“Los ataques a la Iglesia nacen de su propio pecado”

(Antonio Pelayo– Enviado especial a Portugal) Así como las declaraciones del Papa sobre el sida en el avión que le conducía a Camerún (17-3-2009) condicionaron negativamente todo su viaje, en parte ha sucedido lo mismo esta vez, pero en positivo. La semana pasada ya informamos sobre ello, pero creo necesario dar la respuesta íntegra de Benedicto XVI a la pregunta que quería unir el Mensaje de Fátima con los abusos sexuales. Su lectura es imprescindible para entender lo que quiso decir, y no lo que intérpretes azorados y superficiales pretendieron que había dicho (revelación de un cuarto o quinto misterio de Fátima y otras majaderías).
“En 2000, al presentar [el Mensaje de Fátima], dije que una aparición, es decir, un impulso sobrenatural, que no proviene sólo de la imaginación de la persona, sino en realidad de la Virgen María, de lo sobrenatural, que tal impulso entra en el sujeto y se expresa según las posibilidades del sujeto. El sujeto está determinado por sus condiciones históricas, personales, temperamentales y, así, traduce ese gran impulso sobrenatural en sus posibilidades de ver, de imaginar, de expresar; pero en estas expresiones articuladas por el sujeto se esconde un contenido que va más allá, más profundo, y sólo en el curso de la historia podemos ver toda la hondura, que estaba, digamos, ‘vestida’ en esta visión posible a las personas concretas.

Así, diría también aquí que, además de esa gran visión del sufrimiento del Papa, que podemos relacionar en primera instancia con el papa Juan Pablo II, se indican realidades del futuro de la Iglesia, que poco a poco se desarrollan y se muestran. Por eso, es cierto que, más allá del momento indicado en la visión, se habla, se ve la necesidad de una pasión de la Iglesia, que naturalmente se refleja en la persona del Papa, pero el Papa está por la Iglesia y, por tanto, son sufrimientos de la Iglesia los que se anuncian.

El Señor nos ha dicho que la Iglesia sufriría siempre, de forma diversa, hasta el final del mundo. Lo importante es que el mensaje, la respuesta de Fátima, no tiene que ver sustancialmente con devociones particulares, sino con la respuesta fundamental, es decir, la conversión permanente, penitencia, oración y las tres virtudes cardinales: fe, esperanza y caridad. Así, vemos aquí la respuesta auténtica y fundamental que la Iglesia debe dar, que nosotros, cada persona, debemos dar en esta situación.

La novedad que hoy podemos descubrir en este mensaje reside en el hecho de que los ataques al Papa y a la Iglesia no sólo vienen de fuera, sino que los sufrimientos de la Iglesia proceden precisamente del interior de la Iglesia, del pecado que existe en la Iglesia. También esto se ha sabido desde siempre, pero hoy lo vemos de una forma aterradora: que la mayor persecución de la Iglesia no procede de los enemigos externos, sino que nace del pecado en la Iglesia y que la Iglesia, por tanto, tiene una necesidad profunda de volver a aprender la penitencia, de aceptar la purificación, de aprender, por una parte, el perdón, pero también la necesidad de la justicia. El perdón no sustituye a la justicia.

En una palabra, debemos volver a aprender esto que es esencial: la conversión, la oración, la penitencia y las virtudes teologales. Así respondemos, somos realistas al esperar que el mal ataca siempre, ataca desde el interior y el exterior, pero también las fuerzas del bien están siempre presentes y, al final, el Señor es más fuerte que el mal, y la Virgen, para nosotros, es la garantía visible y materna de la bondad de Dios, que es siempre la última palabra en la historia”.

apelayo@vidanueva.es

En el nº 2.708 de Vida Nueva.

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Ver la crónica-resumen del viaje: Benedicto XVI en Portugal: estímulo para creyentes y no creyentes

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