¿Adónde va sor Verónica?

Convento-clarisas-Lerma(Joaquín L. Ortega– Sacerdote y periodista) De un tiempo a esta parte –en los ámbitos interesados– se venían escuchando estas preguntas: ¿cómo se explica lo de Lerma? ¿Por qué en esas clarisas entran tantas jóvenes, cuando estamos en sequía vocacional? Hoy, el asombro crece, y la pregunta se repite cuando se habla de La Aguilera. ¿Qué pasa también allí? ¿Por qué acude tantísima gente joven a conocer y escuchar a esas monjas? Conviene aclarar que Lerma y La Aguilera son hoy una misma cosa. Una sola comunidad de clarisas en dos sedes y con una misma y sola abadesa. Ambos son lugares de la provincia de Burgos.

Lerma tuvo su apogeo en el siglo XVII, merced al famoso y discutible duque, don Francisco Gómez de Sandoval, el gran valido de Felipe III. La Aguilera, en cambio, conserva la memoria y los restos de san Pedro Regalado y, con ello, el espíritu de la reforma franciscana del siglo XV. Este viejo convento franciscano ha pasado hace unos meses, y tras una reforma, a las clarisas de Lerma que ahora lo habitan. Con una peculiaridad numérica, en Lerma hay, a día de hoy, 30 monjas, mientras que en La Aguilera son 104. ¿Es posible hoy semejante cosecha?

Joaquín-L.-OrtegaEste admirable auge, este singular proceso ha suscitado asombro y entusiasmo. Pero también incomprensiones. Ciertos reporteros han hablado tanto de milagros en marcha como de secretos severamente guardados. Al frente de todo han colocado, en exclusiva, a la antigua maestra de novicias de Lerma y ahora abadesa de Lerma y La Aguilera: sor Verónica Berzosa Martínez. Ella, antes María José, nació en Aranda de Duero en 1966, y en 1984, ingresó en las clarisas de Lerma. Sin duda, ha tenido una gran parte en esa primavera vocacional, pero nunca ha estado sola. Sor Verónica es una monja menuda y vivaz. Contrasta su levedad física con el ardor y fortaleza de su espíritu. Enamorada hondamente de Jesucristo y de su condición de franciscana y de clarisa, sabe compaginar su esponsabilidad religiosa con el sentido de la maternidad que la ha puesto a la cabeza de sus hermanas en el desarrollo nuevo de un carisma viejo, que no de una fundación. Estas clarisas son muy conscientes de la “vocación evangelizadora” que emana de la vida y de la regla de san Francisco de Asís. Él fundó para que sus frailes evangelizaran desde la proximidad, viviendo codo a codo con las gentes de los pueblos y las ciudades, y no en los antiguos y lejanos monasterios altomedievales. Santa Clara aceptó plenamente la sencilla y evangélica regla de Francisco y la vivió, eso sí, desde la clausura. ¿Puede o debe ser hoy la clausura un obstáculo insalvable para desarrollar la evangelización?

Las clarisas de Lerma y de La Aguilera parecen haber conciliado esa aparente contradicción. Ellas, desde su voluntaria clausura monástica, se afanan por compartir su experiencia contemplativa de Dios dialogando comunitariamente con tantos y tantas jóvenes como se acercan a ambos conventos. En tales encuentros, no forzados ni organizados desde dentro, sino buscados desde fuera, sor Verónica y sus hermanas han podido palpar la sed de Dios que acucia a buena parte de la juventud de nuestros días. La conciencia de ese vacío existencial y el posible remedio de su evangelización contemplativa vienen a ser el único secreto y el gran milagro, por ahora, de Lerma y de La Aguilera. No se moviliza a nadie, pero se recibe a todos. Una vez allí, el estilo franciscano de las clarisas rezuma su proverbial sencillez, alegría y naturalidad. Siempre lejos de cualquier sofisticación.

Por su parte, sor Verónica vive en paz y considera que éste –el hoy– sigue siendo, para ella, un tiempo de silencio y de espera. Su trabajo diario y las largas horas de oración personal y comunitaria que cumplen las clarisas le parecen el mejor clima para la gestación del carisma que entre todas llevan entre sus manos. De momento, para describir más que para definir su proceso espiritual, no vendría mal echar mano de aquel sabido verso de Antonio Machado en el que se habla de cómo al viejo tronco –esta vez sería del franciscanismo– “algunas hojas verdes le han salido”. ¿Adónde va sor Verónica?, se preguntan obstinadamente algunos. Si a mí me tocara responderles (que no es el caso), no dudaría en salir del apuro diciendo algo parecido a lo siguiente: tengo la impresión de que sor Verónica irá dócilmente adonde el viento de Dios la lleve. Es una intuición motivada y espero no equivocarme.

En el nº 2.687 de Vida Nueva.

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