Jesús María Delgado: “Obedeceremos todo lo que el Papa nos quiera indicar”

Director territorial de la Legión de Cristo en España

(Texto: María Gómez / José Lorenzo. Fotos: Sergio Cuesta) Ha pasado más de un año desde que la Legión de Cristo comunicó que su fundador, el sacerdote mexicano Marcial Maciel (fallecido en enero de 2008), había tenido una hija. La revelación se unía a las denuncias de pederastia que hubo contra él durante décadas, que llevaron a la Santa Sede a realizar una investigación, tras la cual se decidió el retiro del P. Maciel. [Entrevista con Jesús María Delgado, extracto]

En marzo de 2009, Benedicto XVI ordenó una Visita Apostólica que la Legión agradece como instrumento para ayudarles en este momento “doloroso y traumático”. Los visitadores están a punto de entregar sus informes en Roma y, desde España, el P. Jesús María Delgado asegura que la congregación está dispuesta a “acoger todo lo que el Papa nos quiera indicar”, incluido un comisario o incluso la disolución. En esta entrevista realizada por Vida Nueva, el máximo responsable de los legionarios en España asegura que ha visto correr “muchas lágrimas silenciosas”, pide perdón a las víctimas e indica, como clave de futuro, “trabajar en una mayor apertura”.

Tras el impacto inicial al conocerse la ‘doble vida’ del P. Maciel, ¿cuál es el sentir de la congregación hoy?

En la vida de las personas hay dos tipos de experiencias: las que nos llegan por otros y las personales, las vividas. Es muy difícil que yo transmita cuál es la experiencia personal que estamos haciendo. Es un dolor y un sufrimiento muy profundos. He visto correr muchas lágrimas silenciosas, las sigo viendo correr, creo que no hay nadie en la congregación que no las haya derramado. A todo lo que estamos viviendo se suman dos aspectos: lo inverosímil, y lo sorpresivo o lo inesperado. Éste no es el ejemplo que hemos recibido, no es lo que nosotros hemos vivido e intentamos vivir en la congregación, y no es para nada lo que queremos transmitir.

De todas formas, creo que éste está siendo un momento de una grandísima madurez, en el que vamos a profundizar en elementos de nuestro propio espíritu, como el cristocentrismo. Porque, ante todo esto, uno tiene que echar mano de lo esencial, donde verdaderamente estamos asentados y afianzados. Ese cristocentrismo que nos caracteriza es una faceta que nos está ayudando a todos. Desde Cristo y por Cristo nos preguntamos qué somos, como congregación y como hombres, lo falibles y frágiles que somos. En resumen, el sentir de la congregación es una grandísima confianza en el amor misericordioso de Dios y de la Iglesia; un grandísimo dolor y sufrimiento; reconocer los hechos, porque los conocemos y hemos sabido que son verdaderos; acompañar en la medida de lo posible a las víctimas; y también mirar al futuro.

Cariño del Papa

¿Con qué actitud han recibido la Visita Apostólica?

Ha sido una gracia de Dios enorme, porque nos ha demostrado una vez más la cercanía y el cariño del Santo Padre. Lo necesitábamos, como una bocanada de aire fresco en un momento conflictivo. Nuestra actitud de fondo ha sido de una grandísima gratitud al Papa y a los visitadores. En España ha estado Ricardo Blázquez. Yo he tenido la enorme gracia de convivir bastante con él, y puedo dar fe de que realmente ha tenido mucho trabajo, que ha hecho como lo que es: un hombre de Dios y de Iglesia. Me ha maravillado muchísimo la paz y la serenidad que ha transmitido, y quiero agradecerle mucho todo lo que ha realizado. Él ha pasado por todas las comunidades legionarias aquí, tanto de sacerdotes o religiosos, como los centros de formación: el noviciado y las comunidades de Salamanca y los seminarios menores en Santander y Palencia. Él ha convivido con nosotros, ha rezado con nosotros, ha descansado con nosotros… Nos ha conocido como somos. Por nuestra parte ha habido una grandísima disponibilidad a lo que él nos ha querido preguntar. Todos los que han querido, han podido hablar con él, le han podido preguntar, él también ha preguntado, y creo que el fruto mayor, insisto, ha sido palpar el cariño del Papa y de la Iglesia.

En breve, los visitadores presentarán sus informes en el Vaticano. ¿Se puede aventurar alguna de sus conclusiones? Por ejemplo, se habla de un cardenal como comisario para la congregación. ¿Están preparados para algo así?

Preparados estamos. Uno de los principios de nuestra espiritualidad es el amor a la Iglesia y al Papa, que no es sólo teórico, sino práctico, e implica una obediencia a todas las consignas, incluso a los deseos del Santo Padre. Desde luego, aventurar cuál va a ser la indicación del Santo Padre es eso, aventurarnos. Hay mucha conjetura, los medios se han hecho ya eco de algunas posibilidades que no pasan de ser tal. Sí hay una apertura y una disponibilidad muy grandes para acoger todo lo que el Papa nos quiera indicar y para obedecer, con una obediencia abierta, alegre y pronta.

Entre las posibilidades está también la disolución. ¿La contemplan ustedes?

Como posibilidad, todo es posible. Aunque, la verdad, creo que no sucederá. Pero el Papa tiene mano libre para intervenir de la manera que crea conveniente.

En el comunicado del 25 de marzo del P. Corcuera y que usted, como director territorial, también firma, se reprueban los actos del P. Maciel. ¿Supone un distanciamiento oficial con respecto al fundador?

Creo que es uno de los puntos más misteriosos. Yo suelo decir, en plan de broma, que cuando lleguemos a la vida eterna, el Señor despejará todas estas dudas que a día de hoy no despejamos. En toda congregación, el espíritu, la realidad que se vive va muy ligada a la persona que Dios ha elegido para ser fundador. El misterio es cómo aquí ha podido… Tendríamos que hacer un trabajo muy serio, ulterior y prolongado, porque creo que no se va a determinar en un breve espacio de tiempo. Históricamente, algunas congregaciones con esta especie de dificultad –aunque creo que no ha existido ninguna– incluso han necesitado décadas para lograr ubicar perfectamente la espiritualidad y todo lo demás. Me imagino que habrá reuniones, seguramente algún Capítulo General para empezar a determinar cómo o dónde colocar la figura del fundador. Y desde ahí, efectivamente, sacar las conclusiones y seguir caminando por la senda que se nos vaya marcando.

¿Cómo puede afectar esto a los sacerdotes y laicos del movimiento?

Desde luego, ha sido un golpe muy duro, pero he percibido que las bases están bien puestas: es sorprendente cómo en todas partes ha sido ocasión para volver a lo esencial. El llamado es un llamado de Jesucristo. No estamos en la Legión o en el Regnum Christi porque una persona nos haya llamado, sino porque el Señor nos ha llamado. En ese sentido, creo que uno de los modos en que ha afectado, insistiendo en el tema del trauma, es en volver más a lo esencial, afianzarnos más y más en lo que verdaderamente da sentido a toda nuestra vida. También habrá que hacer, evidentemente, una labor de mayor acercamiento con los miembros del Regnum Christi que han sentido que todo el edificio se ha movido, para afianzarlos mucho más en lo esencial.

¿Y están preparados, sobre todo los laicos, para vivir sin la advocación de su fundador?

Como digo, ése es un tema que tenemos que analizar muy a fondo. Teóricamente sí estamos preparados, pero es muy difícil identificar el espíritu, el estilo o el modo de una congregación deslindándolo completamente de la persona a través de la cual ha pasado la gracia que Dios ha querido transmitir. Creo que va a ser un trabajo de mucho tiempo. Por lo que yo capto, sí hay solidez, y sobre todo hay principios que pueden ser determinantes para salvar este escollo: el amor a Jesucristo, a la Iglesia, a las almas, a la Santísima Virgen… Aunque es verdad que se han movido los cimientos, al mismo tiempo se han solidificado, porque el mismo movimiento ha generado, como decía, que nos agarremos más a lo esencial. También es verdad que muchos seglares han sufrido más, pero no conocían tanto al fundador. Ellos están mucho más ligados al ejemplo de sacerdotes legionarios, a la pedagogía de los colegios…, y eso les está siendo, en muchos casos, suficiente para seguir adelante.

Ustedes consideran que éste es un período para profundizar en su identidad y misión, pero ¿cómo dar un paso adelante? ¿Cómo restablecer la confianza, también de cara al resto de la Iglesia y de la sociedad?

No lo vamos a poder hacer solos. Una de las gracias más grandes que hemos recibido es el apoyo de la Iglesia, la cercanía del Papa, las muestras de cariño, porque, en definitiva, es un venir a auxiliar a algo que es la misma Iglesia, pues somos parte de ella. Necesitamos la ayuda de la jerarquía, pero también de otras congregaciones y movimientos, y necesitamos abrirnos más. Quizás es éste uno de los detalles que, no por maldad, hemos podido descuidar algo. Podría verse hacia el exterior que hay cierta opacidad en nosotros, cuando en realidad hay total apertura. En eso creo que tenemos que trabajar, en una mayor apertura, en mostrarnos como somos; definitivamente no hay nada oculto, como se ha podido decir por ahí. Desde luego, necesitamos una sana autocrítica. Hay que reconocer que hemos fallado en algunos aspectos, que hay elementos que tenemos que mejorar, que quizás tenemos que pensar más en los demás y no sólo en nosotros mismos. Y también contamos con lo que somos, la alegría, la sencillez, la normalidad…

¿Y están percibiendo ya esa ayuda? ¿O sienten que esta travesía la hacen solos?

Gracias a Dios, nos estamos sintiendo muy acompañados, y además percibo que realmente es una compañía que expresa en profundidad la comunión en la Iglesia, empezando por la Santa Sede y siguiendo por los visitadores. En los contactos que he tenido con obispos, religiosos y superiores mayores, siempre la palabra es “¡Ánimo! Mucho ánimo, no estáis solos, estamos con vosotros, hay que seguir trabajando, esto es de Dios, estamos a vuestro lado, lo que necesitéis…”. Y yo de verdad percibo, quizás como nunca, ese aspecto de comunión, de fraternidad, de ser de verdad una única realidad, el cuerpo de la Iglesia.

“No nos dimos cuenta”

Volviendo al P. Maciel, ¿cómo es posible que ocultara su ‘doble vida’ durante tantos años, a pesar de los rumores, denuncias e incluso investigaciones?

Esta pregunta me la han hecho muchas veces, y no sólo los medios, sino que también hacia dentro nos la hemos hecho: ¿cómo no nos hemos dado cuenta? Es muy difícil de entender cuando no se ha vivido dentro. Pero hagamos una composición de lugar: hablamos de una persona que es fundador, hacia el que tenemos un respeto enorme, del que recibimos muy buenos ejemplos, al menos yo nunca he recibido ninguno malo; al contrario, recibimos continuamente todo un espíritu, una realidad con la que uno se identifica totalmente, y lo último que puede pasar es sospechar de algo que ni siquiera se ve, porque, insisto, no hemos visto nada. Se dio un cheque en blanco, una confianza total y absoluta. Estoy seguro de que un altísimo porcentaje de personas, incluidos los superiores mayores, no sabían absolutamente nada. Por otra parte, los que hemos vivido con él sabemos que el fundador ha trabajado en comunión con todos, pero también era muy reservado en su vida personal. ¿Que alguien lo pudiera saber? Podría ser que sí. Ahora, es muy difícil la situación de quien lo supiera, y no debemos juzgar, pero habrá que determinar, en el caso de que se sepa, qué política seguir.

¿Son conscientes de que a partir de ahora se les va a exigir mucho más que a los demás, no sólo a nivel social, sino dentro Iglesia?

Sí, creo que somos conscientes. Se nos va a exigir más, pero yo creo que se nos va a querer más también. Yo confío plenamente en el mandato de Jesucristo de la caridad, y percibo que se nos está mirando con mucho más amor y compasión. Pero también es verdad que, aunque no se nos exigiera, tenemos que aceptar y adoptar un compromiso de una mayor santidad de vida. Si tenemos que convencer, sólo podemos hacerlo con el testimonio, con el ejemplo y con la santidad. Las palabras, evidentemente, no van a ningún sitio, ni siquiera las obras que puedan existir, los frutos apostólicos… La santidad de vida tiene que ser la única respuesta.

¿En qué debiera ser diferente la Legión y el Regnum Christi a partir de ahora?

Si cabe, tenemos que ser más auténticos, no porque no lo hayamos sido, sino que quizás debemos profundizar y vivir más en plenitud lo que ya vivíamos. ¿Ser diversos? Pues en la medida en que la Santa Sede nos marque algún aspecto en el que tengamos que serlo, lo seremos. Pero quizá lo que tenemos que hacer es llevar a plenitud algo que ha estado en el germen: más autenticidad, más profundidad espiritual, más comunión con la Iglesia, más colaboración con las instancias eclesiales, con las Iglesias locales, los movimientos, congregaciones…

¿Qué espacio o qué actuación reservan para con las víctimas?

Nuestra labor, en la medida en que podamos, es ofrecerles una ayuda espiritual, confortarles, por supuesto pedirles perdón. Porque, vuelvo al inicio, todo esto nos ha sido tan inverosímil que no lo habíamos creído. Nuestra actitud tiene que ser acompañarlas, encomendarlas y, en la medida en que se dejen, estar a su lado y restaurar ese daño que se ha ocasionado, que yo creo que va a ser muy difícil.

¿Han intentado establecer contacto con ellas?

Sí. Con todos o con casi todos. El director general se ha reunido, ha salido a su encuentro, ha tenido entrevistas con ellos, les ha pedido perdón… Todavía no lo ha logrado con todos, pero está intentándolo.

¿Debe liderar la Iglesia la lucha contra la pederastia?

La pederastia es execrable, es de las faltas más abominables. No sólo es jugar con la confianza de la persona, en este caso, niños, sino que es usarla en su contra y llegar a extremos como a los que se llegan. La Iglesia tiene que liderar la lucha contra toda injusticia, esté donde esté, sea como sea, contra el mal por excelencia, que es el pecado. Creo que sí tiene que capitanear esa lucha. Ciertamente, no puede hacerlo sola, sino con la autoridad civil para que se ataque en la medida en que es conveniente. También es verdad que la Iglesia está en la actitud de condenar el pecado y ser compasivo con el pecador, y veo el mundo civil en otra línea: la no compasión, la justicia radical que llega a ser injusticia, y nos olvidamos mucho de esa faceta del perdón, de la acogida, de la ayuda solícita hacia las personas que han tenido esa debilidad y han caído en este acto execrable. Pero, sí, la Iglesia tiene que realizar una labor enorme en ese campo.
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MACIEL: DE FUNDADOR A DINAMITADOR DE LOS CIMIENTOS


Durante la mayor parte de su vida, el P. Maciel –y, por extensión, la Legión de Cristo (fundada por él en 1941) y su rama laica, el Regnum Christi (RC)– se enfrentó a las acusaciones de abusos sexuales a menores en los seminarios de la congregación en los años 40, 50 y 60. Al menos una veintena de personas fueron sus víctimas; él lo negó siempre, pero cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe recibió las denuncias en 1998, éstas eran más que públicas. La nota de la Sala de Prensa vaticana del 19 de mayo de 2006, sin ser explícita, no podía ser más elocuente: tras la investigación autorizada por el entonces prefecto, cardenal Ratzinger, se decidía, “invitar al Padre a una vida reservada de oración y penitencia, renunciando a todo ministerio público”. Fallecido el fundador, el 30 de enero de 2008, la congregación –que cuenta con 800 sacerdotes y 2.500 seminaristas mayores y menores en 22 países, más unos 70.000 laicos del RC– siguió con sus tareas de apostolado, sobre todo en educación: entre otros, gestiona el Ateneo Regina Apostolorum en Roma (erigido en 1993, y al que luego Juan Pablo II le concedió el título de ‘Pontificio’) y el Instituto Pontificio Notre Dame de Jerusalén (confiado por el papa polaco a través de un motu proprio).

El penúltimo escándalo se conoció en febrero de 2009: la Legión admitía que el P. Maciel tenía una hija, fruto de su relación “prolongada y estable” con una mujer, que salía a escena a cuenta de la herencia del supuesto imperio económico que el sacerdote había dejado tras de sí. Poco después aparecían al menos dos hijos más, de una segunda mujer. En la Legión insisten en que no se sabía nada de esta ‘doble vida’ del fundador, y reiteran las disculpas.

El período desde entonces está siendo realmente traumático. Benedicto XVI ha ordenado una Visita Apostólica en los centros de formación y otras obras de los legionarios, y, según el vaticanista Sandro Magister, el próximo 30 de abril los cinco obispos visitadores (Ricardo Watty Urquidi, de Tepic, México; Charles J. Chaput, de Denver; Giuseppe Versaldi, de Alessandria, Italia; Ricardo Ezzati Andrello, de Concepción, Chile; y Ricardo Blázquez, de Valladolid) presentarán en Roma sus informes. Las decisiones las tomará el Papa, y no parece que le vaya a temblar el pulso: cobra fuerza la hipótesis de un comisario, y hasta se ha hablado de la disolución, o, como informaba la Agencia EFE el 18 de abril, la Legión podría recuperar el nombre original con el que fue erigida canónicamente en 1948: Congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón de la Virgen de los Dolores.

El pasado 15 de marzo, el actual director general, el P. Álvaro Corcuera (cuya continuidad también pende de un hilo), firmaba, junto al resto de directores territoriales, un comunicado en el que “reprobamos éstos y todos los actos contrarios a los deberes de cristiano, religioso y sacerdote en la vida del P. Maciel, y afirmamos que no corresponden a lo que nos esforzamos por vivir”. El duro reconocimiento de que “no podemos mirar su persona como modelo de vida cristiana o sacerdotal” abre una etapa de necesaria renovación en la que la otrora admirada y poderosa Legión de Cristo ya no puede ni quiere “presentar la figura del fundador igual que otras congregaciones y movimientos”.

En el nº 2.704 de Vida Nueva.

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