Arte viajero para nuevos peregrinos

La exposición ‘Ars Itineris’ ofrece en siete sedes del Camino de Santiago un recorrido por la creación más contemporánea

(Juan Carlos Rodríguez) Un diálogo sobre el viaje y el Camino de Santiago entre cien artistas de 25 países. Eso es Ars Itineris. El viaje en el Arte Contemporáneo, la exposición que se ha ido inaugurando en siete sedes del Camino de Santiago: el Museu de l’Art de la Pell (Vic), el Museo de Huesca, el Museo de Navarra (Pamplona), Sala Amós Salvador (Logroño), el Museo Artium (Vitoria), la Sala Banco Herrero (Oviedo) y el Museo do Mar de Galicia (Vigo). A través de instantáneas, vídeoinstalaciones, pintura o esculturas, la muestra reúne doscientas obras que descubren nuevas formas de viajar en el arte contemporáneo y la memoria.

Muestra del Artium

Un caleidoscopio de colores y nacionalidades que fusiona la cultura con el Camino de Santiago. Está inspirada en la diversidad de viajes, el carácter aventurero y los destinos que aguardan a los miles de peregrinos. “Con esta exposición –explica la comisaria Oliva María Rubio– proponemos tanto un viaje físico, un periplo en el espacio, puesto que la exposición se celebra en siete ciudades, como una trayectoria mental, espiritual, un viaje al conocimiento, el que las obras nos transmiten. Nos permitirá conocer mejor para mejor entender el mundo en el que vivimos. Recorreremos desde sus obras el itinerario conceptual realizado por el artista. El viaje iniciático, el viaje forzoso, el viaje de la memoria, el viaje como experiencia y como obra de arte, el viaje del deseo, el viaje turístico, el viaje interior son otros tantos itinerarios que se despliegan en las creaciones de algunos de los artistas”. Según Soledad López, presidenta de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, que ha coordinado las siete exposiciones, está “concebida como una reflexión sobre nuestro tiempo y los nuevos peregrinos”.

Ars Itineris, señala el director de Artium, Daniel Castillejo, “alude al viaje como la unión de culturas”. Se organiza en Vitoria a partir de una gran pieza titulada Standing Stone Line, realizada con fragmentos de pizarra que forman una suerte de camino empedrado de aristas afiladas. La muestra presenta aquí 17 piezas de otros tantos artistas que revelan diferentes perspectivas sobre el viaje, desde “el itinerario vital que es la propia vida hasta los viajes simbólicos a la memoria, pasando lógicamente por los desplazamientos a tierras extrañas, ya sea por placer o por fuerza”, reflexiona otro comisario, Xosé Luis García Canido. Está integrada por obras de Chema Alvargonzález, Manolo Bautista, Pepe Espaliú, Félix Curto, Angels Viladomiu, Santiago Sierra, la alemana Anke Doberauer, el chileno Alfredo Jaar, el chino Zhang Huan, los norteamericanos Nan Goldin y Doug Aitken, los franceses Christian Boltanski y Michèle Barbé, los británicos Craigie Horsfield, Richard Long y Jonathan Monk, y el ruso Alexander Sokurov.

La calidad de los artistas es alta, ya sea en Vigo, entre los que se encuentran Karmelo Bermejo, Kcho, Adolfo Schlosser, Gabriel Díaz, Antón Patiño, Ignacio Basallo, Jorge Dragón, Kimsooja, Antoni Muntadas, Juande Jarillo, Darren Almond, Ibon Aranberri –que también acaba de inaugurar su muestra Gramática de meseta en la Abadía de Santo Domingo de Silos–, Eugenio Dittborn, Mayte Vieta y Alfredo Jaar. Entre las diferentes piezas, se exponen fotografías, esculturas, videoinstalaciones y pinturas con variadas técnicas de representación y títulos tan significativos como Proyecto para largo viaje, de Kcho; Finis térrea, de Patiño. En los exteriores del Museo del Mar se acogen también las instalaciones de José Freixanes, tituladas Al final del amanecer: una gran cubierta de paño extendida y elaborada con retazos de ropa que fue cosida por más de cuarenta personas en Granada a lo largo de un año con fragmentos de vestimentas de vecinos, amigos, familiares… que hubieran nacido fuera de España y que estuvieran residiendo en nuestro país en el momento de cederlos.

“La ropa es una elección voluntaria de la piel con la que hemos decidido movernos, ocupar los lugares de nuestra vida, mostrar una posición dentro del escalafón social, destacar una determinada apariencia en contraposición a otra posible. Es el testimonio de una conducta, de una actitud y de una aptitud, de las decisiones y de los arrepentimientos, de una manera de pensar o de una manera de no pensar, de un punto, de un territorio, del lugar que se ocupa y de cómo se ocupa ese lugar. Es la piel del poder o de su distancia, de las creencias o de las ausencias religiosas. Define la necesidad de singularizar. Es la piel del reconocimiento, del descubrimiento o de la ocultación. Es el disfraz cotidiano”, afirma Freixanes. La obra, cuyo título rinde homenaje a Aimé Césaire, el político y poeta de la negritud, se expuso por primera vez en la Catedral Sacre Coeur de Casablanca (Marruecos). En 2007 creó un camino aéreo en el paseo de acceso a la ermita del Calvario de Sagunto, Valencia.

Nubes de memoria

Una de las nubes de Ampudia

Ars Itineris se completa con una instalación de Eugenio Ampudia, llamada Nubes de la memoria, y que se inició en cada uno de los centros de arte y espacios en los que se exhiben las piezas de la exposición. “Las nubes no son sólo formas. Llevan dentro la mirada del hombre. En su continuo hacerse y deshacerse, mutar y renacer, acarrean sueños, imaginaciones y recuerdos. Alguien, alguna vez y en algún lugar, levantó la vista hacia el cielo de nubes y eligió una noche donde dejar su visión”. Ésta es la descripción de Ampudia sobre sus siete nubes, inspirado “los cuadros e iconos en las iglesias del Camino de Santiago donde aparecen nubes sujetando a los santos”. Cada una comenzó en diferentes fechas a ser transportada desde las sedes a pie y por diferentes peregrinos hacia Santiago, en donde confluyeron el pasado día 22. Con seis metros de longitud, forma irregular y rellenas de helio, cada nube digital posee cuatro entradas USB, otros cuatro ‘pendrives’ y varios anclajes para “absorber fotos y vídeos de los peregrinos que recalen en la muestra”. Tienen una capacidad de cuatro gigas y cada noche se van bajando los datos, de modo que “se está recopilando una gran cantidad de información”, asegura Ampudia.

Su idea busca “dar cabida a las historias que deseen contar los caminantes a través de una plataforma aérea e itinerante. Me pareció una buena idea”, señala. Este novedoso proceso de recopilación se realizó en toda la ruta jacobea y actúa como “archivo de viaje y memoria hacia su destino, igual que la nube de Internet”. Cada nube se ancla en una ciudad y por la noche se proyectan sobre ella las imágenes recogidas acompañadas por la música de Juan Manuel Artero. En el espectáculo de Santiago, se proyectaron todas las imágenes recopiladas. A partir de este material, Ampudia prevé realizar un archivo digital y una página web con las imágenes que transmitan “el cambio que se produce en el individuo mientras camina”.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.717 de Vida Nueva.

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