El peruano Gustavo Gutiérrez, ‘Maestro en Sagrada Teología’

Este título de sus hermanos dominicos se suma a las 17 distinciones que tiene de otras tantas universidades

Gustavo-Gutiérrez(María Rosa Lorbés– Lima) El Maestro de la Orden de Predicadores, el argentino Carlos Azpiroz, ha instituido al dominico Gustavo Gutiérrez como ‘Maestro en Sagrada Teología’, distinción que se otorga “a los frailes que se les reconoce eminentes en la promoción de las ciencias, sobre todo sagradas”. Una excelencia que “se comprueba por la capacidad de suscitar y orientar la reflexión e investigación doctrinal, y también por sus trabajos de eximio valor publicados y por la autoridad conseguida en el campo científico, incluso fuera de la Orden”, según reconocen los textos oficiales y recoge el propio Azpiroz en una carta fechada el 7 de noviembre (fiesta de Todos Los Santos de la Orden) dirigida al Prior Provincial de Francia, Bruno Cadoré, en respuesta a su solicitud para concederle al veterano teólogo dicho reconocimiento.

En la misma misiva, el Maestro de la Orden no sólo desarrolla ampliamente diversas consideraciones acerca de la obra de Gutiérrez, sino que recuerda también algunas notas personales de su relación con él. Desde “algunas cuestiones prácticas y canónicas en orden a formalizar su ingreso en la Orden”, allá por los años 90, hasta su primera profesión el 29 de septiembre de 2001, previa entrevista de Azpiroz con el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Joseph Ratzinger, para dar por concluido el “proceso o camino de clarificación y profundización de su obra” antes de que el sacerdote peruano quedase definitivamente incardinado en la familia dominicana.

En tal sentido, el Maestro de la Orden recuerda cómo el artículo que Gutiérrez escribió con ocasión del 25º aniversario de la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Puebla (“La koinonía eclesial”) confirmó la conclusión de dicho proceso. Un texto que Ratzinger calificó de “excelente”, al tiempo que, en una carta fechada el 17 de septiembre, daba “gracias al Altísimo por la satisfactoria conclusión de este camino de clarificación y profundización”.

En su carta, Azpiroz destaca también la importancia que Gutiérrez da a los pobres como gran mediación para comprender el Evangelio, porque –en palabras del teólogo– “la más profunda y auténtica solidaridad con el pobre busca liberar también a los opresores de su propio poder, de su ambición, de su egoísmo”. Más aún, en su teología, teoría y práctica se articulan en el dinamismo propio de la fe, pues “la práctica es el lugar de verificación de nuestra fe en el Dios que libera estableciendo la justicia y el derecho a favor del pobre, de nuestra fe en Cristo que dio su vida por anunciar el reino de Dios luchando por la justicia”, como él mismo recoge en su libro La fuerza histórica de los pobres.

Mística y práctica

Para el dominico peruano, “la veneración de Dios y la puesta en obra de su voluntad constituyen la condición necesaria para una reflexión sobre Él; solamente desde el terreno de la mística y desde la práctica, es posible elaborar un discurso auténtico y respetuoso acerca de Dios”, defendía décadas atrás en uno de sus escritos (“Un lenguaje sobre Dios”, en Concilium 191, 1984).

El título de ‘Maestro en Sagrada Teología’ se suma a los que Gutiérrez ha recibido de 17 facultades de Teología en todo el mundo. Entre sus méritos, como han reconocido en unas y otras, figura el haber contribuido a dar credibilidad a la teología cristiana, apuntando esos signos de los tiempos en los que el discurso sobre la fe manifiesta con toda su fuerza al mundo de hoy su dimensión profética; o liberar a la ciencia teológica de su estatus de élite para ponerla en manos del pueblo pobre y creyente de las Comunidades Eclesiales de Base.

Aunque la ceremonia de institución no tendrá lugar hasta el próximo año, la noticia es un motivo de orgullo y alegría para la Iglesia peruana y para todos los que aprecian a Gustavo Gutiérrez y siguen con atención su trayectoria pastoral y teológica. También es la prueba de que la Orden de Predicadores, su propia familia religiosa, no va a  permitir que al reconocido teólogo pueda aplicársele aquello de que “nadie es profeta en su tierra”.

Al habla con él, desde los Estados Unidos, Gutiérrez declaró a Vida Nueva a propósito de su distinción: “Lo veo como una expresión de la generosidad de la Orden hacia mí. Es un don, y siempre he pensado que los regalos nunca se merecen, simplemente se agradecen. Pero, al mismo tiempo, lo asumo como una responsabilidad en la tarea de hacer teología, intentando, dentro de evidentes límites, cómo decir a los pobres y socialmente ‘insignificantes’ que Dios los ama”.

En el nº 2.687 de Vida Nueva.

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