Los obispos afirman que no hay ‘verdadero desarrollo’ sin Dios

Presentada la ‘Declaración ante la crisis moral y económica’, aprobada en la última Plenaria

El obispo Omella, con Martínez Camino, en la presentación

El obispo Omella, con Martínez Camino, en la presentación

(J. Lorenzo) No tenemos soluciones técnicas que ofrecer, pero sí entra dentro de nuestro ministerio iluminar con la doctrina social de la Iglesia el grave problema de la crisis”. Con esta premisa arranca la esperada Declaración ante la crisis moral y económica, un texto en el que se llevaba trabajando desde hace más de un año, que luego sufrió retrasos –al coincidir el tema con el de la encíclica Caritas in veritate, de Benedicto XVI– y que, al final, se queda en un ejercicio voluntarioso, sin novedad alguna, aprobado en la Plenaria de la Conferencia Episcopal (CEE) del pasado noviembre.

Recuerdan los obispos en el texto las causas de estas crisis –“pérdida de valores morales, la falta de honradez, la codicia, que es raíz de todos los males, y la carencia de control de las estructuras financieras, potenciadas por la economía globalizada”– y ponen en el centro de sus preocupaciones a las víctimas de la misma, especialmente a las familias, los jóvenes, los pequeños y medianos empresarios, así como agricultores y ganaderos, sin olvidarse tampoco de la población inmigrante. Asimismo, aseguran que “la escasa protección social de la familia y las políticas antinatalistas son perniciosas para la sociedad y tendrán efectos económicos perjudiciales para las generaciones futuras”.

La declaración (elaborada por la Comisión Episcopal de Pastoral Social) afirma que no hay verdadero desarrollo sin Dios y se pregunta, por contra, si el verdadero desarrollo es aquel “que cierra al hombre en un horizonte intraterreno, hecho sólo de bienestar material, y que prescinde de los valores morales, del significado trascendente de su vida”.

A la hora de dar “una respuesta inmediata” a los problemas derivados de esta crisis, abogan por “un nuevo dinamismo laboral que nos comprometa a todos en favor de un trabajo decente”, en la línea de lo demandado por el Papa en su encíclica social, así como “un trato humano y solidario con los emigrantes”, algo que no ven del todo claro que se esté dando en España tras la recién apro- bada Ley de Extranjería, que “restringe derechos que afectan decisivamente a su dignidad como personas”.

Los obispos, por todo ello, renuevan el compromiso de la Iglesia con los más pobres y hacen un llamamiento a las comunidades cristianas a compartir sus bienes con los más afectados, a la vez que invitan a aprovechar esta crisis para convertirla en “ocasión de discernimiento y de actuación esperanzada de cada uno de nosotros” y, sobre todo, para “ayudarnos a poner en Dios la referencia verificadora de nuestras actitudes y comportamientos”.

La declaración fue presentada en la sede la CEE el pasado día 11. El desarrollo posterior de la rueda de prensa, en donde volvió a salir el tema del aborto y las “excomuniones”, relegó a un nivel casi inexistente en las informaciones periodísticas el contenido de la misma.

UN MENSAJE DE ESPERANZA PARA LOS SACERDOTES

(J. R.) “Más que una enseñanza completa sobre nuestro ministerio, queremos ofreceros un mensaje de esperanza”, dice el texto que los obispos españoles han dirigido a los sacerdotes con motivo del Año Sacerdotal. Pese a haber sido aprobado en la última Asamblea Plenaria, el documento, elaborado por la Comisión Episcopal del Clero, fue hecho público el pasado día 14. Según fuentes consultadas por Vida Nueva, el mensaje contó con una amplia participación del colectivo episcopal.

El texto aborda las prioridades del ministerio ordenado y anima a vivir el sacerdocio, aún en circunstancias difíciles. Empieza abordando la necesidad prioritaria de profundizar en la amistad con Jesús, forjada en la oración personal y litúrgica, fuente de fidelidad al ministerio y espacio para crecer en la “pasión por la unidad y la comunión”. Posteriormente, exhorta a los sacerdotes a “cuidar, guiar, alimentar, reunir y buscar” en la tarea misionera, mediante el ejercicio de la caridad pastoral, invitándoles a encontrar el centro de su ministerio en la celebración eucarística y en el servicio que se presta en el sacramento de la penitencia.

Con abundantes citas de la Evangelii Nuntiandi de Pablo VI, así como de la Exhortación Pastores Dabo Vobis de Juan Pablo II y de la Carta de Benedicto XVI convocando el Año Sacerdotal, los obispos agradecen en el mensaje “el testimonio de la vida entregada de la inmensa mayoría de los sacerdotes” y lo consideran “un motivo de alegría para la Iglesia y una fuerza evangelizadora en nuestras diócesis y cada una de sus comunidades, donde se admira y se reconoce con gratitud su trabajo pastoral y su testimonio de vida. Ellos son también un regalo para el mundo, aunque a veces no se les reconozca”.

En el nº 2.688 de Vida Nueva.

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