El Papa quiere “toda la verdad” sobre los abusos sexuales

Durante su audiencia con el presidente de los obispos alemanes, Benedicto XVI insiste en la transparencia

Benedicto-XVI-2(Antonio Pelayo– Roma) “Cuando todas las mañanas leo la revista de prensa que nos preparan en la Curia, tengo que hacer un esfuerzo para no pensar que la Iglesia es sólo un problema de pedofilia y una sarta de acusaciones de pederastia”, nos declaraba, desconsolado, un jefe de dicasterio a un grupo de periodistas. Es fácil comprender su amargura al ver que las únicas noticias sobre el mundo eclesial que interesan a los grandes medios de comunicación son escabrosas. Esta semana hemos vuelto a tener una prueba de ello, y, sin caer en la trampa de ver complots y estrategias de demolición, escama un poco la perfecta sincronía de algunas operaciones.

Casi cada día se conocen nuevos casos. Sobre estas líneas, monasterio en Austria

Casi cada día se conocen nuevos casos. Sobre estas líneas, monasterio en Austria

El cerco a la persona de Benedicto XVI, con el intento de implicarlo en este particular tsunami de depravaciones, se vio cada vez más claro. Después de meter en el saco de las acusaciones sin fundamento a su hermano Georg Ratzinger (una cosa es dar un cachete a un díscolo, y otra muy distinta, obligarle a mantener relaciones sexuales), se trataba de alimentar las dudas sobre la limpidez de instituciones o personas ligadas al Papa.

En los pisos altos del Palacio Apostólico se solidarizaban con la nota del diario L’Osservatore Romano, donde se deseaba “que se haga también claridad dentro de otras instituciones públicas y privadas, si verdaderamente lo que interesa es el bien de la infancia”.

Una cuestión más amplia

El P. Federico Lombardi, en un comentario transmitido en Radio Vaticano, centraba bien la cuestión: “Ciertamente, lo que ha sucedido en ciertos ambientes religiosos es especialmente lamentable, dada la responsabilidad educativa y moral de los eclesiásticos. Pero las personas informadas y objetivas saben que la cuestión es mucho más amplia, y concentrar las acusaciones sobre la Iglesia falsea la perspectiva”.

Dada la exasperada búsqueda de novedades, más de un periodista puso en boca del arzobispo de Viena algunas palabras sobre el celibato que no expresaban con nitidez el pensamiento del cardenal Christoph Schönborn, muy ligado, como se sabe, al papa Ratzinger, de quien fue discípulo en su día. El purpurado se vio obligado a rectificar a quien le atribuía la opinión de que la pederastia era consecuencia de la revolución sexual del 68 y de la ley del celibato vigente: “No he puesto de ningún modo en duda el celibato de la Iglesia católica de rito latino”.

Como ese mismo día (16 de marzo) L’Osservatore Romano publicaba en primer página un artículo de Lucetta Scaraffia, profesora de la Universidad La Sapienza de Roma, con este significativo título: “Hombres y mujeres en la Iglesia: una colaboración antigua y nueva”, no faltó quien sacara sus propias conclusiones sobre si el celibato era una de las razones que “explican” el multiplicarse de las agresiones por parte de eclesiásticos varones a los menores de edad. “No estoy de acuerdo –dijo la profesora al Corriere della Sera–. La mayor parte de abusos sobre menores tienen lugar en las familias y no en institutos religiosos. Pienso que en esto no entra para nada el celibato sacerdotal. La causa hay que buscarla en la relación de poder entre adultos y muchachos, que muchas veces es mal usada. En este caso, en mi opinión, es más grave si lo hace un sacerdote que un laico”.

Para Luigi Accatoli, experto comentarista de las tendencias vaticanas, estamos, sin embargo, ante un fenómeno que “posiblemente llevará a la Iglesia católica latina a revisar la ley del celibato: se puede imaginar un pasaje gradual hacia una disciplina mixta, con un clero célibe y otro casado, como ha sucedido siempre en las Iglesias orientales, incluida la católica, y como ha sido prevista por Benedicto XVI para los ‘ordinariatos’ en los que confluirán los anglicanos que están tratando su paso a la Iglesia de Roma”.

Audiencia esperada

El presidente del Episcopado alemán, Robert Zollitsch

El presidente del Episcopado alemán, Robert Zollitsch

En este contexto (y pocos días antes de que se publicara la Carta pastoral del Papa sobre este tema, fechada el 19 de marzo) se produjo la audiencia del presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, Robert Zollitsch, con el Santo Padre, el 12 de marzo, que suscitó un alto interés en los medios informativos alemanes y extra-alemanes. Para responder a la demanda, el arzobispo de Friburgo –que ha demostrado una envidiable serenidad ante la tormenta desencadenada sobre su grey– dio una conferencia de prensa en el Colegio Teutónico dentro de los muros vaticanos.

La entrevista con Benedicto XVI duró tres cuartos de hora, cara a cara, sin intérpretes, naturalmente. “El Papa –nos dijo nada más comenzar a hablar ante una sala repleta de informadores– sigue toda esta historia con gran dolor e interés y nos ha apoyado para que salga a la luz toda la verdad, porque a eso las víctimas tienen todo el derecho”.

No hubo, sin embargo, grandes revelaciones, puesto que estaba aún muy fresca la declaración del Episcopado al final de su Asamblea Plenaria (VN, nº 2.698), en la que, por otra parte, se confirmaban la validez de las Normas de procedimiento en los casos de abusos sexuales cometidos sobre menores por parte de religiosos, aprobadas el 26 de junio de 2002 y perfectamente vigentes. Al Papa parece que le ha gustado que se nombre un coordinador general para todos estos asuntos, Stephan Ackermann, obispo de Trier, que tendrá a su mando un secretariado especial. Cada diócesis designará, por su parte, a un responsable que seguirá todos los casos y denuncias y que mantendrá informado al obispo con todo detalle. La cooperación con las autoridades civiles queda asegurada bajo todos los conceptos: serán los obispos los que informen a los jueces de cada caso. “Solo nos abstendremos de hacerlo cuando la víctima nos exprese su deseo de que se mantenga la reserva”. Zollitsch también indicó que ambos órdenes jurídicos ni se oponen ni se suprimen: los procesos se harán tanto por vía canónica como por vía civil.

Prueba de que la Iglesia y el Estado alemán van a colaborar estrechamente en esta materia es el anuncio de que los obispos participarán en la mesa redonda que han convocado, en Berlín el próximo 23 de abril, los ministros de Familia y de Educación para abordar toda esta temática que ha conmocionado a la sociedad.

Reveladora entrevista

Visita al templo luterano de Roma, el 14 de marzo

Visita al templo luterano de Roma, el 14 de marzo

El sábado 13 de marzo, en la primera página del Avvenire, de la Conferencia Episcopal Italiana, se publicaban algunas de las afirmaciones más importantes de la entrevista concedida a Gianni Cardinale por el llamado “promotor de justicia” de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que, para entendernos, es quien se ocupa de esta viscosa materia en el dicasterio. Monseñor Charles J. Scicluna es maltés y lleva en su cargo más de un quinquenio, lo cual quiere decir que ha seguido muy de cerca la puesta en marcha del motu proprio de 2001 Sacramentorum sanctitatis tutela, que ponía en manos del dicasterio –que entonces presidía Joseph Ratzinger y ahora está en manos del cardenal William J. Levada– los delicta graviora, entre otros, la pederastia. La Sala de Prensa, cosa del todo inusual, puso a disposición del público traducciones en las diversas lenguas de la citada entrevista y por diversos canales se exhortaba a su divulgación (ver recuadro titulado “La condena ha sido siempre firme”).

Como la ofensiva contra el Papa no ha decaído, el Süddeutsche Zeitung de Múnich ha exhumado el caso de un sacerdote de la Diócesis de Essen acusado de un acto de pederastia y a quien se envió a Múnich para seguir un tratamiento terapéutico cuando al frente de la archidiócesis bávara estaba Joseph Ratzinger. Como a dicho sacerdote se le acabó dando un modesto cargo ministerial y algunos años después recayó en sus mismos comportamientos hasta ser condenado por la justicia civil, la conclusión para algunos era meridiana: el arzobispo –ahora Papa– fue su encubridor y responsable, por lo tanto, del entuerto. El entonces vicario general de Múnich ya ha declarado que el responsable de la decisión fue él y no Ratzinger. Pero por intentarlo que no quede…

A esta inicua estrategia respondía el domingo 24 de marzo L’Osservatore Romano, publicando un artículo de Giuseppe Versaldi, obispo de Alejandría (en el Piamonte): “Es paradójico presentar a la Iglesia como si fuese la responsable de los abusos sobre los menores, y peca de falta de generosidad no reconocerle a ella, y especialmente a Benedicto XVI, el mérito de una batalla abierta y decidida contra los delitos cometidos por sus sacerdotes. Hay que añadir otra paradoja: cuando la Iglesia sabiamente establece unas normas más severas para prevenir el acceso al sacerdocio de personas inmaduras en el terreno sexual, es atacada y criticada en general por los mismos que ahora la ven como la principal responsable de los abusos sobre menores. La línea rigurosa y clara asumida por la Santa Sede debe ser recibida en la Iglesia pero no sólo para garantizar la verdad, la justicia y la caridad con todos”.

“LA CONDENA HA SIDO SIEMPRE FIRME”

“Puede ser que en el pasado, quizá también por un mal entendido sentido de defensa del buen nombre de la institución, algunos obispos, en la praxis, hayan sido demasiado indulgentes con este tristísimo fenómeno. En la praxis, digo, porque en el ámbito de los principios, la condena por esta tipología de delitos ha sido siempre firme e inequívoca”, asegura Charles J. Scicluna con respecto a los abusos sexuales por parte de sacerdotes. En una entrevista difundida por la Santa Sede, el “promotor de justicia” de Doctrina de la Fe revela que, entre 2001 y 2010, su oficina ha analizado unos 3.000 casos de acusaciones contra sacerdotes diocesanos y religiosos, de los 400.000 en total que son en el mundo: “En el 60% de esos casos se trata más que nada de actos de ‘efebofilia’ [atracción sexual hacia adolescentes del mismo sexo]; en el otro 30%, de relaciones heterosexuales; y en el 10%, de actos de pedofilia verdadera y propia, determinados por la atracción sexual hacia niños impúberes”, es decir, 300 en nueve años. “Son siempre demasiados, es indudable –sigue–, pero hay que reconocer que el fenómeno no está tan difundido como se pretende”. La mayoría de los casos procede de los Estados Unidos, pero en los últimos años han aumentado la diversidad y el número de los países. Preguntado sobre por qué la jerarquía no denuncia los delitos a las autoridades civiles, Scicluna opina que, en algunos países de cultura jurídica anglosajona o en Francia, los obispos sí están obligados a hacerlo: “Se trata de un deber pesado, porque estos obispos están obligados a realizar un gesto como el de un padre que denuncia a su hijo”. Y cuando no hay obligación por ley, “les alentamos a dirigirse a las víctimas para invitarlas a denunciar a estos sacerdotes de los que han sido víctimas” y “proporcionar toda la asistencia espiritual, pero no sólo espiritual, a las víctimas”.


UNA PURIFICACIÓN NECESARIA

(María Gómez) En 2008, durante su visita a los Estados Unidos, Benedicto XVI fue claro: “Quien es culpable de pedofilia no puede ser sacerdote”. Es muestra inequívoca de la ‘tolerancia cero’ que se demanda desde la Santa Sede. A cualquier persona le escandaliza que haya clérigos capaces de infligir ese daño a un niño, pero la gravedad de los delitos no es sólo una cuestión numérica. Lo que indigna es el silencio cómplice de ciertos eclesiásticos. Casi cada día surgen nuevos casos, y el problema ya no es de la Iglesia en EE.UU., en Irlanda, en Alemania, o lo que esté por venir, sino de la Iglesia universal. Es verdad que ha tardado en reaccionar, pero la seriedad con la que la Iglesia aborde este oscurísimo capítulo será fundamental para reparar su credibilidad y, de paso, liderar la lucha contra un fenómeno que ni mucho menos le afecta sólo a ella. Un estudio de 2008 de la Red Irlandesa de Crisis sobre Violaciones (RCNI) asegura que el 50,8% de los agresores son los padres; el 34%, vecinos o amigos, y el 3,4%, figuras de autoridad. El Informe Ryan que destapó los casos de la Iglesia irlandesa en mayo de 2009 responsabilizaba también a las autoridades civiles. No se trata de distraer la atención señalando al otro, ni se puede seguir barriendo bajo la alfombra. Queda mucho por purificar.

En el nº  2.700 de Vida Nueva.

ARTÍCULOS RELACIONADOS:

Compartir