Juan Antonio Torres: “La clave de la hospitalidad es acoger a la persona donde está y como está”

Monje benedictino

(Luis Alberto Gonzalo-Díez, CMF) Juan Antonio Torres es monje benedictino de Rabanal del Camino (León). Hasta hace poco, superior de la Comunidad de San Salvador de Monte Irago, que así se llama el Monasterio. Nos recibe amablemente, como lo hace con todos los peregrinos. Tras unos meses difíciles para la comunidad, nos habla del sentido de su vida, por qué y para quién están. “Para tantos alejados que buscan a Dios al borde del camino”.

¿Ha cambiado el servicio espiritual?

El Camino de Santiago nació muy ligado a la espiritualidad monástica, especialmente al movimiento cluniacense. Pero la presencia benedictina no sólo es un ayer en la historia, sino también un hoy. Nuestra pequeña comunidad, integrada de modo estable por dos monjes y reforzada en tiempo de afluencia de peregrinos por otros monjes, carece de la trayectoria histórica de tantos monasterios. Ofrecemos a los peregrinos la posibilidad de participar en la oración litúrgica y nos ofrecemos a escucharlos en el sacramento de la reconciliación y en el consejo espiritual.

¿Cómo es el perfil de los peregrinos?

No debemos llevarnos a engaños. Si en la Edad Media la peregrinación era un ejercicio espiritual emprendido por personas creyentes en el seno de una sociedad cristiana, hoy quienes recorren el Camino son personas, mayoritariamente no creyentes, que se ponen en marcha por motivaciones no estrictamente espirituales. Sin embargo, la peregrinación no ha dejado de ser un ejercicio espiritual tremendamente eficaz, y también es cierto que la mayor parte de las personas que terminan el Camino no lo hacen como lo comenzaron. Nuestra labor consiste en ayudar a discernir los signos de la acción del Espíritu Santo y a ensamblar esta hermosa historia personal con la Historia de la Salvación de Dios.

¿Qué necesita nuestra sociedad para encontrarse con Dios?

Vivimos demasiado fuera de nosotros mismos. Debiéramos concedernos tiempo para centrarnos en nuestra vida: física, afectiva y espiritualmente. Una vez hecho este paréntesis (que es la primera consecuencia de ponerse en camino), es necesario abrir el corazón a realidades que nos pasan desapercibidas. Cuando nos dejamos sorprender por el misterio de Dios y descubrimos que está junto a nosotros, somos de verdad peregrinos, en marcha no hacia una ciudad del norte de España, sino hacia el símbolo allí expresado.

¿Qué claves tiene la hospitalidad?

San Benito nos manda recibir al huésped como al mismo Cristo. Lo de menos es ya el aspecto material: son muchos los establecimientos profesionales que ofrecen mejores servicios. Lo importante es acoger a las personas en lo profundo del corazón, emplear tiempo en escuchar tantos problemas que sólo en la intimidad de los muros de un monasterio afloran desde los doloridos valles de la vida.

¿Qué les aportan los peregrinos?

Para los monjes ha sido un auténtico privilegio vivir en este monasterio. El hecho de conocer el alemán, el inglés y el italiano, además del español, nos ha permitido entablar contacto con personas de todo el mundo y, lo que es más importante, adquirir un conocimiento preciso de otras formas de comprender la existencia, la vida espiritual y la fe cristiana. Hemos aprendido a renunciar a todo prejuicio y a comprobar la dimensión católica del cristianismo, es decir, su carácter universal.

¿Considera posible para un joven la vida monástica?

Sí. Entré en el monasterio cuando finalicé mis estudios universitarios y no puedo dejar de darle gracias a Dios por haberme permitido ser inmensamente feliz en la vida monástica, a pesar de todas las dificultades y de mis propios errores y pecados.

MIRADA CON LUPA

Siempre ha estado con los que viven al borde y los que no cuentan. Tiempos de increencia como los actuales son muy sabios para quienes sólo tienen a Dios. La Vida Consagrada huye de lo fácil y se adormece en “climas culturalmente propicios”. La batalla de las cifras y las edades se gana en cada rincón donde un consagrado o consagrada ofrece lo que es. La totalidad y gratuidad de la consagración es imprescindible para toda la Iglesia… también para los movimientos.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.715 de Vida Nueva.

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