Manuel Corral Martín: “El diálogo es la clave para el futuro de nuestra Iglesia”

Responsable de Relaciones Institucionales del Episcopado Mexicano

Manuel-Corral(Pablo Romo Cedano– México DF) De ojos pequeños, voz mesurada, meditando cada palabra, Manuel Corral Martín abre a Vida Nueva una ventana de su vida, en el contexto del 25º aniversario de su ordenación presbiteral y de muchos años de vida y trabajo cerca de las relaciones institucionales de la Iglesia. Nos recibe en la sede de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), debajo de las oficinas del presidente, Carlos Aguiar Retes. Hijo de agricultores, nacido en Fornillos de Fermoselle (en Zamora, a unos pasos de la frontera con Portugal), entró en el seminario y se convirtió en Misionero del Verbo Divino. El padre Corral Martín se fue a Japón y trabajó varios años en una cultura secularizada; después hizo varios viajes a Centroamérica, en los tiempos de las grandes guerras, así que entiende las polarizaciones y conflictos tanto de la sociedad como de la Iglesia. Él se define como “una persona que busca, que busca lo que Dios quiere para él. Una persona alegre y que quiere servir”. Manuel es hombre entregado, hombre de la verdad. “Si tienes la verdad –le dijo su padre antes de dejar su casa–, defiéndela hasta con la muerte”.

¿Qué ha significado su trabajo en instancias de gobierno de la Iglesia en México?

Ha sido un privilegio poder estar en estas instancias de servicio. Por ejemplo, cuando trabajé como secretario ejecutivo en la Comisión Bíblica, creamos una plataforma para que los obispos pudieran difundir con mayor facilidad la Palabra de Dios a muchos hombres y mujeres con sed de Dios. Ahora, mi trabajo cooperando en la CEM se convierte en un tiempo de gracia, un tiempo para ayudar a la Iglesia desde dentro. Colaboro como secretario ejecutivo ad extra, encargado de las relaciones públicas, particularmente con el Estado.

¿Cómo han sido las relaciones en los últimos años con el Estado?

Uno de los momentos más álgidos fue el contexto electoral de 2006. Dado lo reñido de la contienda, había mucha tensión. El PAN (Partido de Acción Nacional) y el PRD (Partido de la Revolución Democrática) estaban muy fuertes y ambos querían usar la fuerza de la Iglesia para mover el fiel de la balanza. En ese momento, nosotros fuimos muy conscientes de estar lo más neutrales posibles. De hecho, emitimos un comunicado desde la Conferencia Episcopal invitando a votar, pero jamás inclinándonos hacia ningún lado.

Frenos

Y, en general, ¿cuál es la relación?

El gran problema que tenemos es que no hay plenas relaciones con el Estado. En México, la Constitución no reconoce la libertad religiosa. Se ha discutido mucho, pero lo que tenemos es libertad de creencia, no religiosa. Es decir, los sacerdotes y ministros de culto pueden votar, pero no ser votados, por ejemplo. No es que se quiera ser presidente, pero no se debe restringir el derecho. Siento que con el Gobierno de Felipe Calderón las relaciones con la Iglesia se han frenado. El equipo de Calderón es joven y neoliberal, y ha decidido no acercarse tanto a las Iglesias, particularmente a la Iglesia católica. Los caminos, en lugar de institucionales, se han hecho más bien de trato personal. Podemos decir que ahora ha habido un distanciamiento con respecto al sexenio de Fox.

¿Qué significa la reelección de la presidencia de la CEM?

Manuel-Corral-2Significa consolidar el proceso que Carlos Aguiar ha venido haciendo. Que la Conferencia Episcopal tenga una relevancia en la sociedad. Ciertamente, en la Asamblea hay posturas diversas, pero está claro que el apoyo al cambio que ha significado la presidencia de don Carlos se manifestó en la reelección. Desde Aparecida, hay un gran impulso para que las estructuras organizativas de la Iglesia se acerquen a la nueva cultura que se está generando. Es decir, adaptar nuestro proceso evangelizador a los tiempos de hoy.

¿Cómo ve a la Iglesia de México hoy?

La Iglesia está en un parteaguas, en un momento de punto de inflexión, y tiene que decidir entre ser una Iglesia como en Europa, muy en confrontación, centrada en la perspectiva sacramental, continuista, asistencial. O, por otro lado, aquélla que nosotros vemos, de diálogo abierto, haciendo un examen de conciencia, reconociendo aquello que no va con los tiempos de hoy y buscando la adaptación de las estructuras y la participación de los creyentes en las necesidades actuales. El diálogo sería la clave de esta segunda vertiente. Yo creo que la Iglesia tiene mucho que decir en estos tiempos. No puede quedarse mirando atrás. Hay que definir los nuevos retos: las familias, las corrientes migratorias, el ámbito de la globalización. Tenemos la oportunidad de hacernos presentes en los nuevos areópagos, como dice Aparecida. Los nuevos areópagos pueden ser los jóvenes, la expresión de la juventud. Mira, hace unos días estaba en una celebración y un muchacho joven, quizá adolescente, se acercó con curiosidad a ver el momento de la consagración. Era un muchacho de la tribu urbana que llaman emos, y preguntó sobre lo que hacía: jamás había estado presente en una celebración de la eucaristía. Ésa fue una oportunidad para dialogar, encontrarse y aportar desde la fe un pequeño granito al sentido de la vida. La educación puede ser otro lugar de diálogo. Ahí hay que estar. Es un espacio para cuestionar y no sólo para recibir información. Los nuevos areópagos están en las nuevas corrientes humanas que van y vienen desde la migración. México se está moviendo mucho, las fronteras se flexibilizan.

Narcotráfico y violencia

Desde su posición en la CEM, conoce también el punto de vista del Estado y de la sociedad con respecto al narcotráfico y la violencia. ¿Qué perspectiva tiene usted?

En estos últimos años me ha tocado vivir experiencias muy fuertes. Una es la irrupción militar en el templo de Apatzingán, que nos permitió abrir un diálogo con el ejército, pero generó mucha tensión y mucho malestar. También hubo fuerte tensión a consecuencia de las denuncias hechas por el arzobispo de Durango, Héctor González, cuando dijo que todo el mundo sabía dónde vivía el Chapo Guzmán. Más allá de esto, vivimos en constante amenaza, sobre todo los sacerdotes: ha habido asesinatos, o sacerdotes que han tenido que ser movidos a otras parroquias o diócesis. Te puedo decir que, de los 15.000 sacerdotes que hay en México, más de mil han sido amenazados directamente, sobre todo aquéllos que viven en fronteras, porque ahí se da con mayor fuerza la violencia. Mira nada más Ciudad Juárez…

Pero entonces, ¿qué hacer?

Es indispensable que el sacerdote genere un ámbito más amplio para denunciar. Hay que generar grupos, hay que dejar de ser protagónicos en este tipo de acciones, para construir desde la feligresía una plataforma social que defienda la vida. Ciertamente no es fácil. Desde el año 2000 hasta la fecha, ha habido creo que cuatro sacerdotes asesinados y los dos seminaristas y el sacerdote de Altamirano, en Guerrero. También ha habido algunos secuestros.

¿Qué se hace cuando jefes del crimen organizado piden sacramentos?

Se han dado casos de sacerdotes a los que se les obliga a presidir matrimonios, celebrar bautizos… En fin, les va la vida en ello si no acceden.

promo@vidanueva.es

En el nº 2.695 de Vida Nueva.

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