Esperanza García Paredes: “Quien tiene esperanza vive de otra manera”

Hermana de la Caridad de Santa Ana

Esperanza-García-Paredes(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf) Esperanza García Paredes, Hermana de la Caridad de Santa Ana, la número nueve de una familia numerosa de diez hermanos. Una mujer agraciada y agradecida, joven, con vitalidad… Y desde hace casi una década, en una comunidad muy especial… su familia de sangre.

¿Cómo se vive la consagración atendiendo a la propia familia?

Esta experiencia la vivo como una segunda llamada del Señor. En la primera llamada, me invitó a seguirle dejándolo todo: padres, hermanos, amistades, una carrera que interrumpí y que luego retomaría.

En la segunda llamada, me invitó a dejar de nuevo todo: la comunidad y la misión de educadora, para ejercer el ministerio de hospitalidad samaritana atendiendo a mi madre, enferma de Alzheimer, y a mi hermana Lourdes, con síndrome de Down.

Esta segunda llamada, sin duda, es confusa al principio, porque es difícil entender que el Señor te llame de nuevo a su seguimiento, dejando la comunidad y la misión, para dedicarte, en cuerpo y alma, al cuidado de tu madre y de tu hermana. Y te das cuenta de que el Señor tiene también su humor y que lo que le entregas con generosidad te lo devuelve a raudales.

Lo que al principio supuso un gran sacrificio, al dejar a la familia, ahora lo es al tener que dejar la vida comunitaria y de misión. Esta situación me hace vivir más en profundidad y al límite mi consagración religiosa. En profundidad, porque experimento de un modo excepcional la cercanía del Señor que se me hace necesitado de atención y de amor en la persona de mi madre y de mi hermana. Ellas son para mí sacramento vivo de su presencia, de su cuerpo, y en ellas y desde ellas comulgo cada día el Cuerpo del Señor, recordando con emoción las palabras del Maestro: “Cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40). Y al límite, porque he sido llamada a vivir el seguimiento de Cristo y mi vocación de caridad en comunidad con mis hermanas, y ahora la vivo desde “fuera”, desde la “ausencia”, pero no menos comprometida. Me permite vivir en amor, comunicación y en comunión con mis hermanas.

¿Cuáles son las razones de su esperanza?

Muy propia la pregunta para este tiempo de Adviento y para este momento de mi vida como consagrada. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva. Yo me considero mujer de esperanza, y no sólo porque lleve su nombre.  Gozo la dicha del encuentro personal con Dios, fuente de mi esperanza.

¿Cómo ve en la actualidad a la Vida Consagrada?

La Vida Consagrada la veo como “caminar desde Cristo”:

  • Como la pobre viuda del Evangelio, generosa, que da todo lo que tiene a favor de los pobres, a pesar de la precariedad en la que vivimos.
  • Como el buen samaritano, atenta a las necesidades del necesitado de atención, dispuesta a iniciar nuevos itinerarios de acompañamiento.
  • Como Marta y María, viviendo su dimensión mística y profética, desde la acogida y escucha de la Palabra, desde el servicio esmerado y gratuito.

También la veo necesitada de crecer en la confianza, más en el Señor que en las propias  fuerzas.

¿Qué es lo que no ha podido hacer y tiene necesidad de lograr?

Cuando inicié esta nueva etapa, muchos me decían que había hipotecado mi vida. Visto con ojos humanos, tal vez, parezca que estoy dejando pasar muchas oportunidades, desde el punto de vista de mi realización como persona consagrada. Pero creo que es muy importante también vivirnos desde lo que somos y no desde lo que hacemos. Desearía lograr una vida hecha testimonio de presencia, de gratuidad, de respeto a la dignidad de la persona, por encima de su deterioro psíquico. Una vida que, sin hacer grandes cosas, fuera un leve reflejo de la Vida y el Amor que me habitan.

MIRADA CON LUPA

Hay mucha calidad en la Vida Consagrada. Casi siempre sin titulares y anuncios. El dinamismo que Dios pone en el corazón que se entrega es insospechado y da vida, la da a raudales… como gustamos en el Evangelio. Mientras Dios hable y un corazón responda, está garantizada la Vida… y ésa es la mejor síntesis de la misión de los consagrados: sembrar, regalar y acoger la vida allí donde esté.

Menos preocupación por que se note y se valore y más empeño por disfrutar lo recibido, porque ahí está la recompensa.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.686 de Vida Nueva.

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