Ángel Astorgano: “El gran peligro de la Escuela Católica es que pierda su identidad”

Secretario general de la Oficina Internacional de la Educación Católica (OIEC)

(Texto y fotos: Victoria Lara) La Oficina Internacional de la Educación Católica (OIEC) es una organización no gubernamental que, desde 1952, trabaja para aglutinar, coordinar y animar a la Escuela Católica de todo el mundo. Su secretario general es, desde 2002, un español: el bilbaíno Ángel Astorgano. Quien fuera secretario general de la Federación Española de Religiosos de la Enseñanza (FERE) entre 1993 y 2001 trabaja ahora en Bruselas, en un organismo que agrupa a unos 45 millones de alumnos de todo el mundo, repartidos en más de 200.000 centros de 102 países de los cinco continentes.

– ¿Qué es lo que aporta la Escuela Católica hoy en día que no ofrece la laica?

En estos momentos, yo suelo decir que el muchacho o la muchacha, a diferencia del pasado, asiste en el día a día a varias escuelas: la de la familia, la formal (la que llamamos propiamente “escuela”), la de la calle, la de los amigos, la de los medios de comunicación, etc. ¿Qué papel tiene aquí la Escuela Católica? Defendiendo que ésta va más allá de dar enseñanza, que va a una educación integral de la persona, esta escuela, junto a la familia, debería ser la iluminadora –no la inquisidora ni la directora– para que los elementos que los alumnos captan en las otras escuelas no les destruyan y sí les orienten en su crecimiento como hombres y mujeres. Ahí, la Escuela Católica tiene una gran tarea que cumplir.

– ¿Cuáles son los principales problemas que esta enseñanza encuentra hoy?

Creo que la Escuela Católica goza de buena salud. Tiene, en general, una valoración social muy intensa, con presencia incluso en zonas de minoría cristiana (India, Indonesia, Tailandia). Los grandes peligros son que, queriendo mejorar su calidad, que es un ansia general en todo el mundo, pierda su identidad. En un mundo en el que avanzamos hacia un estricto secularismo, lo que prima es la excelencia. El olvidar todos estos aspectos, lo que se suele llamar la educación en valores, es uno de los peligros que tiene, en general, la Escuela Católica.

– ¿Cuáles son los principales desafíos de la Escuela Católica para el futuro?

El primero es el tema de la atención a la familia. Cada vez es más importante su presencia educadora en la escuela.

Hay un segundo desafío, no tan generalizado como el anterior, que es la atención a los diferentes. La escuela tiene que dar una educación adecuada en el respeto a esa singularidad y diferencia.

Un tercer desafío sería la incorporación de los laicos, de los seglares, en la acción educativa total. Poco a poco, esto está ocurriendo, pero es una pena que se esté produciendo por obligación y no en el sentido de Iglesia que está abierta a todos.

A estos retos se unen los de la promoción de la calidad y de la identidad.

Más información en el nº 2.712 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, vea la entrevista íntegra aquí.

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