¿Por qué hablan de nuestro final sin saber que existimos?

Novicios(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf) Los novicios son el libro blanco de la vida consagrada del siglo XXI. Espontáneos, alegres, jóvenes… Hay gente que se embarca en esta aventura hoy. Resulta tan curioso que casi es noticia. Ellos y ellas ven su vida, sin embargo, como lo más normal. Reflexionan abiertamente sobre un valor esencial de este estilo de vivir: la comunidad. No se hacen problema de llevar hábito o no; de hecho, se lo ponen en momentos puntuales. Les resulta gracioso que algunos hablen de la vida consagrada por cómo viste. Felizmente, les falta retórica y hablan con emoción de lo que creen. Así se expresan:

Multiculturalidad

Es un don. Pero tiene su complicación. En este momento, sobre todo, afecta a la fuerza de la costumbre. “Nada tiene por qué ser así, porque siempre se ha hecho así”. Nacidos en los 80, saben distinguir lo fundamental de lo relativo. Y este siglo XXI nos pide “ir a lo fundamental”.

Los últimos de Filipinas

“Es una sensación que no tenemos”. Aunque en muchas comunidades la tentación es hablar más de lo que fue que de lo que se es. Algunos novicios y novicias están creciendo en un ambiente de “tierra prometida” instalada en el ayer. “Es preferible la mirada al presente. No tenemos la sensación de soledad y valoramos el esfuerzo que muchos adultos de nuestra comunidad hacen para comprender y acoger nuestros ritmos, como nosotros los suyos”. El futuro lo conoce sólo quien tiene que conocerlo. “¿Por qué algunos hablan del final de la vida consagrada sin saber que existimos? ¿Nos condenan a la nada?”, se preguntan.

Cuestión de juventud

Oyendo a nuestros novicios, uno empieza a pensar que el problema generacional lo tienen los más adultos. Algo así como si tuviésemos la duda de si esta generación puede producir algo bueno. Los más jóvenes hablan de las generaciones adultas con admiración. Quizá sugieren la necesidad de “abrir ventanas”, “escuchar”, “adaptar ritmos y algunos añadidos culturales”… Pero con la misma claridad valoran la transmisión que reciben, la fidelidad y cómo muchos “consagrados adultos están facilitando la herencia”.

Lo esencial de la comunidad

Personas llamadas por el Maestro en torno a un proyecto común. Hablan de la comunidad como algo propio, no impostado. Está en el inicio de su decisión. No han conocido la misión por papeles de colores ni páginas web luminosas, sino por el día a día de un hombre o mujer que, desde la debilidad, ha respondido con esperanza al plan de Dios y, además, lo ha hecho al lado de otros.

Prefieren una comunidad pequeña. “Donde nos conozcan y podamos conocer, donde nos miremos a los ojos y no haya otra historia que la que juntos proyectamos con Dios. Una comunidad que no esté pendiente de que las cosas salgan, sino de que la vida común se exprese; una comunidad que manifieste que Dios es promesa y vida, y no una carga; una comunidad libre para ofrecer el carisma y no para guardar inmuebles; una comunidad que sea el mejor reclamo de que esta vida sigue siendo necesaria frente a tantos signos de soledad e independencia”. Los novicios tienen para contar y no parar. Sueñan, pero están muy despiertos para lograr “otra comunidad”.

Novicios en tiempos de reestructuración

Les falta historia, no realismo. Saben que este tiempo es de reestructuración. ¿Qué significa para ellos? “Se trata de optar por la persona, cada persona. Algunas veces, más que buscar la persona, parece que ‘buscamos personal’, y esto nos lleva a un funcionariado peligroso. Sin duda, los dos ejes de la reestructuración son: la persona y la comunidad”. Clarísimo para quien quiera y pueda comprender.

Jóvenes entre los jóvenes

“Hemos tenido la suerte de que alguien nos ayudó a pararnos y pensar”. Esta sociedad no facilita mucho la reflexión, ni los proyectos más allá del fin de semana… “Somos jóvenes y también tenemos la tentación de la prisa, lo suave y lo inmediato, pero así hemos llegado al Señor de la Vida”. “Este tiempo de noviciado está ayudándonos a crecer en la paciencia. No la del miedo; la de Dios”.

MIRADA CON LUPA

Realmente, la vida es contagiosa, y la vida consagrada también. Oyendo a los más jóvenes se caen muchas disquisiciones de adultos. Algunas congregaciones necesitan urgentemente vida en sus casas para centrar la misión… Una vida consagrada que necesita imperiosamente estar ocupada y reunida, burocratizada y ejecutiva, se agota y esteriliza. No es cuestión de resultados, pero si no hay vida, hay que buscarla en donde esté. Y urge, porque la costumbre puede cegar.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.691 de Vida Nueva.

Compartir