Vida Religiosa: un dicasterio necesitado de renovación

(Camilo Maccise, OCD- Ex presidente de la Unión de Superiores Generales) En uno de los últimos ‘Enfoques’ de esta revista se expusieron opiniones sobre la necesaria, urgente e inaplazable reforma de la Curia Romana. Existen en ella, se decía, “daños estructurales” y nombramientos dictados por el carrerismo más que por la capacidad de las personas. Y a eso se debe, en parte, el que, a pesar de la entrega y generosidad de muchos de los que trabajan en ella, ésta tome con frecuencia decisiones desacertadas.

Uno de los dicasterios que requieren una reorientación clara y definida es la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA), que ayuda al Papa en el ejercicio de su suprema misión pastoral con relación a la Vida Religiosa. Ésta reúne alrededor de un millón de personas. El 75% de la Vida Consagrada está constituido por mujeres. La CIVCSVA tiene como misión animar y orientar este carisma del Espíritu en la Iglesia. La Congregación, como toda institución humana, ha procurado realizar su misión con luces y sombras; aciertos y desaciertos. Para evitar los últimos, debería contar con personas preparadas en el campo jurídico y, sobre todo, conocedoras de la pluriforme realidad de la Vida Consagrada en el mundo y de los desafíos que tiene que enfrentar en las diferentes áreas socio-culturales y eclesiales. Es aquí donde la renovación se hace más urgente.

En la selección del personal directivo se debe evitar hacer nombramientos dictados por compromisos o exigencias de promoción de personas o sólo para controlar la Vida Consagrada y someterla a un autoritarismo jerárquico. En una ocasión, un cardenal de la Curia, a quien pregunté el por qué de la designación de ciertas personas que poco conocían de la Vida Consagrada, me respondió que uno había sido nombrado para someter a la disciplina eclesial a los religiosos y religiosas, y que a otro lo habían promovido para removerlo de un cargo que no había podido desempeñar adecuadamente. Un arzobispo, que ocupaba un cargo importante en la CIVCSVA, me confió que, en una audiencia personal con Juan Pablo II, se había atrevido a sugerirle la conveniencia de que los puestos directivos de la misma fueran confiados a ex-superiores generales conocedores de la Vida Consagrada por una amplia experiencia de gobierno a nivel internacional. Así se evitaría, le dijo, la toma de decisiones basada en conocimientos teóricos, en quejas unilaterales de obispos o, peor todavía, en acusaciones de grupos conservadores dentro y fuera de los mismos institutos religiosos. El Papa aprobó la idea y añadió: “Habría que nombrar no sólo ex-superiores generales, sino también ex-superioras generales”. Esta convicción expresada por el Papa habría que tenerla en cuenta en una reestructuración de la CIVCSVA. Es penoso constatar que, a pesar de que el 75% de los consagrados son mujeres, en los cargos de dirección del dicasterio sólo haya una religiosa como subsecretaria. Por otra parte, la predominante visión pesimista que la CIVCSVA tiene de la Vida Consagrada por falta de un contacto directo con su realidad, le impide valorar  todo lo positivo que realizan las personas consagradas. Cuando intenté hacer ver a un Secretario de la Congregación que sólo hablaba de la crisis de la Vida Religiosa lo que la Iglesia le debe en el trabajo evangelizador, justificó sus ataques afirmando que sólo recibía noticias negativas sobre las congregaciones que habían emprendido el camino de renovación conciliar. Ponía, en cambio, como ideal y modelo a seguir en la Vida Religiosa a institutos ultraconservadores.

Esta reforma debería acabar con nombramientos de personas que poco o casi nada saben de la Vida Consagrada o que, incluso, en lugar de reconocer todo lo que ella hace al servicio de la Iglesia, hablan sólo de sus limitaciones y fallos, y frenan sus intentos de renovación para responder con fidelidad creativa a los retos de hoy. La convicción de Juan Pablo II bien podría ser un modo efectivo para reformar la CIVCSVA: poner en los puestos de dirección a ex-superiores y ex-superioras generales y aumentar el número de mujeres que trabajen en ella.

En el nº 2.712 de Vida Nueva.

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