Detrás de los barrotes también hay esperanza

Un grupo de voluntarios ayuda a los reclusos del Dueso a abrir puertas para una nueva vida

(Texto y fotos: Vicente L. García) Como todos los domingos, desde hace años, un grupo de personas parte desde el pueblo de Lloreda de Cayón (Cantabria) con destino al penal del Dueso, en el término municipal de la localidad marinera de Santoña. Llegamos a la entrada principal, y tras atravesar el primer portón metálico, un funcionario veterano reconoce a quien encabeza esta pequeña comitiva de cuatro personas: Luis Campuzano, a quien todos llaman Sandalio y que, en su día, fue capellán de esta prisión.

Ya durante el viaje se presentía que esta visita no iba a gozar de la rutina ordinaria, y no tanto por ser Domingo de Pascua, sino por la presencia en el grupo de un periodista a quien la dirección del penal había permitido acceder con sus “herramientas de trabajo”. Las normas y protocolos se cumplen fielmente. Varias llamadas telefónicas para confirmar los permisos y se abre el segundo portón metálico.

Por lo general, el grupo de la Asociación Camino de Fe y Esperanza accede en coche al recinto, pero hoy, los 500 metros que separan la entrada principal de la loma donde se encuentran los distintos edificios del complejo penitenciario los hacemos andando. Durante el recorrido, vemos a una pareja de perros jugando en un recinto anexo al camino, y me explican que forman parte de un programa para reclusos con problemas de adaptación y comunicación social. Los canes también parecen reconocer a Sandalio. Junto al recinto que la gripe aviar dejó sin los ánades que lo habitaban, observamos un pequeño “huerto ecológico”, que se utiliza también para fines terapéuticos con los reclusos. Llegados a la cima, y tras pasar por delante de un monolito que recuerda al navegante de Santoña, Juan de la Cosa, a través de una réplica de su mapamundi en azulejos, confeccionado por los reclusos del penal, llegamos a otro control. Una funcionaria nos hace pasar por el arco detector de metales tras depositar todo lo que llevamos en los bolsillos. “Detecta hasta los chicles”, nos dice. Una pequeña demora y… tercera puerta metálica. Un corto tramo hasta la siguiente puerta. A la derecha, el edificio de las celdas de castigo. “No están en este nivel, están en un nivel inferior, dan a un patio interior y suponen un grado más de incomunicación”, explica Sandalio.

Cuarta puerta metálica. Al otro lado, un funcionario nos espera para acompañarnos a cierta distancia. Estamos ya en el patio del Dueso, “todo un cinco estrellas para lo que hay por ahí”. Durante el recorrido, varios reclusos salen al encuentro de Sandalio y de Santi, otro de los miembros de la Asociación. Entre bromas y presentaciones llegamos al lugar de la reunión: un edificio cercano a la bolera donde están jugando media docena de reclusos en este día despejado. Unos 15 reclusos acuden a la cita de este domingo, pero sigue siendo un domingo diferente: la figura del periodista justifica la presencia discreta de una funcionaria en la reunión. Este año son muchos los detalles que hacen diferente el encuentro de este Domingo de Resurrección, con el que tradicionalmente cierra “su Pascua” la gente que comparte estos días con la comunidad de Camino de Fe y Esperanza. Desde hace varios años, acude a esta cita el cantautor Luis Guitarra. Motivos familiares han impedido su presencia, y la ausencia de sus canciones hace que el encuentro se asemeje más al de cualquier domingo del año. Para romper el hielo, alguien pregunta sobre el significado de “los Huevos de Pascua”.

Acompañamiento

Otro recluso, natural de Bulgaria, comparte los detalles de la tradición de estos huevos de chocolate en su país. Aclarada esta curiosidad cultural, Sandalio comienza a hablar y, aunque al final dice no haber llevado un guión preestablecido, la conversación tiene un recorrido que se va definiendo y acaba ofreciendo algunos titulares: “Hay que saber cerrar puertas (etapas de la vida) y hay que saber abrir nuevas puertas”; “el acompañamiento es muy importante en este proceso”; “necesitamos tomar referencias de la estabilidad (estado que permite y ayuda a no repetir errores del pasado)”; “muchos dedican parte de su vida a acompañar a las personas en este proceso vital: la diferencia radica en quien te abre su despacho, y quien te abre su casa”; “por extremos que sean el pasado o el presente de una persona, siempre se pueden encontrar puertas que abrir a la Esperanza”; “la fe es un elemento muy importante en el proceso vital”. Éstos y otros mensajes van aflorando a lo largo de esta reunión. Es la dinámica que cada domingo engancha a cuantos reclusos quieren dejarse acompañar por la gente de Camino de Fe y Esperanza. La última parte de esta terapia de grupo consiste en un encuentro personal en el que cada cual traslada sus necesidades más inmediatas: contar su historia, repetir una vez más sus expectativas para cuando se le abran las puertas de metal, exponer sus últimas trabas con la burocracia, manifestar sus deseos de regresar a su país, contarte sus sueños “de película”, trasladarte sin palabras su miedo a la libertad.

Expresamente, y por respeto a la intimidad, no se vinculan en este texto los testimonios con los nombres de quienes lo dijeron, pero ello no quiere decir que sean rostros anónimos. Tras aquellas puertas, y con la esperanza de que un día se les abran de par en par hacia un futuro de fe y esperanza, están, junto con otros compañeros, gente como Aurelio, Marcos, Jmel, Kamiliu, Raúl

La vida en el “trullo” no es fácil, no obstante, las condiciones del Dueso, y la labor de grupos y organizaciones como Camino de Fe y Esperanza permiten a los internos disponer de herramientas y oportunidades que les acerquen al objetivo de la reinserción social.

El tiempo se ha cumplido y “los cuatro visitantes”, Sandalio, Santiago, Almudena (secretaria de la ONG “Comotucomoyo”), y el periodista tenemos que abandonar la cárcel. Por el patio,uno de los reclusos, veterano del lugar, nos hace de “cicerone” explicándonos el destino que tuvieron los edificios que hoy se encuentran desmantelados por la crisis: los antiguos talleres de telares y carpintería. Hoy se mantiene una pequeña producción pero en unas naves más pequeñas. A lo lejos, y mirando al mar, se ven unas esculturas que se antojan paradójicas: dos pajaritas blancas de metal. Pasamos una puerta, la segunda, y a la altura del monolito en recuerdo a De la Cosa, una vista panorámica nos hace detenernos. “¡Qué estampa de libertad la de un mar abierto sin fronteras! ¡Qué duro debe ser tener que disfrutarla desde aquí!”. Tercera puerta. Firmamos en el registro de salida y… seguimos en libertad.

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Una comunidad llena de fe y esperanza


Camino de Fe y Esperanza fue fundada por Luis Campuzano y dispone de una casa en la localidad cántabra de Lloreda de Cayón en la que, además de la acogida a personas de diversa procedencia, se tiene una particular dedicación al mundo de la cárcel acogiendo y permitiendo la aplicación de permisos de salida a reclusos que no disponen de un entorno que avale un seguimiento del proceso de reinserción. Esta asociación trabaja de forma coordinada con la institución penitenciaria y con los juzgados de vigilancia.

A este colectivo están vinculadas varias personas, algunas de ellas componen lo que se denomina “la comunidad”. Durante la Semana Santa, dicha comunidad celebra su Pascua y acoge a personas de diversa procedencia. El último día, y dentro del programa, se invita a los participantes a acudir a la cita dominical con reclusos del Dueso y compartir con ellos unas horas. Junto a la casa, se está levantando un nuevo edificio que ampliará la capacidad de aforo para la acogida de esta comunidad. El reciclaje de elementos desechados de otros edificios como bancos, estaciones de autobuses, barcos, iglesias o del mismo penal del Dueso, son acoplados para dar forma a este rincón de acogida. Un taller de encuadernación y restauración de libros es la fuente principal de ingresos que sustenta este proyecto solidario. Campuzano lleva más de treinta años vinculado a proyectos de ayuda y acompañamiento a sectores de marginación y han llegado a contar con un centro de día para transeúntes y talleres ocupacionales.

En el nº 2.704 de Vida Nueva.

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