“Mi hijo me dio fuerzas para seguir luchando”

Madres que, a pesar de las dificultades, apostaron por la vida

(Marina de Miguel) Gloria hizo la Primera Comunión a finales de abril; Lourindo acaba de viajar a Rumania, su tierra natal; Rayan ya tiene todo preparado para cuando abra los ojos a la vida… Estos niños comparten un importante don: son fruto de una firme apuesta por la vida. Sus madres, a pesar de sufrir muchos reveses, siguieron adelante con su embarazo amparadas por el cariño, el apoyo y el sustento que les ofrecieron personas, instituciones y colectivos consagrados a refugiar a quienes van a dar a luz entre tinieblas. Consciente de la labor que realizan, la Conferencia Episcopal Española recoge en su página web un listado con las direcciones y teléfonos de algunos de estos dadores de esperanza.

“Estoy en esta vida por Gloria. Aunque llegó en un momento muy turbulento, fue ella la que me levantó, la que hizo que me superara y saliera a luchar, a luchar por ella”. Bien sabe Maribel Mendoza que su hija venía con un pan debajo del brazo: la fuerza necesaria para superar el abandono de su pareja, que la dejó con una deuda de 20 millones de las antiguas pesetas, y los numerosos episodios de angustia y ansiedad consecuencia de esa dramática situación.

Cuando echa la vista atrás y repasa los últimos años y todos los obstáculos que ha tenido que superar con el apoyo sus padres y de un amigo sacerdote, el padre Isidro, se da cuenta de que “Dios escribe torcido con renglones derechos”. “Cuando nació, sentía que estaba metida en un oscuro túnel, no había ningún futuro. Pensaba que no vería crecer a mi hija, pero aquí estoy. Con Gloria llegó la conversión a mi familia. Desde entonces, la fe me da fuerzas para seguir adelante”, afirma, indicando que, el mismo día en que su hija fue bautizada, ella recibió la Primera Comunión.

Corazón abierto

Ahora, tras tantas penalidades, ha rehecho su vida: es catequista de la parroquia, colabora con RedMadre Extremadura, tiene un trabajo y una pareja con la que está a punto de adoptar un niño. “Ser madre me abrió mucho el corazón, los sentimientos, veo la vida de otra manera”.

Además de la falta de recursos económicos, Nadia tuvo que enfrentarse a las prohibiciones de la religión islámica. “Vivía en Málaga con mi pareja, no estábamos casados. Me quedé embarazada y él quería que abortase, pero yo no”, explica. Fue el médico quien la derivó a RedMadre, a través de la que encontró una casa de acogida. “Mi familia no veía bien mi embarazo porque no estaba casada, por eso tuve que trasladarme a otra comunidad autónoma”, continúa. Así llegó a la Casa Ain-Karem de Burgos, un programa de Cáritas para la mujer gestante y para madres solas con hijos a su cargo.

Creada en 2003, este proyecto tiene como objetivo fundamental facilitar a la mujer o familia monoparental en situación de exclusión que consiga su integración en la sociedad y, al mismo tiempo, su plena autonomía personal, social y económica. Esta independencia es ahora la principal aspiración que impulsa a Nadia. Mientras cuenta los días que faltan para ver el rostro de Rayan, aprovecha su estancia en el piso tutelado para formarse: por las mañanas realiza un curso de servicio doméstico y por la tarde participa en un módulo superior de gestión de alimentación.

Esther Velasco, trabajando con Asti-Alicante

La mujer tiene derecho a recibir la vida y acunarla en sus brazos. Tiene derecho a no poner trabas al amor que surge en sus entrañas, reza el poema que resume la razón de ser de este proyecto, cuyo nombre, Ain-Karem (fuente de viñedo), recuerda la aldea donde nació Juan el Bautista y donde aconteció el encuentro de María con su prima Isabel.

“Es verdad que la Iglesia suena en femenino, pero en los casos de acompañamiento a estas mujeres, adquiere una dimensión mayor: tiene una capacidad real, no simbólica, de ser madre en situaciones que, de otro modo, no se hubieran desarrollado”. Así lo cree Fidel Romero, director de Asti-Alicante (Asociación Solidaridad con los Trabajadores Inmigrantes-Alicante), perteneciente al Secretariado Diocesano de Migración de Orihuela Alicante. “Un parto es un quicio. El bebé atraviesa una pelvis y la mujer una puerta, donde no sabe si detrás hay más vida o más muerte”, afirma para señalar la trascendencia de ese crucial momento. Esta asociación, creada en 2003, se pone especialmente al servicio de madres extranjeras, de sus bebés y familias, durante el tiempo de embarazo y crianza, a través de diversas actividades como la detección precoz en los hospitales de mujeres que han tenido un hijo y se encuentran en situación de especial riesgo de vulnerabilidad, el acompañamiento durante el embarazo y el parto o el grupo de apoyo postparto, al que acuden madres de distintas nacionalidades creando una estampa “digna de un anuncio de Benetton”, bromea.

El otro parto

El principal pulmón de la entidad es la vivienda de respiro, ya que, como relata Romero, en ella descansa la capacidad que Asti-Alicante tiene como institución eclesial de dar vida. “Se les da amparo y cobijo y se las apoya en el siguiente parto, que es volver a salir al mundo, a la plena autonomía. No se trata de ser paternalistas”, señala el director.

Rosana sabe bien lo difícil que es construir un futuro para su hijo. Había llegado hace tres años procedente de Rumanía persiguiendo una oportunidad, y su proyecto migratorio se rompió drásticamente al quedarse embarazada. “Tenía 21 años, estaba muy indecisa, pero quise seguir adelante. No sabía cambiar ni un pañal ni cómo darle de mamar. Era todo muy complicado”, recuerda, con su hijo Lourindo en brazos. Abandonada por su pareja y sin ningún recurso, encontró un rayo de luz gracias a la casa de acogida Obra Social ‘Sí a la vida’, que las Hermanas Terciarias Franciscanas del Rebaño de María tienen en Lugo. “Allí encontré todo lo que necesitaba: refugio, cobijo, cuidados para mí y para el bebé, además de la oportunidad de formarme y seguir luchando por él”. Con la desazón de no haber conseguido un trabajo fijo en España, pero con la alegría representada por el rostro de su hijo, el pasado 14 de abril regresaba a su tierra natal, donde la aguardaban sus padres.

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Un nuevo embarazo: alegría cargada de culpa


Estaba en España sola, con dos hijos en Brasil, no contaba con condiciones económicas y me quedé embarazada…”. Ana, que también reside con su hijo Sergio en el hogar lucense de las Hermanas Terciarias Franciscanas del Rebaño de María, es un ejemplo de las muchas mujeres inmigrantes que se ven en la difícil situación de volver a ser madres cuando se han visto obligadas a ejercer como tales desde la distancia.

“Es todo muy contradictorio. Afrontan su nuevo embarazo con un sentimiento de culpabilidad por haber tenido que separarse de sus hijos. Tienen la posibilidad de experimentar la maternidad, pero sienten que están desatendiendo a los que dejaron en su país de origen”, explica Esther Velasco, la primera ‘doula’ (mujer que ha experimentado la maternidad y presta acompañamiento emocional durante el parto y la posterior crianza) inscrita como tal en la Seguridad  Social. Desde su trabajo en Asti-Alicante, ha intentado que estas mujeres superen el tremendo trauma de la noticia de un nuevo embarazo y “vean cómo, a través del cuidado de este nuevo hijo, también se produce el cuidado de los otros”. “Es una oportunidad para ellas de sanar algunas heridas que están abiertas. No siempre es sencillo, pero sí muy gratificante”, reconoce.

El embarazo y la posterior maternidad son, a su juicio, situaciones de extrema vulnerabilidad que se agravan cuando, como estas mujeres, se está luchando por sobrevivir. La falta de apoyos y de referentes hace que, según los numerosos casos que ha atendido, se sientan solas y afronten la nueva etapa con temor. De ahí la necesidad de grupos de apoyo a la crianza, donde comparten experiencias y se ayudan mutuamente.

“Acompañarlas, estar con ellas en esta experiencia tan gozosa pero a la vez dura, me ha abierto los ojos y hecho experimentar esa solidaridad femenina que une a todas las mujeres que han sido madres: ese don que tenemos  de dar vida, de estar ahí, de generar valores nuevos muy importantes para el mundo”.

En el nº 2.706 de Vida Nueva.

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