Benedicto XVI: “Lo que vale es responder al mal con el bien”

El Papa reflexiona, en el día de la Inmaculada, sobre la vida cotidiana y las “situaciones humanamente difíciles”

Inmaculada(Antonio Pelayo– Roma) Romana y española han sido siempre las notas dominantes del Día de la Inmaculada Concepción en Roma. Este año, más que nunca, porque el número de compatriotas que han aprovechado el “puente” para visitar la Ciudad Eterna era altísimo (a pesar de la crisis), y Benedicto XVI, saliéndose un poco de las pautas de años anteriores, ha pronunciado una alocución que más romana no podía ser: la meditación de un pastor sobre “su” ciudad, que en el caso del Papa es, naturalmente, Roma.

Apenas despuntadas las primeras luces del alba, el cuerpo de bomberos de Roma (los populares vigili del fuoco) se presentaron con una enorme escalera al pie del monumento erigido en 1857 para celebrar el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado tres años antes. Pío IX en persona lo bendijo desde el balcón central de la Embajada de España cerca de la Santa Sede el 8 de septiembre. El emplazamiento del monumento no fue fruto de la casualidad, puesto que España se había distinguido siempre en la defensa de la doctrina de la concepción “de la madre de Dios sin la mancha del pecado original” y nuestros reyes confiaban siempre a sus embajadores la misión de ayudar todo lo que les fuera posible a la causa de la proclamación solemne de esta verdad que el pueblo español había venerado con fervor durante siglos.

A pesar de la incertidumbre del clima el pasado martes, pronto comenzó la peregrinación hasta la Piazza di Spagna: familias, antiguas cofradías, comunidades religiosas, parroquias, movimientos apostólicos, estudiantes, boy scouts, personas individuales, turistas, monjas de todos los colores y orígenes llegaron hasta los pies del monumento cantando o rezando y depositaron sus ramos de flores en honor de María. A las doce del mediodía, como quiere la tradición, lo hizo el embajador de España cerca de la Santa Sede, Francisco Vázquez, acompañado por el personal de la Embajada y por los superiores y un numeroso grupo de alumnos del Pontificio Colegio Español de San José. La entrega de los cestos con las flores rojas y gualdas fue acompañado por las notas del “Salve Madre, en la tierra de mis amores…”.

Benedicto XVI, a bordo del papamóvil, llegó puntualísimo a las cuatro de la tarde, y apenas descendió del coche, fue saludado por el cardenal vicario Agostino Vallini y por el alcalde de la ciudad, Giovanni Alemanno, mientras la multitud le aplaudía. El Papa llegó acompañado del prefecto de la Casa Pontificia, monseñor James M. Harvey, y del sustituto de la Secretaría de Estado, monseñor Fernando Filoni. Monseñor Guido Marini, maestro de las Ceremonias Litúrgicas, dio rápidamente inicio al acto de oración, como queriendo desafiar la amenaza de lluvia que, sin embargo, se hizo presente en varios momentos, pero sin perturbar demasiado la devota atmósfera de la sencilla ceremonia que quería ser, al mismo tiempo, un momento de plegaria y una expresión de la devoción popular a la madonna.

‘La ciudad somos todos’

Después del canto de las letanías y de la lectura de fragmentos de una carta de san Pablo, Joseph Raztinger comenzó la lectura de su alocución protegido por un paraguas blanco. Como ya hemos escrito más arriba, sus palabras son una sugestiva reflexión sobre la vida cotidiana de los hombres, de los habitantes de una ciudad como Roma, que, gracias a la presencia de María en medio de ellos, “pueden esperar, incluso en las situaciones humanamente más difíciles”.

Inmaculada-2“En la ciudad –dijo– viven, o sobreviven, personas invisibles que de vez en cuando dan el salto a las primeras páginas de los periódicos o a las pantallas de la televisión, son explotadas al máximo hasta que la noticia y la imagen no atraen la atención. Es un mecanismo perverso al que, sin embargo, no es fácil resistirse. La ciudad primero esconde y después lo brinda al público. Sin piedad o con una falsa piedad. Hay, sin embargo, en todo hombre el deseo de ser escuchado como persona y considerado como una realidad sagrada, porque toda historia humana es una historia sagrada y exige el mayor respeto”.

“La ciudad –prosiguió– somos todos nosotros. Cada uno contribuye a su vida y a su clima moral, para bien o para mal. En el corazón de cada hombre pasa la frontera entre el bien y el mal y nadie debe sentirse con el derecho de criticar a los otros, sino que más bien tenemos que sentir el deber de mejorarnos a nosotros mismos. Los medios de comunicación tienden a hacernos sentir siempre como ‘espectadores’, como si el mal sólo afectase a los otros, y a nosotros algunas cosas no nos pudieran suceder nunca. Sin embargo, somos todos ‘actores’ y, para bien o para mal, nuestros comportamiento tiene consecuencias para los otros”.

Desarrollando otro de los temas que le son queridos, como es el de la ecología, Benedicto XVI añadió este párrafo, que no tiene desperdicio: “Con frecuencia nos lamentamos de la suciedad del aire que en algunos puntos de la ciudad es irrespirable. Es verdad: es necesario el compromiso de todos para hacer la ciudad mas limpia. Hay, sin embargo, otra contaminación menos perceptible para los sentidos, pero tanto o más peligrosa. Es la contaminación del espíritu; es la que hace que nuestros rostros sean menos sonrientes, más cerrados, que nos lleva a no saludarnos los unos a los otros, a no mirarnos a la cara (…). La ciudad está hecha de rostros, pero las dinámicas colectivas pueden hacernos perder la percepción de su profundidad. Lo vemos todo superficialmente. Las personas se ­convierten en cuerpos, y estos cuerpos pierden su alma, se hacen cosas, objetos sin rostro, intercambiables entre sí y destinados al consumo”.

“María Inmaculada– afirmó ya casi al final de sus palabras– nos ayuda a redescubrir y a defender la profundidad de las personas, porque en ella se da la perfecta transparencia del alma en el cuerpo”. También quiso el Papa rendir un homenaje “a todos aquéllos que en silencio, no con palabras sino con hechos, se esfuerzan por practicar la ley evangélica del amor que hace que el mundo avance. Son muchos aquí en Roma y pocas veces son noticia. Hombres y mujeres de todas las edades que han sabido que no sirve de nada condenar, lamentarse, recriminar, y que lo que vale es responder al mal con el bien. Esto es lo que hace que las cosas cambien, o mejor, que las personas cambien y, en consecuencia, mejore la sociedad”.

Diplomacia con Rusia

El-Papa-con-MedvedevDías antes de esta celebración, en el Vaticano se producía un importante hecho. Por mucho que hayan mejorado las relaciones entre Roma y Moscú, la visita de un presidente de la Federación Rusa al Papa siempre constituye una noticia y suscita la curiosidad de los observadores. Así pudimos constatarlo, una vez más, con ocasión de la audiencia que Benedicto XVI concedió, el 3 de diciembre, a Dmitry Anatolyevich Medvedev, quien el 2 de marzo de 2008 fue elegido presidente de su inmenso país, la otrora temida Unión Soviética.

Para salirse de lo ordinario, el joven jefe de Estado (nació el 14 de septiembre de 1965 en San Petersburgo, aunque la nota oficial rusa sigue hablando de Leningrado) fue recibido en el Vaticano por la tarde (y no por la mañana, como es habitual), como había sucedido ya con Barack Obama el pasado julio. Antes de ver al Papa, el político se pasó por el despacho del Secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, para mantener con él y con monseñor Dominique Mamberti una larga conversación que –como anunciaría después el comunicado conjunto– ha llevado a la conclusión de “concordar el establecimiento de plenas relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la Federación Rusa”.

Este punto merece ser aclarado. Durante los largos años de la Guerra Fría, la Iglesia católica y el poder soviético mantuvieron un distanciamiento radical que sólo comenzó a evolucionar gracias a algunos gestos de Juan XXIII, como recibir en audiencia a la hija de Nikita Kruschov con su marido. Pero a nadie se le pasó ni remotamente por la cabeza la hipótesis de establecer ningún tipo de relación permanente. Con la llegada de Gorbachov y el derrumbe del imperio se produjo el acercamiento, como quedó demostrado en las sucesivas visitas del líder ruso a Juan Pablo II y la multiplicación de contactos mutuos a los más altos niveles. Cuando el resto de los países del ex bloque soviético se emanciparon por completo de la férula rusa, una de sus primeras iniciativas fue establecer relaciones diplomáticas con la Santa Sede, que, por otra parte, nunca ha rechazado una petición en este sentido. Los rusos, sin embargo, no quisieron ir hasta el fondo y se auto-limitaron, nombrando un representante suyo ante la Santa Sede, a lo que el Vaticano respondió con idéntica medida. Poco importaba que los representantes fuesen, a título personal, embajador y nuncio apostólico (es el caso de Nikolay Sadchicov y de Antonio Mennini, respectivamente); lo sustantivo es que no podía hablarse de relaciones diplomáticas plenas como las que mantienen actualmente con la Sede Apostólica 180 naciones del mundo entero.

Esta singularidad se ha acabado: la Federación Rusa y la Santa Sede tendrán su Nunciatura y su Embajada. Alguien ha sugerido que el desencadenante de esta decisión “histórica” ha sido la sensible mejoría de relaciones entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa rusa, que habría retirado su “veto” para este significativo gesto. Es una explicación plausible, aunque a mí no me convenza demasiado. Creo, más bien, que el Kremlin ha comprendido que no había ninguna razón objetiva para “congelar” un deshielo producido hacía tiempo y que ha dado, por ahora, buenos resultados. Lo cual no impide constatar que, sobre todo desde la llegada de Kirill al Patriarcado de Moscú, el diálogo con Roma ha mejorado mucho y además la hipótesis de un encuentro entre el Papa y el Patriarca ya no es una quimera de imposible realización.

Métodos

Aunque sea brevemente, no puedo no recoger al menos alguna frase de la homilía que Benedicto XVI pronunció en la misa que celebró, el 1 de diciembre en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico, con los miembros de la Comisión Teológica Internacional, que está cumpliendo 40 años. “En las aguas de la Sagrada Escritura –les dijo el Papa a sus “colegas”–, a veces se pesca con una red que sólo permite capturar peces de una cierta medida y todo lo que supera esa medida no entra en la red y por lo tanto no puede existir. Así, el gran misterio de Jesús, del Hijo hecho hombre, se reduce a un Jesús histórico, una figura trágica, un fantasma sin carne ni huesos, un hombre que se ha quedado en el sepulcro, se ha corrompido y ha muerto realmente. El método sabe ‘captar’ ciertos peces, pero excluye el gran misterio, porque el hombre se convierte a sí mismo en medida: ésta es su soberbia, que al mismo tiempo es una gran estupidez, porque absolutiza algunos métodos no aptos para las grandes realidades”.

 

UN CONCIERTO SIGNIFICATIVO PARA EL PAPA ALEMÁN

Concierto-para-el-PapaConcierto excepcional el del viernes 4 de diciembre en la Capilla Sixtina para celebrar los 60 años del nacimiento de la República Federal de Alemania y los 20 de la caída del Muro de Berlín. Tan excepcional, que motivó el viaje del presidente Horst Köhler a la Ciudad Eterna y la participación de los Domsingknaben (cantores) de la Catedral de Augsburgo y de la Orquesta de Cámara “Residenz” de Múnich en la interpretación del Oratorio de Navidad de Johann Sebastian Bach. El Papa estaba visiblemente complacido y su discurso rebosaba satisfacción por la performance musical y, de modo muy especial, por los dos acontecimientos celebrados. “El desarrollo de nuestra patria –dijo– ha sido posible gracias a unos hombres que han actuado con profunda convicción cristiana en su responsabilidad ante Dios, poniendo así en marcha procesos de reconciliación que han permitido unas relaciones mutuas y comunitarias de los países europeos. La historia de la Europa del siglo XX demuestra que la responsabilidad ante Dios es de una importancia decisiva para una recta actuación política”.

apelayo@vidanueva.es

En el nº 2.687 de Vida Nueva.

Compartir