Felisa Larrea: “La situación en Haití sigue siendo de extrema pobreza”

La religiosa mercedaria acaba de regresar del país asolado por un terremoto hace seis meses

(Vicente L. García) En ocasiones, se acusa a los medios de comunicación de pasar página y relegar al olvido catástrofes que un día ocuparon las primeras planas en todo el mundo. Frente a esa acusación, algunos medios han tomado nota tras el terremoto en Haití y, periódicamente, se mantiene una información sobre la situación de aquel país, gracias al interés de algunos profesionales de la comunicación y gracias, especialmente, al testimonio de quienes regresan tras haber pasado un tiempo echando una mano. Justo seis meses después del seísmo que causó la muerte a 250.000 personas, la prensa sigue recogiendo los relatos de quienes siguen allí o regresan de haber cumplido una misión humanitaria. Y, lo que han visto, aún sigue siendo muy preocupante. Estos días, organizaciones que llevan desde aquel funesto día sobre el territorio, como MSF, aseguran que, medio año después, sólo ha llegado a Haití el 2% de la ayuda prometida.

Felisa Larrea, alavesa natural de Aramayona, pertenece a las Hermanas Mercedarias de la Caridad, congregación que desde hace ocho años trabaja en el país caribeño. Acaba de regresar de atender durante unos meses la llamada que, tras el terremoto, hizo la Conferencia Dominicana de Religiosos y Religiosas a todos los consagrados para colaborar con sus respectivas comunidades o con alguna de las ONG presentes en Haití. “De las mercedarias fuimos nueve españolas que, tras pasar unos días en Santo Domingo para aclimatarnos a la zona, pronto marchamos hacia Puerto Príncipe, primero, y después a nuestra casa en Jacmel, donde sentí una gran alegría al encontrarme un lugar, pequeño pero muy digno, entre todo aquel caos”.

Hoy, reconoce, la situación no ha variado mucho desde el 12 de enero, cuando el seísmo acentuó la miseria de uno de los países más pobres del mundo. “La situación sigue siendo de pobreza extrema, siguen malviviendo en carpas, poco resguardados de las inclemencias, sin lugares acondicionados para cocinar. La reconstrucción no ha comenzado todavía y lo que más se necesita es comenzar con la construcción de viviendas”.

Felisa se incorporó a la labor que ya vienen realizando las Mercedarias en Haití. “Las hermanas tienen su casa y el dispensario que atienden en la localidad de Jacmel, en una zona alta, que no fue muy afectada por el terremoto, lo que les ha permitido mantener su actividad, aunque aumentada en el número de personas a las que atender. El principal proyecto sobre el que trabajamos allí es de atención y educación en materia nutricional, especialmente en la población infantil. Ahora más que nunca, para levantar el país es necesario que los niños estén sanos y bien nutridos”.

No olvidar

Felisa marchó en febrero y, tras su regreso, realiza labores de divulgación de la situación de aquel país y de la permanente necesidad de ayuda para reconstruirlo tras la catástrofe. Por ello, ha participado en encuentros con grupos, colegios y en parroquias de diversos puntos del País Vasco. Acompañada de una presentación con fotografías de Haití, traslada la situación de las personas que allí han quedado tras el terremoto. Felisa pretende con ello que la gente no se olvide del país: “Tenemos que seguir ayudando al pueblo de Haití. Si bien el haitiano quiere ser el protagonista de su reconstrucción social, de momento las diversas organizaciones humanitarias son las que están sacando al país adelante”.

Felisa reconoce que Haití tiene ahora una oportunidad de reconstruirse desde cero. “Era un país que para muchos ni existía en el mapa y, ahora, tras el terremoto, todo el mundo se ha volcado con Haití; por eso es importante que sigamos ayudando a esta gente”.

En esencia

Una película: La Misión, de Roland Joffé.

Un libro: El jardinero fiel, de John le Carré.

Una canción: Hegoak ebaki banizkio, de Mikel Laboa.

Un recuerdo de infancia: los montes de Aramayona (Álava).

Una persona: mi madre.

La mayor tristeza: la situación de Haití.

La última alegría: llegar a la casa de las hermanas en Jacmel.

Un rincón en el mundo: las calles de mi pueblo, Aramayona.

Un valor: la dignidad de la persona.

Que me recuerden por…
haber sido una persona que se dio a los demás.

En el nº 2.716 de Vida Nueva.

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