Rafael Sanus, “obispo, maestro, educador”

Osoro abrazó con emoción a Sanus en su toma de posesión

(José Ramón Navarro Pareja– Valencia) Había acabado la misa de su toma de posesión como arzobispo de Valencia y mientras Carlos Osoro recorría la catedral saludando a los fieles, Rafael Sanus aguardaba a los pies del altar. Fue allí donde, hace un año, el nuevo pastor diocesano se unía a él en un emocionado abrazo. Un simbólico gesto, secundado con un prolongado aplauso, que suponía su reconocimiento al legado de quien fuera obispo auxiliar de la diócesis durante doce años. De hecho, el pasado viernes, cuando se conocía la muerte de Sanus, Osoro destacaba, amén de su “inteligencia especial” y la “amistad entrañable” que les unía, la “gran obra” que el prelado desarrolló en la archidiócesis.

Don Rafael nació en Alcoy hace 78 años. Un accidente de infancia le hizo perder su brazo izquierdo. Mucho después, ello obligaría a una dispensa papal tanto para su ordenación sacerdotal como para su consagración episcopal. En 1988, Juan Pablo II le nombró auxiliar de Valencia, siendo arzobispo Miguel Roca. Su cercanía al clero, de quien fue “obispo, maestro y educador”, facilitó que fuera elegido administrador diocesano tras la muerte en accidente de Roca, cargo que desempeñó hasta la llegada del hoy cardenal emérito, Agustín García-Gasco.

Con él continuó como auxiliar, aunque pronto se evidenció la falta de sintonía entre ambos. “El arzobispo y yo coincidimos en el credo, es decir, en el contenido de la fe, pero en la manera de explicarlo ya discrepamos”, explicaría años después. El sentirse “marginado” por García-Gasco, la diversa forma de entender la Iglesia y su diferente sensibilidad a la hora de relacionarse con el mundo político valenciano le llevó a presentar su renuncia, que le fue aceptada en noviembre de 2000. Sanus dijo que se vio en el dilema de renunciar como obispo o perder la fe. Y optó por lo primero.

Las discrepancias con García-Gasco se agudizaron porque Sanus, como destacó Carlos Osoro en su funeral, fue “muy libre para decir lo que él ha creído conveniente en todo momento”.

En el nº 2.708 de Vida Nueva.

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