Profesores de Religión: adiós a los estereotipos

Laicos, formados y comprometidos, nuevo perfil del docente de Religión, según un informe de la Fundación SM

(Miguel Ángel Malavia) En un tiempo marcado por la conciencia general de que España necesita un profundo consenso para alcanzar un Pacto Educativo que otorgue estabilidad a la hora de elevar nuestro sistema de enseñanza al nivel de su contexto europeo –pese a que el proceso de diálogo, en la práctica, parece anclado por las discrepancias entre Gobierno y Oposición–, siempre surgen puntos considerados como “conflictivos”. Uno de ellos es la asignatura de Religión. En torno a ella, a lo largo de la actual etapa democrática, han surgido todo tipo de cuestionamientos: ¿Debe impartirse en la escuela pública? ¿Es el equivalente a la catequesis en las aulas? ¿Ha de ser o no evaluable? ¿Es un derecho básico de las familias el poder elegirla o responde a un privilegio de la Iglesia impropio de estos tiempos? ¿Cuál ha de ser el papel de otras confesiones, como la musulmana, muy significativas en determinados contextos locales?

Sin embargo, más allá de esos debates, ¿qué es lo que se piensa y experimenta sobre esta cuestión en el día a día de las aulas? A esa pregunta trata de responder Carlos Esteban, director de la revista Religión y Escuela (PPC), quien ha elaborado para la Fundación SM un informe sobre la situación real de la asignatura en el sistema educativo, sirviendo además como aclaración de ciertos estereotipos (“los profesores de Religión carecen de formación”, “las clases no se guían por criterios pedagógicosos y son meramente moralizantes”…) que, analizando los datos, parecen no concordar con la realidad.

Para ello, Esteban ha empleado un riguroso método estadístico basado en encuestas dirigidas a familias, alumnos y profesores ligados a la clase de Religión. Sus conclusiones son múltiples, pero la principal es la evidencia de que hoy se desarrolla “un nuevo concepto de enseñanza de la Religión”, cuya evolución ha tenido su origen en un documento de los obispos españoles que marcó un antes y un después, La enseñanza religiosa escolar, su legitimidad, carácter propio y contenido (11 de junio de 1979). A partir de él, se “expresó formal y oficialmente un nuevo paradigma para comprender la enseñanza de la religión en el sistema educativo desde las finalidades propias de la escuela. Los catecismos dieron paso a los libros de texto, el modelo pedagógico se transformó en escolar, la obligatoriedad desapareció y las otras religiones iniciaban su camino en nuestro sistema educativo”.

Cinco mil encuestados

El estudio sociológico, bajo el título Protagonistas de la clase de Religión, busca precisamente eso, conocer con exactitud cuáles son las opiniones y valoraciones de esta materia por parte de los grupos implicados en ella. Así, han respondido a individualizados cuestionarios alumnos (3.808), profesores (433) y familias (2.182). Tan amplio panorama se completa teniendo en cuenta que todos ellos están agrupados según su tramo escolar (Primaria, Secundaria y Bachillerato) y el carácter de los centros (públicos, concertados y privados). Fruto del análisis, el autor se congratula de que el estudio pueda “contribuir a una mayor normalización de la presencia de la clase de Religión en el currículo escolar y en la percepción social”. Y es que, en medio del “impacto mediático” de algunos debates que conducen a “reduccionismos que acaban por convertir a la enseñanza de la religión en un problema”, es útil escuchar la versión de los colectivos protagonistas, comprobando cómo es algo generalizado contemplar la asignatura desde esa perspectiva de “normalización”.

Normalidad que parte de la desmitificación de ciertos supuestos que a veces se dan por establecidos. En primer lugar, la clase de Religión no es catequesis, como ha recordado recientemente la Sagrada Congregación para la Educación Católica: “Es diferente y complementaria a la catequesis. (…) Ésta propone la adhesión personal a Cristo (…) y la enseñanza escolar de la religión transmite a los alumnos los contenidos sobre la identidad del cristianismo”.

Del mismo modo que, aclara Esteban, la identidad del profesorado de Religión no concuerda con la que el estereotipo ofrece de él: “Quizá persista en el imaginario colectivo una percepción de que los profesores de Religión son muy pocos, vinculados a la acción catequética, sin titulación universitaria ni preparación pedagógica, pero la realidad actual es bastante diferente: hablamos de miles de profesores, todos ellos titulados universitariamente, con doble carrera universitaria en más de un 67% en el caso de Secundaria, con un activo compromiso de formación permanente, implicados socialmente en clave de justicia y solidaridad –un 70% son voluntarios en  temas de acción social–, con notable tejido asociativo y sindical, comprometidos en otras tareas eclesiales –el 97,9% es creyente, el 87,5% mantiene una marcada práctica religiosa y el 65,1% está vinculado a alguna parroquia o grupo religioso–, comprando más de cuatro libros al año y formados en el uso de las nuevas tecnologías”. Otro dato es que los docentes de la asignatura son en su inmensa mayoría laicos. Queda lejana ya la imagen del cura de la parroquia del barrio o del pueblo dando clase en la escuela… Al menos, ya no es, en absoluto, predominante.

Algo parecido, en cuanto al compromiso social y eclesial (aunque con una lógica menor implicación, a causa de la edad y la madurez que ésta conlleva), sucede con el alumnado que recibe formación religiosa. De los chicos encuestados, el 82% se dice preocupado por la justicia y la solidaridad, y el 84% por la ecología. En cuestiones de fe, un 74,8% se confiesa católico, por un 6% que es ateo. Además, el 57,7% vería bien que en clase de Religión también se profundizara en el estudio de los derechos humanos. Fuera de las aulas, el 40,9% forma parte de algún grupo o asociación juvenil, participando el 17,7% en tareas de voluntariado. En su compromiso con la Iglesia, el 40% se define como practicante habitual y el 34,9% desarrolla vida parroquial o está vinculado a alguna orden religiosa o movimiento seglar.

En el caso de las familias, ya se denotan ciertas diferencias en comparación con el compromiso social de profesores y alumnos. Mientras que hasta el 81,8% de los padres están casados por la Iglesia, y en su gran mayoría se declaran católicos –el 88,5% de las madres y el 77,8% de los padres–, el porcentaje de los mismos que colabora en actividades eclesiales o de voluntariado desciende respecto a los hijos. Así, un 24,7% son los que participan en alguna parroquia, movimiento o congregación, siendo el 24,2% los que colaboran en alguna organización solidaria.

Sin apenas diferencias

Otro dato a tener muy en cuenta, como resalta Esteban, es que “no hay demasiadas diferencias entre los alumnos de centros públicos y religiosos”. Así, “una de ellas es sobre la evaluación, siendo los alumnos de centros privados y concertados los que creen que la clase de Religión no debería ser evaluable, mientras que en los centros públicos este porcentaje es menor, lo que revela una mayor percepción del carácter académico de las asignatura, mientras que en los centros con ideario religioso la clase de Religión se sitúa en una órbita vivencial y de la pastoral”.

En general, profesores, padres y alumnos coinciden en otro tipo de valoraciones, como es su visión del actual sistema educativo. El sentir general es que la enseñanza en España atraviesa por una etapa de cierta caída. Entre los padres, el 60% opina que el sistema de la EGB y BUP era mejor que el de ahora, apostando un 76% por que la solución estaría en un Pacto Educativo. La opinión de los profesores es mucho peor: sólo un 35,8% aprueban el sistema educativo, y hasta un 69,1% considera que no funciona bien. Piensan que ha mejorado en la etapa democrática, aunque en los últimos diez años se ha concretado su decadencia –un 59,8% prefería el modelo de BUP y EGB, achacando la causa a la LOGSE un 41,8%–. En general, son más críticos los de la pública que los de centros privados y concertados. En lo que sí coinciden, hasta un 76,4%, es en que la mejora llegaría con un Pacto Educativo. Entre los alumnos, un 85,5% siente que la exigencia y el esfuerzo son necesarios para el estudio, criticando un 34% al modelo vigente por no exigirles todo lo que debería.

En cuanto a asignaturas que han sido conflictivas en los últimos tiempos, como Educación para la Ciudadanía (EpC), el 40% de las familias mantienen que ésta era una opción “innecesaria”. Proporción que asciende al 45% en la concertada y se queda en un 33% en la pública. Entre el profesorado, se mantiene una parecida opinión: es un 43,4% el que niega la idoneidad de EpC. Eso sí, tan sólo un 21% la percibe como una “amenaza” para la clase de Religión.

En conclusión, pese al revuelo mediático que en muchas ocasiones gira en torno al papel de la Religión en la Escuela, y aunque aún prevalezcan ciertos prejuicios y aparentes contradicciones –resulta llamativo comprobar cómo, según las encuestas del estudio, la cuarta parte de los padres de hijos que cursan formación religiosa consideran esta opción como “un privilegio de la Iglesia más propio de tiempos pasados que de los actuales”–, lo cierto es que, acudiendo a los protagonistas que viven el día a día de la asignatura, los ecos sólo hablan de normalidad y frutos productivos: padres satisfechos con las clases en un 77,5%, profesores bien preparados, ilusionados y pedagogos antes que catequistas, y alumnos con espíritu crítico y comprometidos con la sociedad en la que viven. Condimentos, éstos, que aportan y enriquecen. Porque, se quiera o no, se parta desde la concepción antropológica que sea (incluso desde el agnosticismo o el ateísmo), el mundo del siglo XXI no se comprende sin las raíces ideológicas, identitarias, históricas y espirituales que lo han configurado.

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RESPUESTAS QUE DAN QUE PENSAR

  • La clase de Religión la escogen el 74% de los alumnos. Cuestionados éstos sobre si pudieran elegir Matemáticas o Lengua, sólo el 63% elegiría la primera y el 61% la segunda, siendo ambas las dos materias más valoradas por los estudiantes.
  • El 16% de los profesores de Religión creen que esta asignatura acabará desapareciendo de las escuelas. El 28% de las familias comparte esta opinión.
  • No llegan a la mitad, un 44%, los profesores de Religión que se sienten valorados por la Iglesia en su trabajo.
  • El 49,1%  de los padres eligen Religión para sus hijos sin consultar a éstos –un 33% de los alumnos piensan, erróneamente, que es obligatoria–. Y el 72% considera que esta clase es un derecho de las familias. A la vez, hasta un 37% de los progenitores no está de acuerdo en que la matriculación de sus hijos en un centro religioso conlleve la obligación de apuntarlos a Religión.
  • El 59% de los alumnos considera que la homosexualidad no es un problema, por un 20% que sí. Ambos porcentajes han invertido su tendencia, en parámetros casi simétricos, en comparación con un estudio de la Comisión Episcopal de Enseñanza de 1998.
  • El 39,3% de los profesores de Religión creen que ésta debería tener un enfoque no confesional y ser obligatoria para todos los alumnos. Proporción que se eleva hasta un 59,6% por los que se decantarían por una cultura religiosa obligatoria. La mitad de los docentes ven con buenos ojos que el sistema educativo acoja a otras creencias como una opción para las familias, siendo sólo un 10% los que opinan que la católica debería ser la única.

En el nº 2.708 de Vida Nueva.

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