Morder sin contagiar

Rabia

(J. L. Celada) Que esta producción haya conquistado la Biznaga de Oro a la Mejor Película en la última edición del Festival de Málaga sugiere varias lecturas, muchas positivas, aunque vuelve a poner bajo la lente de la crítica un virus (y no es el de la rabia) que parece haberse inoculado en el cuerpo de este arte –jurados incluidos– de un tiempo a esta parte: el escaso aprecio por el noble oficio de la escritura. ¿Por qué, al valorar un trabajo, el guión queda relegado a menudo al papel de figurante (con frase, eso sí)?

Sólo eso (o la pobre cosecha de títulos a concurso) explicaría el galardón obtenido por Rabia, cinta que, por otro lado y como acabamos de apuntar, acredita interesantes méritos en su modo de concebir esta profesión. A cada cual lo suyo. Porque aquí, a donde no llega la pluma, trata de hacerlo una cámara que captura puntos de vista inéditos y planos que proclaman por sí solos las miserias, los secretos y los sentimientos de unos individuos cuyos silenciosos rostros hablan de soledad, indefensión… y rabia.

Amarrado a la que no pocos psicoterapeutas consideran la “hermanastra” de las emociones, el tercer largometraje del ecuatoriano Sebastián Cordero emprende viaje junto a un inmigrante que (nos) va descubriendo los excesos de esa rabia. Sin embargo, lo que comienza como una historia de cine social y de denuncia de las injusticias y el menosprecio que sufre ese colectivo deriva en un inquietante thriller, a caballo entre el género negro y los terrores cotidianos.

Juega un notable papel ese caserón señorial, escenario y metáfora de la decadencia (familiar y social), que realza la claustrofóbica atmósfera donde se dan cita, con eficacia narrativa y elegancia formal, la impotencia, la indignación, los celos, la pasión, la muerte… Desencadenantes (o consecuencias) de esa Rabia, la que avanza hacia un rotundo desenlace al ritmo que marcan las pulsiones irracionales y destructivas de nuestro hombre.

Pero ni un manejo así del tempo ni su atrevido empleo de los recursos fílmicos (fuera de campo, planos secuencia…) rescatan a este drama de tópicos y esquematismos maniqueos en el dibujo de sus personajes. Bien podría decirse que esta Rabia deja sentir por momentos su mordisco certero, aunque dista mucho de resultar contagioso. Se ha extendido tanto el viejo dicho de que “una imagen vale más que mil palabras”, que la letra ha perdido voz (en pantalla) y voto (en las deliberaciones). Preocupante síntoma y mal augurio para una industria huérfana de ideas y un público rendido a la desidia mental del 3D y otros signos de progreso.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Rabia

DIRECCIÓN: Sebastián Cordero

GUIÓN: Sebastián Cordero, sobre la novela homónima de Sergio Bizzio

FOTOGRAFÍA: Enrique Chediak

MÚSICA: Lucio Godoy

PRODUCCIÓN: Guillermo del Toro, Álvaro Augustin, Rodrigo Guerrero, Eneko Lizarraga y Bertha Navarro

INTÉRPRETES: Gustavo Sánchez Parra, Martina García, Concha Velasco, Xavier Elorriaga, Álex Brendemülh, Icíar Bollaín

En el nº 2.710 de Vida Nueva.

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