Óscar Romero resucita en el pueblo salvadoreño

Numerosos actos recuerdan la figura del arzobispo asesinado hace 30 años

(Fernando Bermúdez– San Salvador) Tres décadas después de que monseñor Óscar Romero fuera asesinado mientras celebraba la Eucaristía en la capilla de un hospital de San Salvador, su memoria sigue viva en el pueblo salvadoreño, en América Latina y en todo el mundo, haciendo renacer en cada corazón que escucha su palabra el compromiso por la justicia, la solidaridad y la esperanza en un mundo más humano.

Las recientes celebraciones por el 30º aniversario de su martirio son una prueba de su resurrección. Miles de salvadoreños se movilizaron en todo el país con actividades conmemorativas, mientras una multitud de peregrinos sigue llegando a diario a orar ante su sepulcro, de donde emana una energía sin nombre. Cardenales, obispos, sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos de todo el continente latinoamericano, Europa, los Estados Unidos, Japón, Australia y África participaron en las misas de la catedral con la presencia de miles de hombres y mujeres, sobre todo jóvenes.

En la Eucaristía del 24 de marzo, día de su asesinato, en la cripta junto a su sepulcro, en un ambiente de fiesta y alegría, se conmemoró no tanto su muerte cuanto su resurrección. Romero vive, se leía en multitud de carteles y pancartas. El mexicano obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, Samuel Ruiz,  pronunció una sentida homilía, interrumpida en más de 15 ocasiones por los fuertes aplausos de los miles de fieles presentes.

Entre el sinfín de actos organizados, cabe destacar el Congreso de Teología A 30 años del martirio de monseñor Romero: conversión y esperanza, organizado por la UCA (Universidad Centroamericana) del 17 al 23 de marzo. En él participaron, entre otros, los teólogos Gustavo Gutiérrez, Jon Sobrino o José Comblin, y obispos como el guatemalteco Álvaro Ramazzini o el propio Samuel Ruiz…

Eventos de todo tipo

Otros eventos fueron el Encuentro Internacional de las Comunidades Eclesiales de Base; la Asamblea del SICSAL (Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con América Latina); la procesión nocturna de los farolitos desde la Plaza del Salvador del mundo hasta la catedral, acompañada por el mismísimo presidente de la República, Mauricio Funes; la celebración en la capilla hospitalaria donde fue asesinado Romero y una masiva caminata desde este lugar a la Plaza de la Catedral, con gran afluencia de jóvenes y gente sencilla de áreas marginales y rurales; celebraciones ecuménicas al aire libre en distintas plazas; un concierto en el Teatro Nacional en honor del arzobispo asesinado; un gran mural de monseñor Romero inaugurado por Funes en el aeropuerto… Precisamente, el mandatario ha hecho reconocimiento público de la responsabilidad del Estado en el asesinato del arzobispo, con la consiguiente petición de perdón.

Asimismo, se organizó una conferencia sobre el proceso de canonización de Romero, ofrecida por el P. Jesús Delgado y por monseñor Gregorio Rosa Chávez, obispo auxiliar de San Salvador, quien en la catedral desveló que todos los prelados salvadoreños han escrito una carta al Papa pidiendo su pronta subida a los altares, a la que se sumaron otras conferencias episcopales de América Latina y EE.UU.

Un gran mural de Romero rodeado de gente sencilla, levantado en el Parque Central frente a la catedral y junto al Palacio Nacional, recordaba que se respiraba su espíritu en el ambiente. En calles y autobuses se podían ver afiches del arzobispo. Su rostro aparecía en camisetas, gorras, calcomanías, sellos…; pancartas con su retrato afloran en manifestaciones, mítines políticos y actos religiosos, culturales e incluso deportivos. Multitud de canciones populares están dedicadas a él. Películas y documentales, dibujos y pinturas, libros y revistas hablan de quien –en palabras del izquierdista Funes– “es el guía espiritual de la nación salvadoreña”.

Observando todas esas celebraciones, se podía sentir que las palabras de Óscar Romero se estaban cumpliendo: “Si me matan, resucitaré en el pueblo”. Jóvenes que no lo conocieron en vida se entusiasman hoy con su mensaje de fe y de compromiso en defensa de los Derechos Humanos. Quienes pretendieron acallar su voz nunca  imaginaron que resucitaría en el corazón de cada hombre y mujer comprometidos con el Evangelio de Jesús en la construcción de una nueva humanidad. Los poderosos mataron al arzobispo Romero, pero resucitaron a un santo, ‘san Romero de América’, pastor, profeta y mártir, símbolo del hombre nuevo.

En el nº 2.702 de Vida Nueva.

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