Villancicos para todo y para todos

Disco-villancicos(Maite López Martínez) Uno de los elementos navideños más significativos son, qué duda cabe, los villancicos que acompañan este período del año. Aunque estrictamente hablando la Navidad se inaugura la noche del día 24 de diciembre y no termina hasta la celebración de la Epifanía, el 6 de enero, estas melodías pegadizas y alegres en su mayor parte nos acompañan desde los inicios del Adviento (antes, incluso, si contamos ese sonido de ambiente que los centros comerciales acostumbran a poner para animar las ventas desde finales de noviembre).

Los villancicos tienen la capacidad de insertarnos en las más hermosas y profundas tradiciones: cristiana, folclórica, popular, universal, eclesial… Hay villancicos para todos los gustos: divertidos (Ya viene la vieja, popular), discretos (A la huella, a la huella, de Ariel Ramírez), famosos (El tamborilero, de Rafael), irrenunciables (Pero mira cómo beben, popular), nuevos (Más allá, de Gloria Estefan), antiguos (Riu, riu chiu, Anónimo del cancionero de Upsala), infantiles (Din, don, dan, de Cristina Pérez), poéticos (Quién lo viera, de Borja Iturbe), corales (Adeste fideles, popular), profundos (Buscad en la noche, de Vicente Castellanos), cinematográficos (Cuando la Navidad llega a la ciudad, de la película Polar Express), superficiales (Feliz Navidad, de Boney M), modernos, clásicos, autóctonos, exóticos, litúrgicos, populares, rumbas, chacareras, nanas…

Villancicos para rezar, para celebrar la fe, para compartir ratos en familia, para cantar o escuchar en el coche, para ambientar fiestas y hasta para bailar. Curiosamente, casi siempre son bonitos y terminan siendo entrañables (quizás porque la Navidad, dicho sea de paso, es bonita y entrañable). Cumplen una labor social y también una función religiosa de primer orden. Cantarlos, aprenderlos y enseñarlos resulta un elemento indispensable en este tiempo que aún estamos disfrutando.

mtlopez@vidanueva.es

En el nº 2.689 de Vida Nueva.

Compartir