La Iglesia peruana, solidaria con el pueblo que lucha y sufre

Los desastres naturales y la cuestión indígena, muy presentes en la Asamblea de la Conferencia Episcopal

Poblado-peruano(Luis Llontop S.– Lima) El 30 de enero concluyó la 95ª Asamblea Plenaria que, por cinco días, congregó a los obispos de las 45 jurisdicciones que conforman la Conferencia Episcopal Peruana (CEP). Una reunión muy marcada por los recientes desastres naturales, que en regiones sureñas como Cusco y Puno han dejado muertos, heridos y 24.000 damnificados.

El otro tema que se dejó sentir en esta cita episcopal fue el ‘Baguazo’, un enfrentamiento entre policías y nativos en el contexto de una protesta indígena que venía desde 2008 y que el 5 de junio de 2009 provocó la muerte de una veintena de personas por ambas partes, fatídico suceso del que algunas voces oficiales interesadas quisieron responsabilizar a la Iglesia católica como instigadora. Una acusación falsa y sesgada, según declaró el obispo de Jaén, Santiago García de la Rasilla, pues, felizmente, se siguen aclarando todas las causas y consecuencias de lo vivido. Mientras, la CEP, a través de su presidente, Héctor Miguel Cabrejos, OFM, aprovechó para defender a los misioneros y misioneras que generosamente entregan su vida a la evangelización de estos pueblos históricamente olvidados.

Fue el también arzobispo de Trujillo quien –en compañía del nuncio apostólico, Bruno Musaró, y del castrense y vicepresidente de la CEP, Salvador Piñeiro– presidió la Eucaristía inaugural. En ella, Cabrejos resaltó dos elementos del sacerdocio: la misericordia y la fidelidad. Porque el sacerdote –dijo– debe ser “misericordioso con relación a los hombres y fiel con relación a Dios…, una ofrenda permanente en el altar y en la vida”.

Al día siguiente, dejó la Plenaria y, junto al obispo de Caravelí, Juan Carlos Vera, M.S.C., y al presidente del Congreso de la República, Luis Alva Castro, viajó hacia Cusco, Quispicanchi, Anta y Urubamba, zonas afectadas por las inundaciones, haciendo realidad así la solidaridad de la que se habló en la Asamblea.

Encuentro de la Amazonía

Clausuradas las sesiones de la CEP, del 1 al 5 de febrero, se desarrolló el Encuentro de Pastoral Indígena de la Amazonía Peruana, espacio de estudio, reflexión y proyección pastoral para los obispos de la Selva, ya institucionalizado y promovido por el Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP), creado en 1974 por los prelados de la región.

Una de las intervenciones de la reunión fue la de García de la Rasilla, quien recordó cómo para la fidelidad de la Iglesia habrá un antes y un después de Bagua, e hizo suyas las palabras del líder indígena Santiago Manuín, herido de muerte en el conflicto: “Estoy seguro que de este dolor Dios va a sacar algo bueno”.

El obispo de San Ramón, Gerardo Zerdín, por su parte, desveló cómo la Iglesia alertó al Gobierno, “pues emitimos cuatro cartas dando a conocer la seriedad del reclamo indígena, pero no nos quisieron escuchar. Antes de la tragedia, dimos razones para no atentar contra los hermanos de la Selva, pero no nos quisieron atender. Allí están las consecuencias”.

En este contexto post-Asamblea, aún resuenan las palabras de Juan Pablo II a los nativos de Iquitos en su viaje al Perú de hace 25 años: “Sé –decía– que tenéis sufrimientos; porque siendo poseedores pacíficos desde tiempo inmemorial de estos bosques y ‘cochas’, veis a menudo despertarse la codicia de los recién llegados (…) Defended, sí, vuestros bosques, tierras y cultura como algo que legítimamente os pertenece, pero sin olvidar la común condición de hijos de un mismo Dios, que repudia la violencia, la venganza, los odios… Pido a los gobernantes, en nombre de vuestra dignidad, una legislación eficaz, cada vez más adecuada, que os ampare de los abusos y os proporcione el ambiente y los medios necesarios para vuestro normal desarrollo”.

PREMIOS AL SERVICIO

Premio-Isidro-SalaEl último día de Asamblea se procedió a la entrega de la Medalla de Oro de Santo Toribio de Mogrovejo al obispo emérito de Abancay, Isidro Sala Ribera, y a cuatro congregaciones religiosas: las Hermanas Misioneras de la Sociedad de María, las Franciscanas Misioneras de la Natividad de Nuestra Señora, las Hijas de San Pablo y los Clérigos de San Viator. Todas ellas galardonadas por sus “invalorables servicios prestados a la Iglesia durante los 50 años de presencia en el Perú”. Una presencia evangelizadora en medio de los pobres y caminando junto al pueblo que busca una vida digna que no siempre ha sido fácil.

En el nº 2.695 de Vida Nueva.

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