Haití, entre el horror y el caos

El terremoto que asoló la capital despierta la solidaridad eclesial, de religiosos y ONG, aunque toda ayuda es poca

Repo-HaitíEspecial-Haití(J. L. Celada) “Buenos días (6 de la mañana del 13 de enero). Seísmo muy fuerte en Puerto Príncipe. Las casas se han derrumbado. La muerte, los muertos, muchos muertos. Acabamos de pasar la noche en la calle. La ciudad está plagada de gemidos y gritos. Hay muchas personas bajo los escombros. Los hermanos de la casa están a salvo. Yo estoy bien”. Así arranca el estremecedor relato que el vicario provincial de los dominicos de Haití, Manuel Rivero, compartía con Vida Nueva poco después de que un terremoto de 7,3 grados en la escala de Richter asolara la capital del pequeño país caribeño, el más pobre del continente y el 154 del mundo (de 177 valorados) por su Índice de Desarrollo Humano.

La catedral de Puerto Príncipe en ruinas. A la dcha., su arzobispo, fallecido en el seísmo

La catedral de Puerto Príncipe en ruinas. A la dcha., su arzobispo, fallecido en el seísmo

Hacia las 11:25 de esa mañana (hora local), cuando la comunidad internacional apenas había empezado a movilizarse, el religioso enviaba un segundo ‘parte’ de la situación: “El Hospital general del centro de la ciudad de Puerto Príncipe se ha hundido. Los enfermos están en la calle. Es difícil encontrar un lugar para enterrar a los muertos, cuyo olor comienza a sentirse a partir de ayer por la tarde”.

En este punto, fray Manuel confirmaba la muerte del arzobispo de Puerto Príncipe, Joseph Serge Miot, de 63 años, cuyo cadáver fue hallado entre las ruinas del arzobispado, según confirmaron varios testimonios a la agencia internacional misionera Misna. El párroco de la catedral –también devastada– fue quien comunicó la triste noticia al nuncio apostólico en el país, Bernardito Auza. Éste, en declaraciones a la agencia Fides, desveló, asimismo, que “muchos seminaristas han quedado atrapados entre los escombros”. El representante vaticano, que había acudido a expresarle sus condolencias y solidaridad al presidente del país, René Préval (que salvó la vida, junto a su familia, al no encontrarse en su residencia, totalmente en ruinas) se mostraba consternado ante el panorama que se encontró a su paso: “El palacio nacional está por los suelos. Todos los ministerios, salvo el de Cultura, están destruidos. El Parlamento con los senadores, las escuelas con los niños, los supermercados, todo ha sido reducido a escombros. El cuartel general de la Minustah [Misión de Estabilización de la ONU en Haití, presente allí desde 2004] se ha convertido en un montículo de cemento, y centenares de personas han quedado atrapadas, incluyendo el Jefe de la delegación, Hédi Annabi…”.

Entre otras víctimas “ilustres”, cabe destacar también a la doctora Zilda Arns, de 75 años, fundadora de la Pastoral de la Infancia del Episcopado brasileño (ver obituario). Invitada por la Conferencia de Religiosos de Haití, la hermana del cardenal franciscano Paulo Evaristo Arns se vio sorprendida por el seísmo en plena calle cuando caminaba con un grupo de soldados compatriotas (hay que recordar que Brasil encabeza la fuerza de paz desplegada en el país), algunos de los cuales también fallecieron.

Miles de muertos

Repo-Haití-3Mientras, los principales medios de comunicación del mundo barajaban los primeros datos: el propio presidente Préval aventuraba ya “miles de muertos”. Más tarde, Cruz Roja adelantó una cifra: unos 50.000 fallecidos, de los dos millones de habitantes con que cuenta la capital. Sin embargo, las noticias que seguían llegando a VN auguraban que lo peor estaba por llegar. Cálculos más recientes, tras una semana de trabajo in situ, hablan de casi 200.000 pérdidas en vidas humanas.

El vicario de los dominicos –que venía de transportar a pie el cadáver de un alumno, “pues algunas calles están bloqueadas”–, describía más adelante el caos y el horror que vivía Puerto Príncipe en términos parecidos a los del nuncio: “Las facultades, los colegios, las iglesias se han desplomado. Hay muertos y heridos bajo los escombros, pero no hay el material necesario para retirarlos”. Un telegráfico comunicado del jefe de emergencias de Cáritas Haití, Joseph Jonides Villarson confirmaba, ya el día 14, estos negros presagios: “Mucha gente sigue aún debajo de los escombros. Los hospitales están desbordados con los fallecidos y heridos. El riesgo de epidemia es máximo”.

¿Y el resto de la población? “Hemos pasado la noche fuera rezando. Afortunadamente, el pueblo haitiano tiene fe. La gente se junta para rezar, para cantar en medio de los gemidos”, nos confesaba el P. Rivero. El temor a nuevos temblores (se han registrado más de 40 réplicas, la última, de 6,1 grados, tenía lugar el día 20 mientras se editaba esta crónica) y la imposibilidad de volver a sus hogares han obligado a los haitianos a permanecer en la calle. La escena se repite a diario. “Pasamos la noche al raso porque tememos el hundimiento de las casas. Toda la población está en la calle día y noche. Miles de personas siguen bajo los escombros. Algunas están vivas y piden socorro, pero los vecinos no pueden levantar toneladas de hormigón”. Por entonces, sin embargo, el Estado haitiano parecía ajeno al drama: “Apenas se ven bomberos y policía”, se lamenta el religioso. Por si fuera poco, al caer la noche, “un rumor de tsunami provocó el pánico en la ciudad. La gente huyó a los lugares elevados”. La ayuda internacional está empezando a llegar, aunque han transcurrido ya tres días desde la fatídica fecha.

Éxodo e inseguridad

Repo-Haití-4El viernes 15, la misma fuente sigue ofreciéndonos nuevos y preocupantes detalles sobre el terreno. Han pasado la tercera noche a la intemperie, la tierra volvió a temblar y “muchos comenzaron a salir de Puerto Príncipe hacia las provincias” en busca de familiares. Pero otros nubarrones ensombrecen ahora el fantasmagórico paisaje de la capital: a la amenaza de epidemias por la acumulación de cadáveres sin enterrar, se viene a sumar la inseguridad creciente. Los internos de los centros penitenciarios huyeron durante el terremoto –“oímos disparos ocasionales”– y, lo que es peor, “se hace difícil encontrar comida; la gente tiene hambre y sed”. Establecimientos cerrados o casi vacíos “por temor a saqueos” trazan un cuadro que, de algún modo, anticipa lo que pocos días más tarde –al cierre de estas páginas– era ya un hecho: el pillaje y la violencia tomarían las calles, dejando sus primeras víctimas, en un intento desesperado por acceder a los envíos de ayuda que, hora a hora, colapsaban un aeropuerto desmantelado y desbordado.

Es sábado, 16, y aunque “la tierra ya no ha temblado, todo el mundo sigue en la calle”, nos refiere puntual un nuevo despacho del vicario dominico. Mientras los equipos de rescate llegados de diversas partes del mundo (España, EE.UU., Francia…) trabajan contrarreloj en busca de supervivientes, los cadáveres hacinados en plazas y aceras son retirados por camiones para proceder a su entierro en fosas comunes. Emotivas historias de solidaridad en el límite se reproducen aquí y allá entre los escombros, pero el fragor de los disparos y la ola de robos empiezan a restar protagonismo a esas polvorientas semillas de esperanza. “Los bancos también se ha derrumbado, y se ve salir de algunas sucursales a los ladrones con las manos llenas de fajos de billetes”, escribe el P. Rivero, que, junto a la Familia Dominicana, confía en las oraciones por el pueblo haitiano y reitera su reconocimiento y gratitud hacia quienes comparten el sufrimiento actual de esos hermanos.

Al servicio del pueblo

Repo-Haití-5Como él, a lo largo de una intensa semana, la Vida Religiosa en Haití, en América Latina y en todo el mundo ha sufrido junto a su gente y ha perdido algunos de sus miembros y buena parte de sus instalaciones en el país (seminarios, parroquias, colegios…). Pero nada de todo ello ha hecho que desista en su empeño de servir al pueblo haitiano en esta emergencia humanitaria.

Natalia Martínez, una misionera valenciana de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl de 62 años, ejerce como enfermera en la isla desde hace 19. Sobrevivió al terremoto, y estos días atiende a los heridos en un hospital de Puerto Príncipe, informa AVAN, la agencia de noticias del Arzobispado de Valencia.

Peor suerte corrieron un salesiano de 85 años y dos estudiantes de teología, sepultados ambos bajo los escombros del Instituto de Filosofía San Francisco de Sales de la capital, según dio a conocer la Agencia de Noticias Salesiana (ANS) por boca del Superior en el país, Ducange Sylvian. El Rector Mayor, Pascual Chávez, por su parte, invitaba a sus hermanos en todo el mundo a “arremangarse las mangas como hiciera Don Bosco” para “llevar esperanza” a los haitianos, un pueblo al que la congregación que dirige sirve en colegios, centros de formación profesional, casas de acogida para niños de la calle, internados y parroquias. Un total de 11 centros, atendidos por más de medio centenar de religiosos, que se han visto seriamente afectados por la catástrofe, especialmente su colegio San Juan Bosco, cuyos 200 alumnos fueron sorprendidos por el seísmo, y la Obra de las Pequeñas Escuelas del Padre Bonhem.

Repo-Haití-6Tampoco las 14 comunidades de Hijas de María Auxiliadora (salesianas) escaparon al desastre. Aunque sus obras (escuelas, internados, orfanatos, oratorios, centros juveniles…) han sufrido graves daños, las 79 religiosas que integran la Inspectoría local “están a salvo”, según confirmó a fuentes salesianas su Superiora en Haití, Marie Claire, si bien aprovechó para dejar constancia de que “hace falta de todo: alimento, agua, medicinas…”.

Desde la plataforma ‘Acoger y Compartir’ (AyC), la familia redentorista en España daba cuenta del hundimiento de la escuela San Gerardo, en el barrio Carrefour de la capital, con unos 300 niños en su interior, y de la parroquia del mismo nombre (ver testimonio en esta misma página), y anunciaba la puesta en marcha de la campaña Compartir con Haití, para proceder a su reconstrucción.

“La ciudad está desolada, toda la gente deambula por la calle, hay muchos muertos. Nos sabemos dónde están nuestros compañeros”. Alarmado quizá por este testimonio –no por repetido menos estremecedor– del jesuita español Ramiro Pampols, subdirector de ‘Fe y Alegría’ Haití, el delegado del Provincial para las obras en el país, el P. François Kawas, enviaba una carta a su Superior, el P. Daniel LeBlond, en la que, tras detallar el estado de sus residencias y centros  en la zona afectada, concluía que, “considerando cuanto ha sucedido en Haití y, en particular, en Puerto Príncipe, las casas y obras de la Compañía han quedado en gran parte a salvo”, según consta en el boletín difundido el 15 de enero por el Servizio elettronico d’Informazione SJ. Aun con todo, el Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes (SJRM) en la vecina República Dominicana estableció rápidamente dos comisiones: una, para canalizar las donaciones de alimentos y medicinas; y otra, en colaboración con diversas instituciones del Estado, en previsión de posibles oleadas migratorias procedentes de Haití. Y es que, desde el día 13, miles de personas y vehículos se agolpan en el cruce fronterizo de Malpaso tratando de huir del país. También el SJR Latinoamérica y El Caribe (SJRLAC) ha lanzado un llamamiento a que cada país del continente donde se hallan presentes emprenda iniciativas solidarias con Haití.

Repo-Haití-7Los Misioneros Claretianos, por su parte, han solicitado a sus hermanos en todo el mundo que recen por la decena de seminaristas haitianos, residentes en Santo Domingo y México, que siguen sin tener noticias de sus familias. Tras una reunión en el seminario y un momento de oración compartida, el Superior Mayor de Antillas,  Héctor Cuadrado, animó a estos jóvenes a que “vayan ellos mismos a sus casas en busca de sus familiares”. “No sabemos en absoluto qué se van a encontrar allí”, añadió. De ahí el necesario acompañamiento espiritual, porque “la situación es muy, muy dura para ellos”.

Algo más llevadero, pero no menos incierto, se presenta el futuro más inmediato para los Hermanos Maristas que trabajan en la zona. Una breve nota de su Superior General, el español Emili Turú, a las pocas horas del seísmo, revelaba que “los hermanos en Haití están bien”, aunque las dificultades para comunicarse con la isla impedían saber de sus familias. “Incluso hasta hoy (16 de enero), muchas personas siguen con la angustia de no saber noticias de sus familiares”, reconocía el hermano Sergio de Jesús Cáceres, residente en el país, quien, en la web ‘Haití Marista’, detallaba otros pormenores de las obras maristas, que no han registrado “ningún daño grave, pues estamos retirados de la capital”. Y añadía: “Los hermanos estamos bien y con la incertidumbre de saber qué se puede hacer y cómo”.

Una incertidumbre que se ha extendido por todo el país. Al menos, eso es lo que ponía de manifiesto una semana después de la tragedia el obispo de Fort Liberté, Chibly Langlois, quien ya advertía la nula preparación de sus diócesis para atender a cuantos “llaman a nuestra puerta para pedir todo tipo de ayuda”, en clara alusión a los miles de compatriotas que abandonan la capital rumbo a otros puntos del país. Ayuda a la Iglesia Necesitada, que puso en marcha una campaña de solidaridad y oración en los instantes iniciales, contribuirá a canalizar los esfuerzos del Episcopado, en colaboración con la Nunciatura, para evaluar los daños y atender las emergencias de la población, no sólo la de Puerto Príncipe. Aunque será el CRS, la Agencia Católica de Socorro de los obispos estadounidenses, el organismo que, a instancias del Pontificio Consejo ‘Cor Unum’, coordine las ayudas de la Iglesia a Haití, desde “12 centros que funcionan como puntos de distribución para ulteriores aprovisionamientos”, desvelaba el boletín del Vatican Information Service (VIS) del martes 19.

De Cáritas a Manos Unidas…

Repo-Haití-8Un generoso esfuerzo, que viene a respaldar la ingente labor desplegada por Cáritas Internacional apenas conocida la noticia. “Es un país muy pobre, que necesita todo nuestro apoyo”, había reclamado su presidente, el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga. Siguiendo su consejo y el del presidente de Cáritas Haití, el obispo Pierre André Dumas, voluntarios de esta entidad distribuyeron inmediatamente tiendas de campaña y productos de primera necesidad. El purpurado hondureño instó a la comunidad internacional, además, “a sumar todos sus esfuerzos para ayudar a Haití”. Una reivindicación a la que los diferentes países han respondido de forma desigual: desde los 430 millones de euros que enviará la Unión Europea (UE) hasta los dos de Francia, la ex metrópoli, pasando por los más de 180 de la Organización de Estados Americanos (OEA), los casi 70 de EE.UU., los más de diez de Brasil o los tres de España.

País éste último desde el que organizaciones como Manos Unidas o Entreculturas han desplegado toda su maquinaria de solidaridad. La primera de ellas, al corriente de cuanto sucedía en Haití a las pocas horas de desatarse el caos y la “improvisación”, recogía en palabras de varios colaboradores el testimonio de aquel “desastre indescriptible” y agradecía “la respuesta inmediata y generosa de los españoles” a la causa haitiana. Sin embargo, “pasados los primeros impactos tras la tragedia, y finalizadas las labores de emergencia”, Manos Unidas advierte que “comenzará una fase de reconstrucción, que probablemente no será tan mediática”, pero “en la que, como en otras ocasiones, estaremos presentes”.

La ONG jesuita, por su parte, se ha volcado en la ayuda a través del equipo del SJRM que dirige Mario Serrano desde República Dominicana. Una intervención de dos meses en la que enviarán a Puerto Príncipe “agua potable, alimentos enlatados, medicamentos, artículos de higiene, tiendas de campaña y material de cobijo”. Más adelante, “la implicación será necesaria en el proceso de reconstrucción y, durante años, seguiremos apoyando para contribuir a un desarrollo real de este país tan empobrecido y tan castigado por la naturaleza”, anuncian desde Entreculturas.

Ánimo y oraciones

Repo-Haití-9Un apoyo que todos, aquí y allá, han brindado al pueblo haitiano. Desde la Conferencia Episcopal Española al Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y los diversos Episcopados del continente –de Canadá a Chile, pasando por Centroamérica o el Caribe–, unos y otros han querido secundar con palabras de ánimo y oraciones el llamamiento a la generosidad lanzado por Benedicto XVI al término de su audiencia general del día 13, “para que no falte a estos hermanos y hermanas que viven un momento de necesidad y dolor, nuestra solidaridad concreta y el apoyo de la comunidad internacional”.

¿Y ahora qué? “Tenemos la ocasión de construir un Haití mejor, en el que la persona se anteponga a todo lo demás”, responde el presidente de Cáritas Haití, que ha perdido a una sobrina de dos meses y medio y un cuñado en el seísmo. En un mensaje remitido desde Puerto Príncipe, el prelado reflexiona con dolor sobre la catástrofe, “una prueba que debemos superar con fe”. A recuperarla contribuirá, sin duda, la solidaridad del mundo.

Mientras, en aquel contexto de muerte la vida se abre paso con pequeños gestos: “El próximo sábado, tendré la alegría, si Dios quiere, de celebrar el matrimonio de una pareja que ha elegido vivir este sacramento pese a la desaparición de la iglesia parroquial”, confiesa el dominico Manuel Rivero. Nuestro “cronista” del horror será testigo entonces de la primacía del amor sobre la muerte. ¡Qué mejor imagen para poner nuestra esperanza en Dios y confiar en que Haití volverá levantarse de sus ruinas!

HAY QUE RECONSTRUIR

Repo-Haití-10(José Miguel de Haro, redentorista) Inolvidable esa hermosa mañana de diciembre de 2009, en la Escuela San Gerardo de Puerto Príncipe (Haití). Miradas de fiesta en todos los rostros: los profesores, los misioneros redentoristas, los familiares y vecinos y los cuatro amigos de ‘Acoger y Compartir’ (AyC) allí presentes. Los críos recitaron poemas, cantaron, montaron coreografías con danzas caribeñas para expresar su gratitud. ¡Por fin inaugurábamos la ampliación de la escuela! Un año de trabajo y el compartir de muchos amigos de España: cursos en la Facultad de Farmacia en Granada, cenas AyC en Tenerife, Madrid, Tomelloso, Granada. Mercadillos, pequeñas aportaciones de los amigos de la asociación. Una montaña de la más sana ilusión por ambas partes. Allí y aquí. Ese mismo domingo por la tarde, inauguración de la casa de acogida para los 34 niños sin familia, en Leogane (Haití). La semana anterior, la fiesta había sido en Chateau, en la sierra sur del país: entrega de los 22 depósitos para la captación de agua pluvial construidos cerca de las escuelas y capillas.

De pronto, apareció la muerte inmisericorde y se hundió todo, escuela y templo. Murieron los 300 niños de la escuela, más otros y otros más, hasta miles. El corazón se rompe, las lágrimas brotan sin control, la dañina tristeza acosa. Aparecen las primeras fotos y una nueva oración:

El crucificado de la Parroquia San Gerardo de Haití ha llegado a nosotros, como las fotos de los niños de la Escuela, envuelto en escombros.

En los humanos violentados, Dios sufre esa misma violencia.

Quien humilla al ser humano u olvida su desgracia, también olvida a Dios.

No es posible el Uno sin los otros.

La mayor carencia espiritual es creer que se puede servir a Dios olvidándose del sufrimiento humano.

Ante la noticia que confirmamos hoy invitamos a un profundo silencio y a la oración.

Hemos sabido que los 300 niños y los profesores que estaban dentro de la escuela inaugurada hace
un mes han muerto.

Un río de afecto ha llegado hasta la web de nuestra pequeña asociación ‘Acoger y Compartir’. Imposible renunciar a lo vivido aquella mañana de domingo: la alegría de una fiesta generada por la bondad y la promoción humana. Así irrumpe un impulso sereno que viene de la raíz de la vida: hay que RECONSTRUIR.

Llevamos más de seis años acompañando y generando pequeños proyectos relacionados con la infancia, la educación y el agua en Haití. Desde la humilde realidad. Nada, comparado con lo mucho que hacen grandes ONG. Pero conocemos lo que supone la cuestión de la infancia en Haití. Una de las noches del pasado mes de diciembre recorría lugares en los que se refugian los grupos de niños de la calle en Puerto Príncipe, acompañando a dos cooperantes de Cáritas.

En sólo una parroquia hacen seguimiento a más de 300 niños que duermen al raso y deambulan por la ciudad. Antes del terremoto, más de 30.000 niños vivían abandonados a su suerte.

Sé que algunos haitianos se avergüenzan de esta realidad de su país, pero en este momento la infancia tiene que ser una prioridad. Hay que RECONSTRUIR.

Repo-Haití-11Tras una buena distribución de la ayuda humanitaria, urge curar la herida abierta en tantos niños a los que se les ha robado su mejor ilusión: sus clases, sus amigos, sus casas, la adquisición de habilidades que los capaciten para ser personas válidas a la hora de transformar su país. Hay que RECONSTRUIR para sembrar a más largo alcance. Es la transformación a la que tienen derecho los pequeños que sobreviven.

Entre todos hemos de evitar que Haití siga siendo ese país en el que “tu propina es un salario”. Lo que ha sucedido no es un desastre natural, sino el exponente de nuestros intencionados olvidos esenciales.

Mientras nos movemos para reconstruir la nueva escuela a la que tienen derecho los pequeños del barrio Carrefour Feuilles, en Puerto Príncipe, hacemos nuestra esta oración que nos ha llegado desde el activo silencio de Taizé:

Dios, nuestra esperanza, te confiamos las víctimas del temblor de tierra de Haití. Desconcertados por el sufrimiento incomprensible de los inocentes, te pedimos que inspires el corazón de los que tratan de hacer llegar las ayudas tan indispensables. Conocemos la fe profunda del pueblo haitiano. Asiste a los que están muriendo, fortalece a los que están abatidos, consuela a los que lloran, infunde tu Espíritu de compasión sobre este pueblo tan sometido a prueba.

En el nº 2.692 de Vida Nueva.

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