Hemos de escuchar a nuestros contemporáneos

Discurso inaugural de Claudio Maria Celli en el Congreso para la Comunicación en América Latina y El Caribe

(Vida Nueva) En vísperas de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (16 de mayo), ofrecemos extractado el discurso inaugural del Congreso para la Comunicación en América Latina y el Caribe, celebrado recientemente en Porto Alegre (Brasil). En él, Claudio M. Celli, presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, aporta intuiciones para “impulsar una comunicación más justa, solidaria y pacífica”.

“Al contemplar nuestras sociedades desde un punto de vista socio-económico, detectamos grandes y complejos contrastes. Hay muchas potencialidades, avances tecnológicos y organizativos. Pero, ¿cómo ignorar la enorme distancia entre ricos y pobres, incluso en nuestros países llamados cristianos? (…) La comunicación es un factor importante que puede contribuir a una mayor equidad o, por el contrario, perpetuar estructuras de injusticia y violencia, producto de ideologías y prejuicios que esclavizan al ser humano. La sociedad espera de los medios, grandes y pequeños, una actitud y un compromiso responsables y debe ser exigente en este sentido.

Preguntaba Benedicto XVI en Aparecida: ‘¿Cómo puede contribuir la Iglesia a la solución de los urgentes problemas sociales y políticos, y responder al gran desafío de la pobreza y la miseria?’. Señalaba, a este propósito, que tanto el capitalismo como el marxismo prometieron encontrar el camino para la creación de estructuras justas y afirmaron que funcionarían por sí mismas. Sus promesas han demostrado ser falsas. Donde Dios está ausente –el Dios del rostro humano de Jesucristo–esos valores no se muestran con toda su fuerza.

Por eso, este encuentro puede ser ocasión para una autoevaluación sobre nuestro servicio y testimonio como comunicadores católicos hacia dentro y hacia fuera de la Iglesia, despojándonos de posibles preconceptos que sólo nos limitarían. Profundicemos en el hecho mismo de la comunicación, y no sólo en lo referido a los medios.

Asistimos a un sistema comunicativo fluido, complejo y poliédrico. Los blogs y las redes sociales son espacios de encuentro y difusión muy importantes. Son cada vez más los usuarios/productores de información, lo cual ha hecho crecer la participación popular en la dinámica comunicativa, pues incluso los medios de masas se hacen eco de los pequeños medios personales, como sucedió recientemente en Haití. Por eso urge la inclusión de los que han quedado fuera en este diálogo social, para que puedan expresarse libremente y con responsabilidad como corresponde a todo usuario/productor.

El mundo informativo de hoy es transversal, multimedia, inmediato, prácticamente incontrolable, en cierto modo efímero, y crea una nueva cultura que incide en la mentalidad contemporánea. Los nuevos medios también se están asumiendo en los contextos de la comunicación para el desarrollo, que integra la comunicación estratégica y organizativa como factor real que contribuye al progreso de las comunidades, pues ellas mismas se vuelven protagonistas de su propia transformación. Hay que impulsar estos procesos, en los que se inscriben muchas radios comunitarias y locales, ‘para fortalecer las nuevas formas de participación en la política nacional e internacional que tienen lugar a través de las organizaciones de la sociedad civil’. Obviamente, ‘no basta progresar sólo desde el punto de vista económico y tecnológico. El desarrollo necesita ser auténtico e integral’, y ‘Dios es el garante del verdadero desarrollo del hombre’, como nos recuerda el Papa en su última encíclica Caritas in veritate.

El Documento de Aparecida describe la situación de manera muy aguda: ‘La eficacia de los procedimientos alcanzada mediante la información, no logra satisfacer el anhelo de dignidad inscrito en lo más profundo de la vocación humana. (…) La persona humana es, en su misma esencia, aquel lugar de la naturaleza donde converge la variedad de los significados en una única vocación de sentido’ (n. 42). El mero hecho de que los medios de comunicación multipliquen las posibilidades de interconexión y circulación de ideas no garantiza la libertad ni globaliza el desarrollo y la democracia para todos. Como dice el Papa en esa encíclica: ‘Para alcanzar estos objetivos se necesita que los medios de comunicación estén centrados en la promoción de la dignidad de las personas y de los pueblos, que estén expresamente animados por la caridad y se pongan al servicio de la verdad, del bien y de la fraternidad natural y sobrenatural’. Los comunicadores hemos de orientarnos al desarrollo integral de la persona y de la comunidad. ¡No perdamos de vista este objetivo!

La Iglesia como cuerpo vivo en la sociedad-red

El esfuerzo para crear vínculos de comunicación y fraternidad no puede dirigirse sólo hacia fuera de la Iglesia. Hemos de hacer examen de conciencia y ver si en nuestras comunidades vivimos los valores comunicativos que deseamos impulsar en el mundo. Estamos llamados a ser sal y luz, a promover una cultura de ‘respeto, de diálogo, de amistad’ que impulse mayor justicia, paz y solidaridad con la comunicación digital –como lo pidió el Papa en su 43º mensaje para Jornada Mundial de las Comunicaciones–. La comunidad cristiana misma como Pueblo de Dios tiene que ser ese espacio donde los valores del Reino se vivan con coherencia, de manera efectiva. Al menos hemos de mantener una constante tensión hacia esa coherencia vital.

Nos hallamos en la llamada ‘sociedad-red’, ya que la tecnología digital de comunicación se estructura en forma de redes. Ello ha lanzado con mayor fuerza el concepto de ‘redes sociales’ y la consideración de los grupos humanos como redes de nodos interconectados que se comunican entre sí. Pero a nosotros, esta imagen de la red nos evoca otra mucho más profunda y vital: la Iglesia como cuerpo, el Cuerpo místico de Cristo. San Pablo, en su segunda carta a los Corintios, recuerda: ‘Del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo. Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu’. (2 Cor 12, 4-21). Somos, pues, mucho más que una red. Somos un cuerpo vivo, animado por el Espíritu Santo, y ninguno de los miembros de la Iglesia debe estar excluido y olvidado. La comunicación es para la promoción de la comunión. Y hemos de expresarla y promoverla desde dentro de las comunidades mismas. La comunicación interna de nuestras comunidades es un aspecto que no podemos descuidar. Por eso el Santo Padre anima a los sacerdotes, en su Mensaje para la Jornada de las Comunicaciones de este año, a ser eficaces comunicadores y portadores de Cristo en la cultura digital.

La primera tarea que tenemos como discípulos del Señor es lograr que el cuerpo esté bien comunicado; que no haya nodos sin conexión, pues cada uno tiene mucho que aportar y que recibir. Por eso es prioritario reducir la brecha digital incluso dentro mismo de la Iglesia, para poder hacerlo también fuera. Son innumerables las buenas prácticas que han abierto camino. Este Congreso reúne a muchas instituciones que favorecen la inclusión digital y el trabajo en red (…). El CELAM y nosotros hemos impulsado la Red Informática de la Iglesia en América Latina (RIIAL) y sus instituciones de servicios continentales. La RIIAL tiene como prioridad ‘llegar hasta los últimos’, allá donde haya comunidades aisladas y empobrecidas. Y no sólo dotar de tecnología, sino generar una auténtica cultura digital solidaria, orientada a la comunión. Otro proyecto creado por nuestro Pontificio Consejo con el CELAM, Signis, CAMECO y otras instituciones, es el portal intermirifica.net, destinado a favorecer los vínculos de conocimiento mutuo entre las iniciativas católicas de comunicación. Es el primer directorio eclesial global on-line de iniciativas católicas de radio, televisión y producción audiovisual (www.intermirifica.net). En síntesis, vemos con especial interés los proyectos que expresan e impulsan la comunión en el interior de la Iglesia. (…)

Al mismo tiempo, no estamos destinados a agotar nuestra acción en la comunión interna. Como decía al principio, la Iglesia nace para comunicar a Jesucristo a toda criatura. Y a esa misión es a la que los Obispos en Aparecida han convocado al pueblo de Dios.

La diaconía de la cultura y el ‘patio de los gentiles’

Para ser misioneros hemos de ser discípulos. Por eso, paradójicamente en la cultura de la comunicación, nuestra primera tarea es callar y escuchar. Contemplar en profundidad, primero que nada el Misterio divino, dedicando tiempo y espacio a estar con el Señor, que es la Palabra de vida, a solas y en comunidad, para llenarnos de su amor y de su misericordia. La oración no es una huida del mundo. Muy por el contrario, el amor de Cristo es puro dinamismo, una fuerza que busca incansablemente al ser humano para que sea libre, y en el amor encuentre su plenitud y felicidad. Por eso la oración auténtica desemboca siempre en el servicio diligente. Sólo desde el silencio podemos sentir hondamente el palpitar del mundo, escuchar los gozos y las esperanzas, las fatigas y dolores de nuestros hermanos para comprenderlos y servirlos.

Los primeros cristianos, en una sociedad con algunas similitudes con la nuestra, no consideraron su anuncio misionero como una propaganda que debía servir para aumentar el propio grupo, sino como una necesidad intrínseca que derivaba de la naturaleza de su fe. El Dios en el que creían era el Dios de todos, el Dios uno y verdadero que se había mostrado en la historia de Israel y finalmente en su Hijo, dando así la respuesta que tenía en cuenta a todos y que, en su intimidad, todos los hombres esperan, era lo que todos buscaban. ‘Anunciaban a Aquél que las personas ignoran y sin embargo, conocen: el Ignoto-Conocido; Aquél que buscan, al que, en lo profundo, conocen y que, sin embargo, es el Ignoto y el Incognoscible’. (Benedicto XVI, Encuentro con el mundo de la cultura. París, 12 de septiembre de 2008).

Y hemos de escuchar también a nuestros contemporáneos. La mayoría de las personas buscan puntos de apoyo en medio de lo fugaz, anhelan verdades perennes, no pocas veces aplicando sólo las fuerzas de su razón. Este camino no es equivocado si se recorre con sinceridad y humildad, pues conduce hasta la frontera del Misterio. Encontrar a Dios y dejarse encontrar por Él es la vocación de toda persona; la Iglesia existe para facilitar ese encuentro. ‘También en el mundo digital se debe poner de manifiesto que la solicitud amorosa de Dios en Cristo por nosotros no es algo del pasado, ni el resultado de teorías eruditas, sino una realidad muy concreta y actual. La pastoral en el mundo digital debe mostrar a las personas de nuestro tiempo y a la humanidad desorientada de hoy que Dios está cerca; que en Cristo todos nos pertenecemos mutuamente. Ésta es una de las formas en que la Iglesia está llamada a ejercer una diaconía de la cultura en el continente digital. (Mensaje para la 44ª. Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2010)’.

Nuestra misión de comunicadores ‘para que nuestros pueblos en Él tengan vida, es manifestar que en Jesús se encuentra el sentido, la fecundidad y la dignidad de la vida humana’ (Documento de Aparecida)’. Claro que los medios eclesiales de comunicación en el contexto latinoamericano deben promover la justicia social y la solidaridad, pero ello no es en sí mismo suficiente. Con el Evangelio en las manos y en el corazón, hemos de continuar preparando los caminos que conducen a la Palabra de Dios, sin descuidar una atención particular a quien está en actitud de búsqueda. Más aún, procurando mantener viva esa búsqueda como primer paso de la evangelización (Mensaje para la 44ª. Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales).  ¡Qué desafío… pero qué gran valor y dignidad se confiere al ser humano en su lucha por un mundo mejor y más justo!

Así, hemos de crear nuevos espacios de encuentro y de diálogo. El Papa [en el Mensaje para la Jornada de las Comunicaciones Sociales] ha usado una expresión muy bella que nos ilustra la evangelización a las personas que están alejadas de la comunidad. ‘Así como el profeta Isaías llegó a imaginar una casa de oración para todos los pueblos, quizá sea posible imaginar que podamos abrir en la red un espacio –como el patio de los gentiles del Templo de Jerusalén– también a aquéllos para quienes Dios sigue siendo un desconocido’.

Este ‘patio de los gentiles’ es un lugar acogedor donde escuchar y expresarse. La comunicación es ante todo un acto de amor y de servicio. Nuestra escucha debe desembocar en servicio a las personas según su propia cultura, a través de la comunicación. Si somos discípulos y misioneros, hemos de realizar esa diakonía de la cultura por amor a nuestros contemporáneos. Cristo, que lava los pies a sus discípulos, es el icono de una comunicación que sirve. ¿Cómo? No sólo efectuando proyectos, sino con un estilo de realizarlos: con respeto, abiertos al diálogo y a la amistad. Un estilo que es en sí mismo ya anuncio y mensaje por su finura, atención a los débiles, capacidad de atravesar las barreras ideológicas y los prejuicios de cualquier signo y servir a la persona concreta. El icono de este estilo es el Diácono Felipe, que se acerca al carro del eunuco de la Reina Candace, camina con él, escuchando y compartiendo su búsqueda, y sube a su carro para comunicarle la Buena Nueva de manera personalizada, según su comprender y su cultura.

Realicemos nuestra comunicación con amor, respeto, con apasionada esperanza en la acción del Espíritu Santo que toca los corazones. Respondiendo a la misión convocada por los Obispos de América Latina desde Aparecida, los comunicadores han de ser activos operadores de paz y tejedores de redes a través de los medios, sean éstos pequeños, personales o de masas. ‘Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia’ (Mt 5, 6-7)”.

En el nº 2.706 de Vida Nueva.

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