Pedro Barreto: “Cada vez hay más consagrados ‘construyendo’ Iglesia local”

Arzobispo de Huancayo (Perú)

Pedro-Barreto-2(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf) Es un apasionado de la vida. Habla con emoción de los consagrados, que, en su diócesis, han dejado todo para hacer camino con los pobres, los alejados, los que no dan nombre ni prestigio. Merece la pena conocer a este creyente de orígenes humildes, a este jesuita y, desde 2004, arzobispo de Huancayo.

La vida consagrada tiene que vivir siempre bajo el signo de lo urgente ¿Dónde situaría esas urgencias?

La primera tiene que continuar siendo ésta: el encuentro personal con Jesucristo y la plena consagración al Dios de la vida y de la esperanza, ofreciéndole todo lo que somos y hacemos en nuestra vida cotidiana, desde una comunidad para la misión insertos en la pastoral orgánica de una Iglesia particular. La experiencia de Dios es la clave para la vida consagrada y para la vida cristiana en general. Como decía Karl Rahner: “El cristiano del futuro será místico o no será cristiano”. “Quienes serán sus discípulos lo buscan” (cf. Jn 1, 38), pero es el Señor quien los llama: “Sígueme” (Mc 1, 14; Mt 9, 9; DA, 278a).

La segunda urgencia es que la vida consagrada está llamada a testimoniar con su vida y misión en la Iglesia que “la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza” (Aparecida, 392) y que “todo proceso evangelizador implica la promoción humana y la auténtica liberación “sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad” (Aparecida, 399; Benedicto XVI, DI 3).

La tercera urgencia es la aportación de la vida consagrada ante los graves problemas socioambientales, como el cambio climático. La Iglesia ha denunciado la causa: la explotación irracional de los recursos naturales, que afecta a todos, especialmente a los pobres. Esta constatación posibilita a la vida consagrada, desde su ser y condición de consagrados, el aportar a la misión de la Iglesia una respuesta creativa y eficaz.

Somos consagrados en la Iglesia local. ¿Qué logros y desafíos puede apuntar?

Ha habido avances significativos en la construcción de la Iglesia local. Hay que reconocer que los consagrados hemos estado acostumbrados a trabajar en nuestras “obras apostólicas” sin preocuparnos de la realidad de nuestra Iglesia local. Al aparecer el fenómeno de la disminución numérica de sus miembros (por diversas causas internas y externas), se ha entrado en una especie de “crisis institucional” con un sentimiento de “cierra puertas”. Este sentimiento es comprensible objetivamente, pero inaceptable en la vida del creyente. Por otro lado, es muy esperanzador el hecho cada vez más frecuente de ver a consagrados y consagradas más insertos en la construcción de la Iglesia local. Sin duda ayuda el que haya un proyecto de pastoral de conjunto que integre los diversos carismas en el proceso evangelizador de la Iglesia local.

¿En dónde apoya la esperanza Pedro Barreto?

Me anima mucho el texto de Jesús en el que afirma: “Yo soy la planta y ustedes son las ramas… Sin Mí no pueden hacer nada”. Estoy convencido de ser instrumento en las manos del Señor. Lo único que constantemente me esfuerzo es en estar atento a los “signos de los tiempos” y ser cada vez más dócil a su Palabra e inspiraciones. Pero también confío en mis hermanos consagrados, sacerdotes y laicos para realizar como Iglesia la misión que Dios nos pide. Mi lema está tomado de san Ignacio de Loyola: “En todo amar y servir”.

¿La vida consagrada es un camino imposible para los jóvenes?

El seguimiento de Jesús nunca ha sido ni será fácil. Sólo quienes experimentan el encuentro personal con Él dan el “salto en el vacío” que supone decirle ¡sí! a Jesús. La vida consagrada seguirá con gran vitalidad misionera aportando lo mejor de sí misma para enriquecer la única misión evangelizadora de la Iglesia. No tengo ninguna duda.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.690 de Vida Nueva.

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