El joven Murillo regresa a casa

El Bellas Artes de Sevilla acoge la mayor muestra temporal dedicada al pintor

Detalle de la obra ‘José y la mujer de Putifar’

Detalle de la obra ‘José y la mujer de Putifar’

(Juan Carlos Rodríguez) Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) regresa a Sevilla, su ciudad natal, con una exposición sobre su trabajo de juventud. Una pintura cuyo arte atraviesa siglos y continentes, creencias y concepciones estéticas. Una pintura votiva y sacra, que demuestra, una vez más, el poderoso eco de la pintura eclesiástica en Murillo, a quien la muestra sevillana reivindica también como un gran pintor de género, cuyas escenas de mendigos y zagales lo situaron pronto en el mercado europeo como el más cotizado de los artistas españoles del Siglo de Oro. “Murillo en su faceta juvenil no era conocido y esta exposición supondrá un granito más en su valoración y conocimiento”, afirma Benito Navarrete, comisario, junto a Alfonso Pérez Sánchez, de la exposición El joven Murillo, que acoge, en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, un total de 64 obras, pintadas todas en la capital hispalense antes de 1655. De ellas, 42 ya integraron la muestra del año pasado en el Bellas Artes de Bilbao, aunque otras 22 se le suman ahora en Sevilla. Todas juntas supondrán, según Navarrete, “la mayor muestra temporal dedicada jamás a este artista”. La exposición, que concluirá el 30 de mayo, presenta 16 cuadros que se exponen por primera vez en España (proceden de Nueva York, Londres o París, entre otras ciudades).

Entre ellos, una obra singular: Santa Catalina de Alejandría, que llegó del Mie Prefectual Art Museum de Tokio al de Bellas Artes de Bilbao y, ahora, al de Sevilla. Mártir y reina a la luz de Murillo, el cuadro muestra a santa Catalina de Alejandría con una corona, arrodillada y con las manos abiertas en señal de resignación ante su martirio. Este lienzo tuvo una vida azarosa y errante antes de acabar en Tokio. Hasta 1836 formó parte de la colección del duque de Híjar. Más tarde, entre 1845 y 1850, pasó a la Galería Española de Luis Felipe de Orleáns en el Museo del Louvre. Christie’s sacó el lienzo a subasta en varias ocasiones, la última, en Nueva York en 1998. Hoy, en Japón, es un tesoro nacional. “Por los plegados de la túnica y el joyel –dice Navarrete–, la imagen se relaciona perfectamente con la Santa Catalina de Focus-Abengoa, anteriormente atribuida a Alonso Cano, pero que, ahora se podrá apreciar, es indiscutiblemente de Murillo”.

La consejera andaluza de Cultura, Rosa Torres, durante la presentación en Sevilla de la exposición ‘El joven Murillo’

La consejera andaluza de Cultura, Rosa Torres, durante la presentación en Sevilla de la exposición ‘El joven Murillo’

Para Navarrete, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Alcalá de Henares, el montaje en la iglesia del antiguo Monasterio de la Merced, sede actual del Museo de Bellas Artes sevillano, es “espectacular”. Arranca con las primeras obras, con La Virgen con fray Lauterio, San Francisco y Santo Tomás (Fitzwilliam Museum, Cambridge) o Las dos Trinidades (Nationalmuseum, Estocolmo), para sumergirse en el Claustro Chico, del cual se podrán ver juntas seis de las once pinturas que se han conservado del que fue su primer gran encargo, en 1645, realizado para el desaparecido Convento de San Francisco de Sevilla, cuyas obras están hoy dispersas por colecciones francesas, estadounidenses, alemanas… e incluso en Patrimonio Nacional y en la Real Academia de Arte de San Fernando. La exposición, sobre todo, permitirá contextualizar a Murillo como nunca antes se había hecho. No sólo enfrentándole con su maestro Juan del Castillo, sino que también demostrará “que Francisco Herrera el Viejo, Zurbarán y el naturalismo holandés (principalmente las estampas de Bloemaert) son elementos esenciales de su itinerario artístico”. Por otro lado, insiste Navarrete, la muestra permite observar cómo ya desde el primer momento de su vida artística surgen motivos esenciales de su producción que, más tarde, repetirá en su madurez: es el caso de los niños desamparados, la infancia de Cristo, los santos penitentes en éxtasis –el restaurado San Jerónimo Penitente (Museo del Prado) es un claro ejemplo– o las distintas versiones de la Magdalena penitente –es expresiva la procedente del Virginia Museum of Fine Arts en Richmond (EE UU)– y santa Catalina de Alejandría. “Son temas que tratará con una veta brava y mediterránea que lo relaciona directamente con la etapa sevillana de Velázquez”, añade.

Punto de inflexión

Aunque El joven Murillo transformará por completo la visión que se tiene en su ciudad natal y, en general, en toda la geografía del arte. “Cambia la idea que había de él como un pintor devocional de Inmaculadas y angelotes para revelarnos a un hombre muy comprometido con la realidad de su tiempo, un artista de pintura inmediata y realista –explica Navarrete–. Esto puede apreciarse perfectamente en la reconstrucción parcial que se ha hecho de sus pinturas para el Claustro Chico. Es un trabajo doctrinal, de denuncia, inspirado en el ideario franciscano y que nos descubre cómo nació en Murillo la conciencia social”. En el itinerario expositivo, esta serie es la que nos introduce en la sala vecina de las pinturas de los niños y desamparados, donde figuran varias obras maestras, como El Piojoso (1650), procedente del Louvre o los Niños comiendo melón y uvas, de la Alte Pinakothek de Múnich. El público va a entender muy bien por qué pinta Murillo esos temas, de dónde surgen esas inquietudes. Antes de hacerse célebre con sus pinturas religiosas, Murillo también cultivó la pintura de género, en ocasiones para satisfacer la demanda de su clientela en la Sevilla del siglo XVII, que incluía numerosos comerciantes flamencos. Uno de ellos pudo encargarle la Vieja con cesta de huevos que, procedente también de la Alte Pinakothek de Múnich, puede verse en Sevilla.

Pintura social

Un joven observa la obra ‘La Inmaculada Concepción con fray Juan de Quirós’

Un joven observa la obra ‘La Inmaculada Concepción con fray Juan de Quirós’

La pintura de género era considerada menor frente a la religiosa en la España del Siglo de Oro. Ese desprecio, sumado al hecho de que la clientela extranjera valoró rápidamente lo más singular del artista, provocó que estos cuadros salieran de Sevilla pronto, en el siglo XVII, quedándose España sin ningún ejemplo de la pintura social de Murillo. “Para las élites del coleccionismo nobiliario estas escenas de menesterosos fueron muy importantes. Veían en ellas un retrato de la sociedad sevillana de su tiempo y una perfecta escenificación de la literatura del Siglo de Oro, como el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, novela picaresca que figuraba en la biblioteca de Murillo”, explica Navarrete. La dispersión de la obra de Murillo –de hecho, la mitad de las obras expuestas en Sevilla proceden del extranjero, incluso monumentales como José y la mujer de Putifar, cedido excepcionalmente por Museumslandschaft Hessen de Kassel (Alemania)– se inició en el siglo XVIII, cuando se disgregó la colección de la reina Isabel de Farnesio, que habría comprado muchas de estas obras en Sevilla durante los años de estancia de la Corte en Andalucía (1729-1733). Luego, en el siglo XIX, la obra sufrió el expolio napoleónico del mariscal Soult y, más tarde, la desamortización. El catálogo de esta exposición dedica un lugar preeminente a la historia de los cuadros, a la procedencia de las obras y a la pérdida de ese patrimonio. Pero también a la importancia de su recuperación. El proyecto científico, del que la muestra es su colofón, ha propiciado notables descubrimientos. Por ejemplo, la Vieja Hilandera que ha cedido Stourhead y que se guardaba en una casa de campo inglesa como “del círculo de Murillo” es el original de la copia que posee el Museo del Prado procedente de la colección Farnesio. O la Virgen con el Niño, descubierta por el investigador sevillano Eduardo Lamas en los almacenes del Museum Wuyts-Van Campen, en Baron Caroly (Lier, Bélgica). Junto a ellas, se presentan, restauradas y limpias, obras como Desposorios Místicos de Santa Catalina (Museo de Arte Antiga de Lisboa), Vieja Hilandera (Hoare Collection, Stourhead) y San Agustín lavando los pies a Cristo (Museo de Bellas Artes de Valencia).

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.697 de Vida Nueva.

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