José Aguilar: “Hay muchos niños a los que buscar futuro”

Misionero espiritano en Tanzania

José-Aguilar(Victoria Lara) Con los niños de África… encontramos a Jesús es el lema que las Obras Misionales Pontificias han elegido para la celebración, en este 2010, de la Jornada Mundial de la Infancia Misionera, que tiene lugar el domingo 24 de enero en toda España. Con esta campaña se pretende, entre otras cosas, llamar la atención sobre los niños que sufren el hambre y las deficientes condiciones sanitarias y de salud, así como las carencias educativas. De todo ello sabe, y mucho, el misionero espiritano José Aguilar, que lleva 33 años trabajando en Tanzania, donde la escasez de alimentos y enfermedades como la malaria se ceban especialmente con la infancia.

Con el característico acento y la gracia de los cordobeses –que aún conserva– nos cuenta cómo en los últimos 17 años ha conseguido, junto a su compañero, Miguel Ángel Lozano, hacer del valle Mangola, una zona muy fértil pero apenas habitada por 1.500 personas –la mayoría de ellos de la legendaria tribu de los masai–, un lugar deseado para vivir, con una población que hoy en día ronda los 60.000 habitantes. Él mismo explica cómo ha sido posible: “Lo primero que hicimos, al ver la gran cantidad de niños que morían por la malaria, fue montar un dispensario, que luego fue un centro de salud y, finalmente, se ha convertido en un hospital. Desde entonces, la mortalidad se ha reducido considerablemente”.

El impacto del turismo

Otra de las grandes carencias de la infancia es la educación, con una enseñanza primaria en manos del Gobierno que está masificada (hasta 120 alumnos en una misma aula). La misión de Pepe Aguilar también ha puesto su granito de arena para mejorar esta situación, creando dos escuelas que han sido cedidas a las autoridades, y con la construcción de un centro de Secundaria en el que prestan una especial atención a las chicas: “Ante todo –como afirma el religioso–, la mujer tiene que ser mujer, y la única manera de que lo sea es que esté formada y sea consciente de que es persona; a partir de ahí podremos construir lo que queramos”.

A pesar de las diferencias que existen entre Mangola y el “mundo occidental”, el misionero asegura que los niños “tienen las mismas presiones” y anhelan las mismas cosas materiales, a lo que ha contribuido de manera importante el turismo. Son, en cambio, conscientes de que tienen una responsabilidad: “El niño africano se sabe perteneciente a una familia y responsable de colaborar con ella. Tiene que estudiar y jugar, pero en un medio con necesidades tan fuertes, también tiene que ayudar trayendo agua, leña o cuidando de sus hermanos mientras sus padres trabajan en el campo”. Y cuenta un caso que les dejó asombrados: “Estando en el hospital, nos llegó un niño de unos doce años con una niña de un año, aproximadamente, a cuestas, que no tenían a nadie más. Él se hacía cargo de todo y no quería nuestra ayuda, porque consideraba que era una responsabilidad suya cuidar a su hermana”.

Curiosidad por Jesús

Gracias a la labor que Pepe y Miguel Ángel desarrollan en Mangola, los masai y la tribu de los bosquimanos (que tiene una pequeña comunidad viviendo en los bosques de la zona) están empezando a conocer a Jesús, a cuya figura se acercan atraídos por la amabilidad de quienes dicen actuar en su nombre. “Ellos se fijan en lo que haces, en cómo lo haces, en la paciencia que le echas a las cosas y tienen curiosidad por saber qué es ese algo que nos mueve”, añade el misionero, quien explica que la comunidad cristiana que tenían al principio no superaba las 12 ó 13 personas y que hoy el almacén que hace las veces de iglesia se les queda pequeño todos los domingos.

Mientras le queden fuerzas, a José Aguilar le gustaría quedarse en Tanzania, aunque piensa que, poco a poco, deberá traspasar el trabajo a otras personas: “Hay muchos niños huérfanos a los que hay que buscar un futuro. Y para eso, se necesita gente joven”, subraya.

En esencia

Una película: Avatar, de James Cameron. Aún no la he visto, pero me emocionan los anuncios.

Un libro: Los hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg Larsson.

Una canción: me gusta la copla y me encantan Rocío Jurado y Miguel Poveda.

Un deporte: el fútbol.

Un rincón del mundo: Simanjiro, en Tanzania.

Un deseo frustrado: ser cantante.

Un recuerdo de la infancia: los amigos que tenía en Sevilla, donde pasé mis primeros años.

Una aspiración: ser bueno.

Una persona: Gandhi.

La última alegría: pasar las navidades con mi familia y mis amigos en Córdoba.

La mayor tristeza: me da pena despedirme de los amigos y la familia.

Un sueño: que se ayudara al desarrollo real de los países.

Un regalo: dejar de fumar.

Un valor: la caridad.

Que me recuerden por…
todo el mundo dice que estoy loco, y debe ser verdad, pero a mí me encanta.

En el nº 2.692 de Vida Nueva.

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