María Soledad Galerón: “Se considera a la religiosa buena mano de obra, pero no se tiene en cuenta su experiencia”

Vicepresidenta de la Unión Internacional de Superioras Generales

(Texto y fotos: Darío Menor) La española María Soledad Galerón, de las Hermanas de María Inmaculada (Claretianas Misioneras), es la nueva vicepresidenta de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), la organización que reúne a las religiosas de todo el mundo católico. Pausada en las formas pero enérgica en el mensaje, Galerón apuesta por el trabajo conjunto entre diferentes congregaciones y pide más espacio y responsabilidad para las mujeres dentro de la Iglesia: “Hay ocasiones en que se considera a la religiosa una buena mano de obra, pero no siempre se tiene en cuenta su experiencia”.

¿Cómo fue la votación en la que usted resultó elegida?

Queríamos que hubiese una continuidad. Al estar propuesta, era fácil que saliese elegida para formar parte del Ejecutivo, aunque ni esperaba ni pensaba que podía ser nombrada vicepresidenta. De todas formas, no supone una gran responsabilidad. Ésta recae en el equipo como tal, con una gran importancia de la secretaria ejecutiva. Nos piden a veces que acudamos a encuentros o congresos sobre la Vida Religiosa y vamos una de nosotras, aunque no tiene por qué ser siempre la presidenta o la vicepresidenta. Va quien está disponible en el equipo. Nuestra labor principal es atender a nuestras congregaciones y, al tener éstas una dimensión internacional, muchas veces tenemos que estar viajando por el extranjero. Tenemos una relación muy bonita dentro del equipo de Gobierno de la UISG, ya que nos ayudamos y compartimos los papeles.

¿Cuánto tiempo durará su mandato?

Cada año y medio celebramos esta asamblea y, en ella, puede cambiar la presidencia y la vicepresidencia. Ocuparé esta responsabilidad este año y medio, porque dentro de ese tiempo tengo capítulo. Siempre debemos tener en cuenta la disponibilidad dentro de cada congregación.

¿En qué modo se organiza internamente la UISG?

Se constituye a nivel mundial a través de las llamadas “constelaciones”. Son áreas que agrupan a un número determinado de Superioras de una misma zona geográfica o lingüística. A la Asamblea Plenaria puede venir cualquier Superiora General que esté afiliada a la Unión. En la Asamblea de delegadas sólo participan las hermanas que vienen como representantes de sus constelaciones. Somos unas setenta. Entre éstas se decidió que las que formasen el equipo directivo fuesen de la constelación de Roma.

Una vez formada la nueva directiva, ¿cuáles serán los principales temas a tratar?

Queremos profundizar en la cuestión tratada en la Asamblea, que es la mística y la profecía, y cómo vivir desde esta dimensión. Debemos trabajar para vivir de una forma más profunda nuestro ser de Vida Consagrada e intentar lograr una mayor presencia profética en nuestro mundo. Se publicarán en nuestro boletín artículos de hermanas sobre este tema, que también será tratado en seminarios de reflexión. En las visitas y encuentros iremos compartiendo estas cuestiones, mientras que cada Superiora irá filtrándolas también en su propia congregación.

¿Se siente la UISG suficientemente escuchada y tenida en cuenta por la jerarquía eclesial?

Hay una buena relación con el dicasterio para la Vida Consagrada. Tenemos tres reuniones al año entre las dos ejecutivas, en las que tratamos temas que nos incumben a todos. No obstante, creo que no es ningún secreto que, en la vida institucional eclesial, la mujer todavía tiene muy poca presencia. Depende siempre de con quién sea el trato. Tenemos, por ejemplo, muy buena relación con el Consejo Pontificio Justicia y Paz y con la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Por el contrario, hay ocasiones en que a nivel diocesano y parroquial se considera a la religiosa una buena mano de obra, pero no siempre se tiene en cuenta su experiencia, pese a que nosotras estamos en la base, cercanas a la gente. Creo que trabajando todos más unidos y escuchándonos más conseguiremos un enriquecimiento mutuo. En algunos Sínodos estamos presentes, pero no contamos con voto, sólo tenemos voz. Hay experiencias muy buenas, por supuesto, pero creo que todavía queda mucho por hacer. Todos tenemos responsabilidad en ello, ya que a veces nosotras mismas no hemos aceptado responsabilidades en algunas situaciones y luego nos lamentamos por ello. Otras veces ha ocurrido lo contrario: nos hemos ofrecido y no hemos sido aceptadas. Hay de todo, como ocurre en la sociedad, en la que la mujer todavía no ha logrado la igualdad total. En la Iglesia ocurre lo mismo; además, en ella, los cambios son mucho más lentos que en otras estructuras sociales.

Frontera

¿Qué ofrece la mujer a la Iglesia?

Ofrece todo lo que ella es. En la Vida Religiosa, el número de mujeres es enorme, mucho mayor que el de los varones. Cuando hay cualquier lugar de frontera es normalmente la religiosa la que está en la base en activo, en el frente cotidiano. No aparecemos tanto en las áreas de decisión y de reflexión. Sin embargo, se encuentra cada día a la religiosa en la base, en los problemas de tipo sanitario, de promoción social, de acompañamiento en las tragedias, en las situaciones humanas clave. Aporta una sensibilidad e intuición más allá de lo racional que complementa la labor masculina. También aportan las congregaciones femeninas una experiencia en el campo de la humanización. Creo que se trata de valores muy importantes.

¿Cree que existe una representación femenina en los órganos decisorios de la Iglesia demasiado pequeña?

Sí, así es. En cualquier comunidad cristiana que mires, el porcentaje mayoritario son mujeres. Sin embargo, como decía antes, en las áreas de decisión y de reflexión la presencia es mínima. Hay una desproporción, a mi manera de ver, entre el compromiso apostólico de a pie y la presencia en las esferas de decisión.

¿Piensa que esta situación está mejorando y hay más mujeres en puestos de poder o de reflexión en la Iglesia?

Es indudable que ha habido un crecimiento en el campo del estudio, de la investigación e, incluso, de la teología. Se debe, en mi opinión, a los esfuerzos de las congregaciones femeninas. Pese a las dificultades, se ha hecho un esfuerzo para estar presente. Muchas veces se han realizado uniones de religiosas teólogas, que al juntarse e intercambiar posiciones han conseguido que tengamos más fuerza. A nivel universitario hemos crecido mucho, sin duda. Es en la estructura donde falta todavía una presencia mayor.

¿La intercongregacionalidad puede ser una solución a los numerosos retos que afronta la Vida Consagrada?

La intercongregacionalidad ha ido creciendo en estos últimos años de forma muy positiva. En esta Asamblea Plenaria de la UISG se habló de ello y se han compartido experiencias. Hay algunas pequeñas, de congregaciones que comparten una misión. En otros casos no sólo se comparte la misión, sino también la vida. Las hay en el Amazonas, en España con inmigrantes… Aquí, la Confederación Española de Religiosos (CONFER) está abriendo espacios en este sentido. La intercongregacionalidad puede ser la única forma de afrontar muchos retos, ya que ni siquiera las congregaciones grandes tienen una presencia suficiente en todos los países para responder de forma autónoma a las acuciantes urgencias que existen.

dmenor@vidanueva.es

En el nº 2.710 de Vida Nueva.

Compartir