Chile afronta el futuro entre el dolor y la incertidumbre

La llegada de ayuda para reconstruir el país coincide con la marcha de Bachelet, sustituida por Piñera

Terremoto-Chile(José María Arnaiz– Santiago) Entre el dolor y el olvido, entre la reconstrucción y la reforma, entre Michelle Bachelet y Sebastián Piñera. Así está hoy Chile. El duelo de estos días “es el dolor de toda la gran familia que somos. Es realmente un duelo nacional”, ha dicho el cardenal Francisco Javier Errázuriz. Es el dolor propio de un desastre que se convirtió en drama, con muchos protagonistas y actores: algunos lo han sentido en su cuerpo y en su alma, otros lo han presenciado y hay quienes, aun estando lejos, les resulta imposible prescindir de él, ya que se ha convertido en miedo, violencia y descontrol.

Todavía inmersos en la precariedad e impotencia de tanta pérdida, tanta herida y destrucción, ese dolor aflora en los rostros, las palabras y el modo de proceder. Un dolor que conmueve y mueve a la solidaridad, pero que ha traído la frustración a quienes han perdido sus sueños, los ahorros de toda una vida o el trabajo cotidiano. Porque el dolor saca lo mejor y lo peor de cada uno, y pide entrar en su misterio. “Golpearon a la puerta la muerte y el miedo; les abrió la fe, la esperanza y la caridad. No encontraron a nadie fuera”, escribió Charles Péguy.

Los terremotos duran mucho tiempo en el alma, y conviene que así sea, para que ese recuerdo sea fecundo y no se consuma interesadamente. Y, para que el olvido no llegue, lo mejor es implicarse en la acción solidaria, convirtiendo la tragedia en acto de generosidad. Así, la noticia no dejará de ser noticia. Ahora esa noticia  habla de los milagros de la generosidad que hacen pasar de la muerte a la vida. Porque, en condiciones de mayor calma, la solidaridad aparece de manera natural, nace de sentimientos reales –no fingidos– y a menudo conmovedores. Es el momento que nos toca vivir ahora: cuidar esta memoria y no deslizarnos poco a poco por el olvido.

Mientras, el terremoto está poniendo en evidencia virtudes y carencias, desarrollo y subdesarrollo; algunos pierden grados de humanidad y otros los ganan. En estos días, más que nunca, nos hemos dado cuenta de que hay que preocuparse de las necesidades materiales de la población afectada, pero que la gente precisa también abrazos, cariño, fe, respaldo, presencia, palabra.

Alguien puede pensar o creer que, tras el terremoto, Chile debe renunciar a reformas profundas y limitarse a reconstruir. Pero el país quiere y puede hacer esas reformas, las necesita; y este cataclismo debe ser el detonante para iniciar esa nueva etapa. Se requiere coraje no sólo para despejar escombros y levantar casas o puentes, sino también para eliminar los frenos y obstáculos al desarrollo de las últimas décadas, con leyes inadecuadas o personas ineptas, y todos los frenos que se han puesto a un compartir solidario, indispensable para que ese desarrollo sea consistente y sostenido.

Lo mejor de la gente

Este terremoto ha mostrado las grietas de los edificios, pero también de los corazones, necesitados de una profunda conversión. Porque “un país –ha dicho el presidente del Episcopado, Alejandro Goic– no se reconstruye con la pura suma de voluntades humanas…, necesita de lo mejor de su gente”.

Bachelet, que dejó su cargo el día 11, se ha tenido que medir estos días con el acontecimiento que más desafía a un gobernante: un país duramente convulsionado, cuya ciudadanía, si bien no pone un 10 a su gestión, tampoco la castiga demasiado porque la quiere mucho. Piñera, que ha tomado el relevo, ha dicho que un buen capitán de barco no se mide cuando las aguas están calmas, sino cuando el mar está tormentoso. Pues bien, ese mar tormentoso le ofrece una oportunidad única para mostrar su temple. Cabe confiar en que esté a la altura. “Una crisis es una nueva oportunidad”, afirma, y es de esperar que no se olvide de que nuestro problema es un déficit de humanidad, y en el remedio hay que atinar bien.

Reconstruir un país en ruinas requerirá de muchos recursos, esfuerzos y tiempo. ¡Ojalá no se necesite tanto para reconstruir las mejores formas de relacionarnos y de las que siempre nos hemos sentido orgullosos! Chile quiere ser ayudado, para ayudar más y mejor. Por supuesto, la situación pide, de manera muy concreta, reasignar el presupuesto, buscar esa ayuda y redefinir prioridades. Todo para afrontar una reconstrucción que durará años y que resista al próximo terremoto sin víctimas ni destrucción.

Más allá de Bachelet y Piñera, esta situación impone a los políticos una actitud de unidad nacional, porque la ciudadanía castigará a quienes se enreden en controversias menores o entorpezcan iniciativas de recuperación de largo alcance.

jmarnaiz@vidanueva.es

En el nº 2.699 de Vida Nueva.

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