José Bono: “Aspiro a vivir en una Iglesia en la que el mandamiento principal sea el del amor”

Presidente del Congreso de los Diputados

Bono-1_G(Juan Rubio– Fotos: Sergio Cuesta) Cuando entro al Congreso de los Diputados, en Madrid hace uno de esos días de frío invernal que ya parecían olvidados. El presidente no se demora. Nos recibe puntual en su despacho de la zona noble del palacio de la Carrera de San Jerónimo. Mientras tanto, cambio impresiones con su equipo y viejos colaboradores manchegos. El presidente es puntual. Hablamos de Vida Nueva y saca a colación anécdotas de la revista y de las muchas veces que la ha leído. Está interesado en responder a las preguntas. “Los lectores de Vida Nueva son muchos e inteligentes”, comenta. En esos  días está de actualidad en el debate público el tema de los símbolos religiosos y todo lo relacionado con la retirada del crucifijo de las escuelas. A él nadie le ha dicho ni pedido que retire la cruz que se alza en un lugar destacado de una mesa de su despacho; y espera que nadie se lo pida.

Bono-2José Bono (Salobre, Albacete, 1950), presidente del Congreso de los Diputados, es el político de la izquierda en activo que defiende con más énfasis su condición de cristiano y socialista. Es más, cree que “una de las maneras de renovar el socialismo puede venir del Evangelio. Somos socialistas y queremos tener como referencia vital a Jesús”. Es un torrente de titulares. No le duelen prendas decirlo, y decirlo convencido. España no sólo no ha dejado de ser católica, sino que en ella el catolicismo y el socialismo son dos realidades importantes: “Si fuera incompatible ser cristiano y ser socialista, habría que cerrar la mitad de las iglesias y la mitad de las agrupaciones locales del PSOE”.

Cuando habla, suele molestar a una parte del partido y a una parte de la Iglesia. Algunas de sus opiniones han sido respondidas por la jerarquía católica, pero él está convencido de que debe decir las cosas. Lo hizo como presidente de Castilla-La Mancha, como ministro de Defensa y, ahora, como presidente del Congreso. Bono cree que desde su condición de cristiano debe intervenir en la vida política para hacer una sociedad más justa y mejor, pero no en un partido de cuño confesional. Desde ahí arranca nuestra conversación. Es precavido. También él enciende su grabadora. Con los medios de comunicación se mueve como pez en el agua.

¿Debe tener la Iglesia un partido político confesional?

Sería un error grave a estas alturas que la Iglesia retrocediera a los años cuarenta propiciando un partido receptáculo único y exclusivo de los votos de los cristianos. Algunos políticos católicos quisieron que la Constitución española contuviera proclamas a favor de un Estado católico, pero el cardenal Tarancón, con más inteligencia que ellos, supo que no era bueno que la Iglesia se acercase tan familiarmente al poder como lo había hecho durante cuarenta años. La Iglesia tomó gusto por el Poder y el Poder tomó gusto por la Iglesia. Así fue y así no debería volver a ser. El erigir un partido católico fue uno de los plantea- mientos que hubo por parte de un sector de Iglesia. Hoy estamos asistiendo a un resurgimiento de ciertos sectores que creen que la concepción de un partido católico es la única manera de que el cristiano pueda estar trabajando en política. Solamente con un partido así es fácil estar en la vida política, según un destacado dirigente de la Iglesia de hoy. Es muy preocupante que haya dirigentes en la Iglesia que insistan en dar a Dios lo que es del César y que le regalen al César, eso sí, siempre que no sea socialista, lo que tiene que ser de Dios.

Ser coherentes

Pero es legítimo que lo haya, ¿verdad?

Con la Constitución en la mano, no se puede negar el derecho a recrearse en el pasado, a propiciar el estado na- cionalcatólico, o a defender cualquier extravagancia. Ahora bien, a quien ejerce su derecho a leer con una vela en vez de con una bombilla, yo no lo pondría de maestro de mis hijos. El pueblo español tiene mucho sentido común y está mucho más cerca de lo que representaba Tarancón que de lo que hoy defienden los movimientos integristas o sectarios.

¿Y como corrientes organizadas dentro de los partidos políticos?

En el PSOE no queremos constituir una corriente cristiana de poder interno. Simplemente, deseamos ser coherentes y no ocultar nuestros sentimientos religiosos, porque pensamos que una de las maneras más solidarias de renovar el socialismo puede venir de los principios cristianos, del Evangelio. Somos socialistas y queremos tener como referencia vital a Jesús de Nazaret. Nos organizamos mínimamente, pero sin intención de constituir una corriente de poder interno. Nos organizamos para reunirnos de vez en cuando, para dar testimonio de que no todo progreso, como piensan algunos anticlericales, tiene que discurrir científica y necesariamente al margen de cualquier sentimiento religioso. Desde luego, yo, como socialista, me siento más cerca del testimonio de Ellacuría, del obispo Romero o de Nicolás Castellanos que de cualquier dogmático fundamentalista del pensamiento marxista. Me mueve, me emociona más el ejemplo de cristianos solidarios que entregan su vida por los demás que el discurso mitinero y radical de quien sólo busca votos. Mire, nosotros no estamos en el Partido Socialista organizados como cristianos para conseguir una cuota de poder. Proclamamos la falsedad que se encierra en la frase de Karl Marx de que la religión es el opio del pueblo.

Cuando hay un conflicto de disciplina en el seno del partido o de la Iglesia, ¿obedecer a Dios o a los hombres?

Hasta ahora, me ha resultado fácil, porque en mi partido no todos pensamos milimétricamente igual. Incluso algunos nos hemos ejercitado en la práctica de mostrar nuestras discrepancias sin faltar a la disciplina. En el PSOE, la disciplina no es una virtud cuartelaria según la cual, de manera jerárquica, se imponen los criterios y opiniones. La disciplina en mi partido es una responsabilidad que voluntariamente compartimos. Como somos demócratas, tratamos de decir lo que pensamos, y cuando hay discrepancias, las resolvemos con el voto. Hasta ahora, esto ha funcionado muy bien. Los partidos en los que todo el mundo piensa milimétricamente igual es porque, o uno piensa por todos, o no piensa ninguno. De modo que, en el PSOE, discrepar, es el primer derecho que como demócratas nos reconocemos.

Fe y dogma

¿Y dentro de la Iglesia?

Bono-3Dentro de la Iglesia, hasta ahora, tampoco me ha resultado difícil. Hasta el momento no me he sentido obligado a tener que demostrar cada día que no soy un desvergonzado pecador público. Yo no soy dogmático ni siquiera en materia de fe, y en consecuencia, no acepto mansamente las opiniones que no comparto. Tampoco pretendo dar lecciones. Para mí, la fe es una cosa y el dogma es otra. Por ejemplo, el dogma de la Inmaculada Concepción me evoca respeto a la mujer. Me impulsa a defender a la mujer dentro de una organización eclesial que la tiene apartada, por ejemplo, de la función sacerdotal. La verdad es que no concibo el dogma de la Inmaculada a la usanza del siglo XVI ni del siglo XIX. No desprecio la historia de la Iglesia y lo que en cada momento ha significado la proclamación de un determinado dogma, pero mi fe tiene como objeto proclamar los valores evangélicos, y la verdad, no estoy dispuesto a mandar a nadie al infierno por no pensar como yo. Es decir, aquello de “fuera de la Iglesia no hay salvación” no me parece ni ecuménico ni acertado.

A algunos obispos no les agradará nada escucharle decir estas cosas…

No deseo ofender a nadie, pero decir lo que pienso no creo que agrave mi relación con la jerarquía. La opinión de quienes preferirían verme fuera de la Iglesia, excomulgado, condenado por herejía o ateo militante, la verdad es que no me interesa. Siempre he pensado que los obispos deben ser más pastores que jueces o profesores de dogma.

Pero cuando llegan momentos complicados en los que ha de responder uno en conciencia, y a esa conciencia no se le permite un espacio de libertad legal, por ejemplo, en el caso del aborto, ¿qué hacer?

Sí. En este punto se ha modificado el proyecto del Gobierno con enmiendas presentadas en el Parlamento. Ahora se reconoce el derecho individual a la objeción de conciencia. También se han hecho modificaciones respecto a la información a los padres de la menor de edad y en materia de educación sexual. Creo que la ley es mejor que el proyecto y, por cierto, la ha votado un partido confesional católico como el Partido Nacionalista Vasco.

¿Cómo se siente después de haber sido amonestado por algunas declaraciones sobre la ley del aborto?

Aspiro a vivir dentro de la Iglesia en la que nací y en la que mis padres me enseñaron a vivir. Y sin ser canonista, pienso que la última palabra, la palabra infalible del Papa, sólo rige en materia de fe, pero no la tiene cualquier obispo en cualquier asunto o en cualquier tema que trate. Como decía el cardenal Tarancón, algunos obispos españoles tienen tortícolis de tanto mirar a Roma.

En este momento, veo en Roma más sentido común que en algunos fundamentalistas. Sería peligroso que la Iglesia española se dedicara a molestar, a incomodar o a señalar con el dedo a quien no comparte todos los criterios de determinado cardenal o de determinado obispo, por mucho poder que tengan. Yo aspiro a que me dejen vivir en una Iglesia en la que el mandamiento principal sea el del amor, el del perdón, el de la fraternidad, y no el del miedo. Algunos deben tener el dedo dolorido de tanto señalar al enemigo, al apóstata y al hereje. Me agrada recordar aquella frase que Cristo dijo a la adúltera: “Yo no te condeno”.

El mismo Cristo nos lo dejó dicho: que los suyos no son los que dicen “Señor, Señor”, sino los que dan de comer al hambriento, de beber al sediento… El examen final no será una prueba teórica sobre teología y dogma, sino que al atardecer de la vida nos van a examinar del amor. Es decir, sobre si dimos de comer, de beber… Éste es el mensaje renovador y revolucionario del Evangelio.

¿Se acercará a comulgar?

Me siento incapaz de defenderme ante quien me quiera negar la comunión. Evitaré provocar un escándalo yendo a los sitios donde no me quieran, pero gracias a Dios, la Iglesia es muy amplia, muy universal y muy grande. Hay algunos obispos que me han llamado para darme ánimo. Por ejemplo, el arzobispo de Valencia lo ha dicho, además, sin esconderse. Lo ha dicho en público. Algunos de los que esperaba su llamada, no llamaron… Quiero ser discreto y no decir sus nombres. Además, no quiero interferir en la carrera eclesiástica de nadie citándole como amigo u hostil. Entre los obispos abunda la gente buena. Es evidente que no me agrada que me llamen pecador público y hereje, pero yo no soy el responsable… soy el que lo padece.

Sana laicidad

¿Es posible vivir en España una sana laicidad?

Juan-Rubio-y-BonoEso es lo que dice el Papa. No  Pablo VI, ni Juan Pablo I. El papa Ratzinger tiene dicho, aunque algunos no lo saben, lo magnífico que es un sano laicismo. Te voy a poner un ejemplo: he sido amigo del cardenal Marcelo González Martín. Don Marcelo expiró con mi mano cogida. Eso pueden no entenderlo los que sólo saben de Don Marcelo que hizo la misa del funeral de Franco. Pero claro, es que hay quienes se quedan en la superficie, en la epidermis de las personas, y no profundizan. Se quedan en las minucias de sacristía y desatienden la conciencia.

¿Qué le preocupa hoy en la Iglesia española?

La Iglesia española debería estar preocupada por la ausencia de jóvenes en los templos,  en los seminarios, que están vacíos. Los obispos, quizá, deberían estar más preocupados por llenar las iglesias de jóvenes que por echar de ellas a la gente. Sería muy hermoso que los jóvenes aplicaran toda la fuerza de su edad biológica a defender el mensaje de igualdad y de amor de Jesús.

Usted es un devoto del cardenal Tarancón…

Recuerdo lo que me comentó un día en Villarreal: le llamó el ministro de Información para que todos los obispos de España oficiaran el entierro de Franco. Tarancón dijo: “Todos los obispos de España no se reúnen ni para el funeral del Papa. ¡Con lo que nos estaba costando separarnos del franquismo!… ¡Como para hacer un funeral con todos los obispos y perder la independencia conseguida con tanto esfuerzo durante años!”. Son palabras suyas, casi literales, pero claro, algunos ni estaban ni están de acuerdo con la inteligente posición de Tarancón.

Tarancón debió de sufrir…

No lo dude. Pregunte al P. Martín Patino. Al parecer, Juan Pablo II no le tenía en gran estima. Quizá por eso se explica que cuando Tarancón fue a verle, recién elegido Papa, le amonestó diciendo que había dos Estados católicos en Europa, Polonia y España, y que ésta había dejado de serlo por su culpa, entre otros, por haber defendido una Constitución laica. Después de esa visita entró el cardenal Bueno Monreal a ver al Papa, y a éste no sabemos lo que le dijo, aunque lo imaginemos, porque el cardenal de Sevilla perdió el habla y no volvió a abrir la boca durante toda su vida.

¿En qué fuentes ha bebido Bono para hablar como si estuviera dando un sermón?

En mis padres. En mis compañeros más comprometidos, en gentes como Ellacuría, el P. Ángel, Castellanos, en las monjas contemplativas que tienen la amabilidad de acogerme… Bebo donde me dan agua, donde no me la niegan; pero no he acabado de encontrar la fuente que me sacie totalmente. Recuerdo el pensamiento que aconseja seguir a quien busca a la verdad, la fuente, y desaconseja la compañía de quien ya la ha encontrado. Yo ando buscándola, y quisiera no apartarme del camino que Jesús nos marcó. “Porque tengo sed, creo en el agua”, que decía Neruda.

Y seguimos comentando cosas menores, ya fuera de micrófono. Se le ve un hombre bien relacionado en Roma, en Madrid, con púrpuras y solideos, pero también con gentes que en la Iglesia más alejada tienen en él a un abogado defensor. Lo mismo almuerza con importantes superiores generales de las curias vaticanas, que asiste al entierro de Vicente Ferrer en la India. Nos volvemos al frío de las calles de Madrid. Un frío que ya ha empezado a calar en los huesos y sembrado la ciudad de terribles constipados. Es el invierno “que también llega a la Iglesia”, nos dice.

 

BONO, EN EL SALÓN DE LOS “PASOS PERDIDOS”

Caricatura-BonoUna de las leyendas sobre el nombre del Salón de los Pasos Perdidos del Congreso de los Diputados indica que en sus primeros días estaba cubierto por una alfombra muy mullida, y cuando los legisladores repasaban sus discursos “iban y venían, y se perdían los pasos y, a veces, las ideas”. Precisamente las ideas es lo que no ha perdido su presidente, hombre de discurso claro en el que los laberintos no se advierten. José Bono Martínez es capaz de hacerte que te pierdas en las preguntas y respuestas, pero en lo que nunca se pierde, es en lo que quiere hacer y decir. Lo tiene muy claro.

Nació en 1950 en Salobre (Albacete), un pequeño pueblo de la Sierra de Alcaraz, allá por Fábricas de Riopar, por donde La Mancha se cose a Andalucía. Nació un 14 de diciembre, la misma fecha en la que Juan de la Cruz subió a cantar los maitines al cielo. Hijo de un alcalde falangista durante 17 años, estudió en Alicante y siempre cerca de colegios religiosos, especialmente jesuitas: Deusto e ICADE. Quiso ser sacerdote, pero prefirió seguir el mundo de la economía y de las leyes. Trabajó de abogado, pero pronto empezó su carrera política. Logró seis veces ganar las elecciones autonómicas en Castilla-La Mancha con mayoría absoluta. En política, ha recorrido casi todos los peldaños. Le falta sólo ser presidente del Gobierno. Disputó al actual presidente, Rodríguez Zapatero, la Secretaría General del PSOE. Ganadas las últimas elecciones generales, Zapatero lo alejó de Toledo, su feudo, y lo trajo para que, desde el Ministerio de Defensa, trajera las tropas de Irak, una de las perlas de la campaña electoral. Se le concedió una condecoración por ello, pero él renunció, por una sola razón: se lo había pedido su hijo. Para él era suficiente. Hoy es presidente de la institución soberana por excelencia del país, el Congreso de los Diputados, pero su biografía política se fraguó en Castilla-La Mancha. No hay pueblo que no haya visitado, ni convento en el que no haya degustado los dulces de sus monjas. Bono visita con mucha frecuencia a las monjas de clausura y admira su vida. Amigo personal e íntimo de un sacerdote manchego, todos reconocen en él su honda influencia. Nunca ha negado su militancia socialista y su fe cristiana. Es uno de esos hombres-emblema para los socialistas cuando dicen de quitarse la vitola de ‘quemacuras’ y ‘quemaconventos’, como lo es el embajador en el Vaticano, Vázquez, o el presidente de la Junta de Extremadura, Fernández Vara, y otros diputados. Bono no se pierde en los pasillos de la vida política y sabe muy bien moverse por los pasillos de las curias vaticanas. Él siempre se confiesa como un hombre de diálogo. “No hay nada más hermoso que sentarse a hablar y a ponerse de acuerdo”. Son palabra suyas.

En el nº 2.694 de Vida Nueva.

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