Josu Mirena Alday: “Me duele el neoconservadurismo de muchos jóvenes religiosos”

Josu-Mirena-Alday(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf) Josu Mirena Alday es alavés, y desde el año 1964, misionero claretiano. Doctor en Psicopedagogía y Espiritualidad por la Universidad Pontificia Salesiana (UPS) y por la Pontificia Universidad Antoniana (PUA), respectivamente. Maestro y formador de novicios en el País Vasco durante 25 años. Actualmente es director (preside) del Instituto de Teología de la Vida Consagrada ‘Claretianum’, incorporado a la Pontificia Universidad Lateranense de Roma. En él estudian 400 alumnos de 47 naciones y de 138 Institutos religiosos, un auténtico observatorio de la vida consagrada en el mundo.

Los consagrados estamos en un proceso de reestructuración, ¿hasta qué punto es importante la formación?

Más que de reestructuración yo diría de cambio de época y cultural. Lo cual es más profundo. Sus síntomas los estamos experimentando todos. La vida consagrada, como la Iglesia y el mundo en general, está viviendo un momento muy crítico. Una crisis es siempre manifestación de un cambio, y si hoy el cambio no conoce pausas, también los institutos religiosos han de hacer cuenta con una crisis permanente. Si la vida consagrada no puede ser pensada ni vivida como antes, tendrá que aceptar el tener que revisar el modo como se piensa a sí misma y tener que habitar una transición permanente hacia una transformación. Por eso, yo creo que la formación de cara al futuro está dependiendo y dependerá del tipo de vida consagrada que exista y de los modelos organizativos que se tengan en los institutos y comunidades. ¿Formamos para el presente o para el año 2030?

Dedica parte de su ministerio al acompañamiento, ¿es este “ministerio” una urgencia para nuestro tiempo?

Claro que es una urgencia porque ya no es el grupo quien acompaña, ni hay director que dirige (aunque algunos formadores siguen dirigiendo). El proyecto vocacional no se realiza en solitario sino en compañía. Ir de viaje solos resulta muy triste. Es cierto que nuestra cultura lleva al individualismo y al egocentrismo. Terminada la formación inicial, se nos deja a nuestro aire. ¡Y hay cada “temporal”…! Precisamente porque la cultura del yo solitario nos está envolviendo, se hace necesaria la presencia amiga de un hermano o de una hermana que te eche una mano y te acompañe. Acompañar significa “estar”, “acoger”, “conocer” el camino,  “respetar” los ritmos personales, en relación “asimétrica” (no se trata de ser simpáticos sino más bien empáticos).

¿En qué apoya su esperanza el consagrado Alday?

En un vivir desde lo esencial: “Sólo Dios basta” (ojalá lo hubiera comprendido así a los cuarenta años y no tener que esperar a la vejez para comprenderlo) y en espacios de fraternidades cordiales (con amigos). No siempre es posible: no puedo pretender que todos los miembros de mi comunidad sean mis amigos, ni ellos pretender que yo sea su amigo. Compañeros desde la función, no me llena. Espero que mi sueño vocacional me haga despertar en la realidad.

Tras una larga experiencia en la formación y la docencia, ¿cómo describiría a las generaciones actuales de jóvenes consagrados?

Son hijos legítimos de la postmodernidad, con todas sus consecuencias. ¿Viajeros sin maletas? Pues sí. Tal vez faltos de “modelos” de identificación. Quieren abrir los ojos pero ven poco… En nuestras aulas veo muchos ojos muy frescos. Ojos africanos que te miran hablando. Ojos rebeldes, llorosos, inquietos… Pero siempre abiertos. Tendrán que aprender a ser “minoría” juvenil dentro de las “mayorías”. En muchos rostros multicolores veo al mismo Cristo que sigue llamando, pero me duele el neoconservadurismo de muchos jóvenes religiosos… No sabemos hacerles crecer.

Muy brevemente, ¿cómo se ve la vida consagrada de España desde Roma?

La veo envejecida –y no tiene nada de malo que lo sea: muchos abuelos/as y pocos nietos/as se hablan en voz baja–, muy presente en estructuras “apostólicas” (¿hasta cuándo?), cansada, un tanto aturdida ante el contexto socio-político actual, con ganas de cambiar pero sin saber cómo.  Presencia esencial e imprescindible en la Iglesia española aunque algunos, de hecho, la consideren marginal.

MIRADA CON LUPA

El espejo en el que tiene que mirarse la vida consagrada son los centros de formación. No contemplarlos, hacerlo a medias o como algo circunstancial –incluso pintoresco– resta realismo y esperanza al análisis. Demasiadas formulaciones nacen de nuestros sueños de un futuro incierto y de proyectos a largo plazo. Sorprende que nos digamos lo que puede ocurrir en el 2016, sin atender, entender y querer lo que vivimos en el 2010.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.689 de Vida Nueva.

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