne, Susan Hinton, Jim Dodge, Ken Kesey, Joseph Heller, Brendan Behan, Richard Brautigan, Kenneth Patchen, Alan Sillitoe, Francisco Casavella o Nelson Algren la vida sería mucho más aburrida”.

Por todo ello: leer en cierto modo permite superar el demonio de lo inesperado, encontrar en la figura de la madre testimonios de superación, descubrir nuevas aventuras vitales, refugiarse en la fidelidad del amor, examinar el grotesco mundo del dinero o comprender a la multitud desde la soledad. A ello vamos.

Dos ejemplos

Sirvan de ejemplo dos novelas más o menos recientes sobre libros y lectores que, en cierto modo, representan, desde diversos ángulos, este destino común de la literatura. En primer lugar, la epistolar La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey (RBA), de Mary Ann Shaffer y Annie Barrows. Durante la ocupación alemana de la isla británica de Guernsey, en el Canal de la Mancha, algunos vecinos formaron una llamada “Sociedad Literaria y del Pastel de Piel de Patata”, pero no lo hicieron por su afición a los libros, sino como forma de eludir la prisión de los invasores. No obstante, una vez formada, el interés por la literatura floreció entre ellos.

Penélope Fitzgerald es la autora de La librería (Impedimenta). Otra novela deliciosa y británica, a lo Jane Austen, sobre el amor a los libros. Florence Green, su protagonista, está decidida a abrir una librería en un pequeño pueblo inglés del Mar del Norte llamado Hardbourough al que llega un buen día de 1959. Pero el pueblo se le rebela, oponiéndose a ello.

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Otros títulos como Niña de todos los países (Minúscula), de Irmgard Keun; Mi madre (Anagrama), de Richard Ford; Tres maneras de volcar un barco (Salamandra), de Chris Stewart; La soledad de los números primos (Salamandra), de Paolo Giordano; Los días contados (Libros del Asteroide), de Miklós Bánffy; o Los días (Ediciones del Viento), de Taha Husein, son algunas de las propuestas literarias que Juan Carlos Rodríguez ofrece en este ‘Pliego’.

Más información en el nº 2.717 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, lea el ‘Pliego’ completo aquí.

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