Lo sagrado se hace real en Valladolid

Tras visitar Londres y Washington, la exposición de arte religioso barroco llega al Museo Nacional Colegio de San Gregorio

(Juan Carlos Rodríguez) El arte religioso de la España del siglo XVII buscó el realismo con un celo y una genialidad inquebrantables. Era la España de la Contrarreforma y los mecenas religiosos: dominicos, cartujos y franciscanos, quienes desafiaron a pintores y escultores a infundir vida en los temas sagrados. Realismo hasta el desmayo. Es Lo sagrado hecho real. Pintura y Escultura española 1600-1700, exposición que se ha inaugurado en el renovado Museo Nacional Colegio de San Gregorio, en Valladolid, donde estará hasta el 30 de septiembre.

Exposición ya histórica de la que no se dejará de hablar. No sólo por la belleza de sus obras, por reconstituir el diálogo y la rivalidad entre escultores y pintores del siglo XVII, por contextualizar el imaginario católico español en un ámbito tan sensible como el de la devoción y el ritual, por la teatralidad persuasiva que inspira en el visitante reflexión y sorpresa. Sino, sobre todo, porque ha pasado con “grandísimo éxito”, en palabras de la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, por la National Gallery de Londres y por la National Gallery of Art de Washington.

La exposición ha conseguido, además, alterar una interpretación común sobre la evolución del arte europeo. Lo convencional era pensar que el realismo pionero de Caravaggio, por ejemplo, fue emulado por pintores como Velázquez o Zurbarán. La muestra trata de hacer ver cómo no es así, y cómo los pintores del Barroco llegan al realismo a través de la escultura policromada, en algunos casos incluso por la práctica directa. Es decir, cómo aprendieron de Juan Martínez Montañés, Pedro Roldán o Pedro de Mena.

Ilusión tridimensional

'San Francisco', de P. de Mena

Seis grandes espacios recorren la primera planta del Palacio de Villena, sede del museo. Para comenzar, uno de los efectos del contacto directo que los pintores tuvieron con la escultura religiosa fue la introducción de un intenso ilusionismo tridimensional. Es lo que se ve en El arte de pintar escultura: la búsqueda de la realidad (sala 1), con el espectacular Cristo en la cruz (1614), óleo sobre madera de cedro que exhibe la maestría de Francisco Pacheco.

Los retratos de santos ocupan la sala 2, como la talla de San Ignacio de Loyola (1610), de Martínez Montañés, pintada por Pacheco. Pero, quizás uno de los ejemplos en donde queda patente la cota de naturalismo que la escultura policromada era capaz de alcanzar sea el San Juan de Dios, de Alonso Cano.

Sin embargo, en la España del siglo XVII era enormemente popular san Francisco de Asís, a quien está dedicada la sala 3, con las representaciones en óleo sobre lienzo de Zurbarán, de 1640, y la talla policroma, con vidrio, cartón y cabello humano, de Pedro de Mena, de 1663.

Del culto a las escenas de la Pasión, tratada a veces con una violencia cruel (sala 4), dan muestra un Ecce Homo (1673), de Pedro de Mena, y el Cristo tras la flagelación contemplado por el alma cristiana (1629), pintado por Velázquez.

De la aspiración de alcanzar la unión directa con Dios o éxtasis místico (sala 5), son ejemplos el Cristo de la Luz de Gregorio Fernández o el óleo de Ribalta, Cristo abrazando a san Bernardo.

Las meditaciones sobre la muerte (sala 6) no sólo representan el patetismo tenebroso de la muerte de Cristo, sino que también reúnen obras cumbres, como el Cristo yacente de Gregorio Fernández o La lamentación sobre Cristo muerto, de Ribera, que regresa a España.

Más información en el nº 2.716 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, vea el reportaje completo aquí.

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