Hoja de ruta para una renovación del sacerdocio

El clero plasenciano reflexiona sobre la calidad del ministerio

(Marina de Miguel) Contribuir a promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo”. La invocación que Benedicto XVI realizó al convocar el recientemente clausurado Año Sacerdotal caló hondo en el presbiterio diocesano de Plasencia que, con su obispo al frente, se reunió el pasado febrero con ánimo de “tejer los mimbres para una renovación espiritual y pastoral”. Todos los frutos de estos Encuentros Sacerdotales de Reflexión y Diálogo, que previamente fueron preparados de forma individual por cada uno de los participantes a través de un cuestionario, están recogidos en una ponencia conclusiva firmada por Amadeo Rodríguez Magro. Se trata de un valioso documento realizado a través de una mirada responsable que atiende a la principal necesidad que, según el prelado, tiene ahora la Iglesia: “La calidad de sus presbíteros”.

El primer eslabón de esta hoja de ruta es la reflexión personal sobre la forma de vivir el ministerio con “alegría y esperanza”. Así se advierte la necesidad de no caer en el activismo, por lo que se recomienda “cuidar adecuadamente el tiempo, y hacer de él un uso ordenado, para que sea igualmente humano, espiritual y pastoral”. También hay una llamada al acompañamiento de los fieles porque, “sólo entre aquellos a los que servimos y con ellos, creceremos en nuestra identidad y misión”. En este aspecto, las vivencias que atesoran los sacerdotes mayores son una preciada fuente de enseñanza.

La mejora de la unidad y la fraternidad de los sacerdotes es vista como clave para cultivar la dimensión humana. Para ello, se apunta a la creación de un “clima familiar” en el que se fomente la comprensión, la confianza, la acogida, el respeto, el cariño, la amistad sincera y la ayuda mutua. Asimismo, es conveniente regirse por unos criterios evangélicos y que desaparezcan “la crítica, la falta de respeto y los comentarios de unos sobre otros”.

“Somos representación de Cristo e imagen de la Iglesia”. Inspirados por esta premisa, se llama a preocuparse al máximo por la expresión humana, como mediación para el servicio sacerdotal, y por las actitudes y formas de comportamiento, tanto en el ejercicio del ministerio como fuera de él.

El cuidado de la dimensión espiritual, una tarea tanto individual como institucional, es vista como prioritaria para que el sacerdote “viva del servicio pastoral”, es decir, que haga realidad la petición que el obispo dirigió a muchos el día de su ordenación: “Vive lo que conmemoras”. Para seguir trabajando en esta esencial dimensión, son cruciales los retiros y ejercicios espirituales, que en muchas ocasiones cuentan con escasa asistencia, y la figura del Delegado para el Clero, ya que se entiende que ha de promover cauces, medios y personas que acompañen la maduración de la vida espiritual del presbítero.

“Cada sacerdote habrá de tener muy en cuenta que la formación permanente no es sólo algo que se recibe, es también algo que se busca, que se cultiva más allá de lo que se nos pueda ofrecer”, se recuerda apelando a la responsabilidad de cada uno.

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SIN NOSTALGIA DEL PASADO


Un contraste entre la alegría y la esperanza con una cierta dosis de agobio y desencanto. En estos sentimientos, según los participantes en los encuentros, se mueve la vida del presbiterio diocesano. La razón no es otra que un mundo que está cambiando, provocando situaciones totalmente nuevas que pueden generar desconcierto y “obligan a cambiar planteamientos pastorales en una Iglesia en misión”. Por esa razón, todos ven en esta iniciativa “una clara oportunidad para mirar al futuro, para romper, no con el pasado, pero sí con la nostalgia del pasado”. A pesar de la secularización de la sociedad, se llama a ser consciente de que, “tanto el presente como el futuro habrán de construirse sobre elementos esenciales de la fe y la vida cristiana, y uno de ellos es el sacerdocio mismo”.

Para emprender esta renovación proponen la necesidad de trabajar más en comunión, apostar por la formación del laicado y la corresponsabilidad o estudiar la posible conveniencia de las Unidades de Acción Pastoral.

En el nº 2.715 de Vida Nueva.

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