José Luis Bartolomé: “La vida consagrada no está muerta ni en camino de defunción”

Redentorista

José-Luis-Bartolomé(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf) Recién superados los 60, tiene paz interior para leer los acontecimientos y para regalarla a los demás. En su congregación de misioneros ha estado en casi todo: maestro de novicios, formador de estudiantes teólogos, superior provincial… Recientemente, ha dejado de ser vocal en la Junta Directiva de CONFER… Como diría san Pablo, José Luis Bartolomé es de aquéllos que, conociéndolo todo, se han quedado con lo bueno. Hoy es párroco y superior de la comunidad redentorista de Salamanca.

Nostalgia, resignación o posibilidad. ¿Dónde se sitúa José Luis?

No puede ser otra que posibilidad. La vida consagrada nunca perderá el sentido profético, sobre todo, desde sus presencias en las periferias de nuestro mundo. Visitando nuestras misiones, a uno se le ensancha el corazón contemplando la presencia de tantos consagrados y consagradas como mensajeros de la Buena Noticia. Siempre recordaré que durante el conflicto de Costa de Marfil desaparecieron todos los responsables de otras religiones, sectas, ONG e, incluso, el mismo obispo diocesano; y los únicos que siguieron cercanos a sus comunidades cristianas fueron los consagrados. La vida consagrada no está muerta ni en camino de defunción.

La vida consagrada apostólica lo es desde la comunidad. ¿Cómo debe ser la comunidad religiosa del siglo XXI?

La vida comunitaria, en sí misma, ya es un valor. En este mundo individualista, de poca relación, de escaso calor humano y religioso en el hogar,  la comunidad es todo un signo para la sociedad de hoy. Recordando el famoso libro, diría que debe ser “hogar y taller”. Hogar, no nido, donde se potencien las relaciones personales, el respeto mutuo, el perdón y, sobre todo, donde se perciba la “pasión por Dios y por la humanidad”. Taller de acogida y diálogo abierto con el mundo y la cultura de hoy. Comunidades donde se respire alegría y optimismo de vivir el gozo de la consagración, como anticipación y memoria de lo Absoluto.

Esperanza

Lo más urgente para la vida consagrada hoy es…

No caer en el desánimo y en la nostalgia por las cifras y la edad. Es necesario seguir trabajando en la formación integral de la persona, tanto en la etapa inicial como en la forma­ción permanente. Necesitamos, como en tiempos anteriores, personas consagradas que, con el rigor de las ciencias de hoy, puedan entablar un diálogo serio y profundo en el campo de  la Teología, de la Sagrada Escritura y de la Moral.

Quizás, los Institutos de vida activa, nos hemos “clericalizado” un poco y estamos perdiendo el sentido profético que conlleva la vida consagrada. Estamos llamados a no olvidar la dimensión pascual de nuestra vocación, en definitiva, reconocer lo que muere y descubrir los signos de resu- rrección donde estén.

Por otro lado, es completamente imprescindible continuar, tanto a nivel teórico como práctico, en el avance de la “intercongregacionalidad” y la misión compartida.

La misión de los consagrados desde el ministerio parroquial…

Es la pregunta más difícil. Como religiosos, somos Iglesia y estamos insertos en Iglesias particulares, con sus procesos, dinámicas y estructuras pastorales propias. La vida consagrada es una riqueza indispensable para la vida diocesana. En las parroquias llevadas por religiosos se respira un clima de mutuo trabajo y estrecha colaboración, sintiendo que todos estamos en la misma barca.

Después del Vaticano II, muchas congregaciones hemos apostado por el ministerio parroquial. En la vida consagrada se nos recordaba que, desde nuestra fidelidad dinámica a la propia misión, debemos ir adaptándonos, cuando sea necesario, a las nuevas situaciones y a las diversas necesidades eclesiales (cf. n 37).

Es necesario que exista un sano equilibrio entre nuestra propia identidad y la vida diocesana, que enriquezca y favorezca a todos. Que no sea visto como una amenaza o disidencia, sino como pluralidad carismática que está presente desde el inicio en la Iglesia. Las parroquias animadas por consagrados están llamadas a vivir, expresar y manifestar con rostro samaritano gestos acogedores, sanadores y gratuitos que dignifiquen al ser humano, siendo nuestro ministerio parroquial lugar de inmanencia, donde se verifique que creer, esperar, amar y celebrar la fe es algo tan real y concreto como el rostro de las personas que acompañamos.

MIRADA CON LUPA

La vida consagrada se crece cuando se regala y gasta. Las comunidades están llenas de personas conscientes de lo mucho que han recibido; por eso se dan sin medida. Es tiempo de dejar que el testimonio cunda, que brille el ejemplo. Sin duda, hay nombres de consagrados santos, pero hoy urge el testimonio de comunidades santas. Ahí tenemos trabajo.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.685 de Vida Nueva.

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