Argentina se une para recordar su historia

Los mensajes episcopales por el Bicentenario llaman a reforzar los lazos de solidaridad, a combatir la pobreza y a defender la vida

(Washington Uranga– Buenos Aires) La celebración del Bicentenario de la Revolución de Mayo de 1810, que abrió el proceso independentista de Argentina, dio lugar a múltiples festejos que atravesaron el país, sumando entusiastamente a millones de personas (ver recuadro). La Iglesia católica, artífice fundamental de la historia y la cultura de este país rioplatense, también se hizo presente, en particular a través de actos litúrgicos de acción de gracias celebrados en todas las catedrales, según lo dispuesto por la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) en su última Asamblea del año anterior.

Sin embargo, tales conmemoraciones no quedaron al margen de la controversia política, dado que tanto el Gobierno como los principales dirigentes de la oposición habían adelantado actitudes que hacían temer por la “politización” de esos actos religiosos. No obstante, la prudencia puesta en juego tanto por los obispos como por los propios políticos bajó el tono del debate y permitió que las celebraciones litúrgicas transcurrieran sin mayores sobresaltos.

La ceremonia principal tuvo lugar en la basílica de Nuestra Señora de Luján, patrona nacional, a 70 kilómetros de la capital. El acto fue presidido por el arzobispo local, Agustín Radrizzani, y al mismo asistieron la presidenta, Cristina Fernández; su esposo, el ex presidente y actual diputado, Néstor Kirchner; los miembros del Gabinete y las principales figuras del oficialismo. Al mismo tiempo, en la catedral de Buenos Aires, el cardenal Jorge Bergoglio presidió otro Tedeum para el que no se hicieron invitaciones oficiales, pero en el que participó el Jefe de Gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri, uno de los principales opositores al Gobierno, y varios dirigentes de su partido. Otros líderes, como los diputados Felipe Solá y Elisa Carrió, optaron por no asistir a ninguna de las dos ceremonias. El vicepresidente Julio Cobos, seriamente enfrentado con la presidenta, viajó a su provincia natal, Mendoza, para participar en el acto que presidió el arzobispo, José María Arancibia.

En Buenos Aires, el cardenal Bergoglio, presidente de la CEA, prefirió dejar de lado la homilía y utilizó ese espacio para volver a leer el documento emitido por el Episcopado el 10 de marzo, bajo el título La Patria es un don, la Nación una tarea. En él, los obispos señalan –entre otros temas– que “la calidad institucional es el camino más seguro para lograr la inclusión de todos en la comunidad nacional”, indicando también que “la celebración del Bicentenario merece un clima social y espiritual distinto al que estamos viviendo”; por lo cual, “urge recrear las condiciones políticas e institucionales que nos permitan superar el estado de confrontación permanente que profundiza nuestros males”.

Todas las homilías en los actos de acción de gracias por la independencia llamaron a reafirmar la necesidad de esa calidad institucional, a reforzar la solidaridad y a combatir la pobreza. Muchos obispos insistieron también en la “defensa de la vida”, saliendo al paso de iniciativas que defienden despenalizar el aborto, y criticaron la propuesta, que ya tiene media sanción del Congreso, de legalizar las uniones entre personas del mismo sexo otorgándoles la condición de matrimonio.

Cuatro ejes

En Luján, Radrizzani le transmitió a la presidenta y a los asistentes el saludo de todos los obispos, y luego construyó su homilía sobre la base de cuatro ejes: memoria, identidad, reconciliación y desafíos. El arzobispo sostuvo que, entre los agradecimientos que debe dar hoy el pueblo argentino, debe ubicarse “la posibilidad de convivir en paz aborígenes, mestizos e inmigrantes”, que han dado lugar a una cultura, “entendiendo por ello el modo de vida de un pueblo, abarcando todos los aspectos: los valores que lo animan y los desvalores que lo debilitan”.

Añadió el prelado que “el Bicentenario es un desafío insoslayable para la democracia argentina”, porque se pone en juego la capacidad de ser una nación “cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común”, sin dejar de lado “la ocasión propicia y hasta necesaria para una mayor integración al continente, a la América Latina que conforman nuestros hermanos más cercanos: la patria grande soñada por San Martín y Bolívar”.

En Santa Fe, el arzobispo José María Arancedo advirtió que “la pobreza lleva a la marginalidad”, porque “al que no se le integra y participa de los bienes de la sociedad se le margina”, e insistió en que “pertenece a la calidad institucional mejorar el sistema político y la calidad de la democracia para que no sea sólo formal, sino real y participativa”. Palabras que secundó en Mendoza Arancibia, quien dijo que “necesitamos líderes capaces, honestos y con espíritu de servicio” y que “no podemos olvidarnos de los pobres y de quienes sufren en su cuerpo y en su ánimo”.

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CINCO DÍAS DE FESTEJOS


El 25 de mayo Argentina inició un período de seis años durante los que se conmemora el Bicentenario de los acontecimientos ocurridos desde la Revolución de Mayo de 1810 hasta la declaración de la independencia, el 9 de julio de 1816. Con ese motivo, el Gobierno programó una serie de festejos entre los días 21 y 25 de mayo, que tuvieron su centro en Buenos Aires. Durante esas jornadas, según estiman los organizadores y medios periodísticos, cerca de seis millones de personas se reunieron festivamente a lo largo de la Avenida 9 de julio, una de las céntricas arterias de la capital argentina, para integrarse en recitales musicales, desfiles militares, visitas a los stands que montaron las provincias y repasar la Historia.

Los medios de comunicación multiplicaron los efectos de los festejos, que por expresa decisión del Gobierno de Cristina Fernández, tuvieron un claro signo latinoamericanista. Seis presidentes vecinos estuvieron aquí para la celebración: el chileno Sebatián Piñera, el ecuatoriano Rafael Correa, el brasileño Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva, el paraguayo Fernando Lugo, el venezolano Hugo Chávez y el uruguayo se sumaron a las celebraciones.

La fiesta desbordó de fervor popular, incluso muy por encima de las previsiones de los organizadores. Hubo recitales musicales, que fueron desde el rock hasta el folclore y la música latinoamericana. Artistas invitados llegaron desde todo el país y de otras naciones del continente. Entre lo más espectacular, destacó un desfile de carrozas con motivos alegóricos al Bicentenario y un grupo de teatro integrado por más de dos mil artistas representando funciones al aire libre y en escenarios colgantes y móviles. No faltaron tampoco los desfiles históricos militares, con regimientos llegados de otros países latinoamericanos, los autos antiguos y la gastronomía regional.

Se ha podido saber que para estos actos iniciales el Gobierno invirtió unos 69 millones de pesos (el equivalente a 17,25 millones de dólares estadounidenses). Todas las evaluaciones de lo realizado son positivas, fundamentalmente por el clima de concordia y la ausencia absoluta de cualquier inconveniente y disturbio, a pesar de su carácter masivo. Por esta misma razón, el Gobierno planea trasladar los festejos a las provincias en los próximos meses, aunque de manera más acotada a lo realizado en Buenos Aires.

wuranga@vidanueva.es

En el nº 2.710 de Vida Nueva.

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