Juan Miguel Vicente: “Sólo devuelvo algo de lo que llevo recibiendo gratis”

OFM Conv

(Luis Alberto Gonzalo-Díez, CMF) Juan Miguel Vicente Valtueña, franciscano menor conventual, 50 años y profesor de Sagrada Escritura en la Facultad Romana de Teología Seraphicum.

¿Qué hace un franciscano como usted en un camino como éste?

Soy uno de los muchos contagiados por “el virus del Camino”. Seguramente, uno puede pensar que no hay nada más alejado de las aulas de una Facultad Teológica que ese mundo multicultural, itinerante, tan variado y diverso que constituyen los numerosos peregrinos que recorren hoy el Camino de Santiago. Pero, después de haber hecho el Camino tres veces y haber recibido tanto como peregrino, llega el momento de dar gratis lo que uno ha recibido gratuitamente, como nos recuerda el Evangelio. Por el Año Jacobeo, nuestra Provincia franciscana conventual de España se planteó la posibilidad de colaborar en la atención humana y espiritual a los peregrinos. Estoy en el albergue parroquial de Ponferrada, con otros tres hermanos de la Orden y seis hospitaleros voluntarios.

¿Qué encuentra la Vida Religiosa en los caminos de la vida?

La vida real y concreta de los hombres y mujeres que sufren, aman, sueñan, ríen y lloran, esperan y siguen caminando. Cada peregrino llega aquí con su mundo interior, motivaciones e inquietudes. El contacto con la vida de nuestros contemporáneos, es siempre enriquecedor para la Vida Religiosa, la cual, a su vez, puede iluminar los corazones con la luz del Evangelio.

¿Dónde tenemos que situar hoy el claustro? ¿Está la Vida Religiosa en Europa donde tiene que estar?

San Francisco de Asís decía que nuestro claustro es el mundo: ése es el lugar de los hermanos menores. En esta Europa cansada y desencantada a veces, la Vida Religiosa puede aportar estilos de vida alternativos: fraternidad frente a individualismo; la sobriedad y la pobreza evangélica frente a la tiranía del dinero; el servicio y la entrega solidaria frente a la búsqueda del poder y el dominio; la contemplación, el silencio y la reflexión frente al ruido. Se trata, en definitiva, de iluminar nuestra sociedad y nuestra cultura con la luz diáfana del Evangelio, viviendo ahí la pasión por Dios y la pasión por nuestros hermanos.

¿Qué le sugieren las siguientes expresiones?

Misión compartida: la necesidad imperiosa de colaboración entre religiosos y laicos en la tarea de la nueva evangelización. La colaboración entre religiosos y hospitaleros voluntarios en este albergue es un ejemplo concreto de lo fructífera que puede resultar la misión compartida.

Apertura y diálogo: hay que tener el corazón y los ojos abiertos a la riqueza humana. San Francisco de Asís enseña que cada persona es portadora de una riqueza única, que nadie puede suplir. Estar abierto a los demás significa tratar de descubrir siempre lo mejor que hay en ellos, ofreciendo a la vez los dones y la riqueza que cada uno ha recibido.

Vida en comunión:
No estamos hechos para vivir solitarios y aislados; somos imagen y semejanza de Dios, que es Amor y comunión de Personas (Padre, Hijo y Espíritu Santo). Por eso estamos llamados a vivir como hijos de Dios y hermanos de los demás, y cuando lo hacemos así, no hacemos sino responder a nuestra verdad más profunda.

¿Cuál es su mayor alegría?

Además del Cristo descubierto y amado a través de la figura de Francisco de Asís, fiel seguidor suyo, también constituyen una gran alegría los hermanos concretos que el Señor me ha dado en la familia franciscana conventual.

¿Qué no ha podido hacer todavía?

Un biblista que vive en Roma y ha peregrinado varias veces a Santiago, contrayendo “el virus del Camino”, echa en falta el tercer lugar, las peregrinaciones cristianas que forjaron Europa: Jerusalén y Tierra Santa, la cuna del cristianismo. Todo llegará a su debido tiempo.

MIRADA CON LUPA

Hay que salir al encuentro. La Vida Consagrada tiene agilidad y es tiempo de expresarla. Tenemos la “mochila” bien cargada de proyectos y esquemas de vida esperando que los destinatarios vengan. Ese peso nos resta libertad y verdad para la misión, porque ésta necesita lo que la gente vive y espera… y, para atenderlo, hay que moverse. La Vida Consagrada es el misterio del Camino, peregrinar en providencia. Algo muy distinto a la burocracia.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.716 de Vida Nueva.

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