Eduardo Arroyo: “La Biblia tiene una actualidad escalofriante”

Barcelona expone un centenar de sus ilustraciones de la ‘Biblia del oso’ más los óleos del ‘Cordero místico’

Eduardo-Arroyo(Juan Carlos Rodríguez) Casiodoro de Reina publicó en 1569 la conocida, desde entonces, como Biblia del Oso –apelativo recibido por el emblema del impresor–, la primera traducción desde el hebreo y el griego directa al castellano del Pentateuco: Génesis, Éxodo, Números, Levítico y Deuteronomio. Es decir, la creación del mundo, la expulsión del hombre del Paraíso y el peregrinar del pueblo de Israel hasta alcanzar la Tierra Prometida. Cuatro siglos y medio después, el pintor Eduardo Arroyo (Madrid, 1937) la ilustró en los dos volúmenes publicados por Círculo de Lectores-Galaxia Gutemberg, con 91 y 97 imágenes respectivamente, con múltiples estilos y técnicas: acuarela, fotografía, collage, guasch, carboncillo. Inconfundible, en cualquier caso, el sello figurativo de Arroyo.

Eduardo-Arroyo-2Ahora, una exposición en el Centro Cultural Fundación Círculo de Lectores en Barcelona exhibe un centenar de esas ilustraciones y cuatro óleos sobre tela, bautizados como Cordero místico, en homenaje al retablo bíblico de Jean Van Eyck –“al verlo en Gante comprendí que uno no puede permanecer pasivo y de ahí surgió la idea de hacer algo, sin saber muy bien adónde iba”–, aunque de concepción y personajes muy contemporáneos. “No hay crítica ni beligerancia en mis ilustraciones. Tampoco he querido introducir elementos grotescos. Muestro la Biblia tal como íntimamente la siento”, afirma. Acerca de los materiales, responde: “La primera duda que me planteó el proyecto fue los materiales que debía utilizar para pintar los textos de la Biblia y que el resultado tuviera presencia y dijera algo. Por eso, en algunos casos utilicé la acuarela, en otros el carboncillo y en otros hasta la fotografía”. Por cierto, que su lectura y su imagen de la Biblia, pese a que se retrata a sí mismo como un “ateo beligerante”, no tienen nada que ver con otras cainitas: “No leo absolutamente nada de Saramago y no me interesa nada ni como escritor ni como persona, y por tanto lo que diga me da absolutamente igual”. Paralelamente, Arroyo ha acabado de publicar sus memorias en Minuta de un testamento (Taurus).

Imágenes que hablan

¿Cómo ha visto su versión de la ‘Biblia del Oso’ cinco años después y reunida en una exposición?

Ha sido una sensación muy agradable, porque sí que imaginaba que, entre todas las ilustraciones, había algunas que se podían exponer por sí solas. Pero nunca pensaba que se iban a reunir en una exposición. Estoy contento porque ahora es la obra la que, sin el texto que ilustra, habla por sí sola. Y vistas así yo creo que las obras funcionan bastante bien. Y expresan bastante bien la Biblia misma.

¿Y también su propia trayectoria, no?

Para mí el mundo del libro es un mundo muy cercano y he frecuentado también muchas imprentas. Es un mundo que me pertenece tanto como el de la pintura. Por tanto, ilustrar un libro siempre ha sido una tarea que me ha ilusionado. No es la primera vez, evidentemente. He ilustrado a Goytisolo o el Juan Tenorio. Aunque con la Biblia ha sido distinto. Ilustrar es una cosa aparte, no tiene nada que ver con pintar un cuadro o hacer un grabado. Tiene sus propias reglas. Cuando me hicieron el encargo de la Biblia del Oso quizás me produjo una sensación de un poco de angustia, por la dimensión y la ambición del proyecto, que sólo una editorial como Círculo de Lectores-Galaxia Gutenberg podía encarar.

¿Cómo se sintió a solas ante esa tarea?

Eduardo-Arroyo-3Primero, suponía enfrentarme a un texto fundamental, que, en cierto modo, también es la novela de las novelas. Es evidente que, más allá de su sacralidad, estamos hablando de un texto que encierra todo un universo de historias, de relatos, de metáforas, que lo hacen un grandísimo libro literariamente hablando. A la angustia y el reparo inicial, siguieron una gran tranquilidad y sorpresa, porque la Biblia es un libro de imágenes, ya que mientras lo lees están continuamente apareciendo en tu cabeza. Y para un pintor, un ilustrador, es fundamental.

¿Desde el 2004, cree que contribuye también a leer la Biblia de un modo distinto?

Toda ilustración provoca una lectura suplementaria, siempre aporta, nunca resta. En este caso yo no pretendo que se lea la Biblia de una manera distinta por mi intervención. Creo que es un aporte, abre un camino. Para mí y para el lector, creo francamente que es una aportación muy positiva.

¿Y cómo encaró el proceso creativo de casi un año?

El trabajo fue especialmente importante para mí en la medida en que la mayor parte de la gente, y en ese gran grupo me incluyo, no conoce la Biblia. Estamos familiarizados con el Génesis, la expulsión del Paraíso, Moisés y pocas cosas más, que nos han llegado por la tradición oral, y que luego hemos manejado un poco más leyéndolas. Pero a partir de ese momento, se va precipitando hasta llegar al Deuteronomio, donde se habla de cosas completamente desconocidas. De ahí que lo que más me interesó, quizá por ser a lo que tenía más miedo, fue el libro de los Números, aparentemente muy difícil de ilustrar, y que cuando logré meterme en él, me dio mucho más juego del que yo esperaba.

Descubrimiento

¿Aunque en algún momento sea, como ha dicho, “tremendamente cruel o duro”?

Eduardo-Arroyo-4La Biblia es un libro en donde está todo. Es la vida y es la muerte. Y está muy bien contado, es misterioso, es mágico, es metafórico. Es extraordinario. Incluso podíamos decir que tiene mucho de novela negra, ahora que está tan de moda. Es de una actualidad escalofriante, por tanto. Tiene una gran modernidad. No es porque lo haya ilustrado, sino que es evidente. Supongo que para los creyentes su lectura, inicialmente, aporta lecturas espirituales de gran calado. Pero, por otro lado, también a la hora de hablar de la Biblia estamos hablando de una gran novela, de una obra literaria de una evidente modernidad e importancia fundamental. He de confesar que yo no me había acercado a la Biblia hasta que, profesionalmente, me he sentido obligado. Y esto ha producido en mí un descubrimiento verdaderamente extraordinario, que quizás debería haber vivido mucho antes.

¿Sigue considerándose usted un ”ateo beligerante”?

Es verdad que mi ateísmo ha hecho, por ejemplo, que no me haya acercado a la Biblia antes. Ha sido un gran error por mi parte. Lo confieso. En cualquier caso, en mis ilustraciones hay un gran respeto, he intentado ceñirme al texto, al contenido, al encargo. Y estoy contento del resultado. Ha sido para mí un trabajo muy importante. Cuando nos hablan de la Biblia, la primera reacción es, quizás, rehuirla porque, a priori, nos parece un libro complicado. Produce, digamos, un cierto reparo, el mismo que puede suscitar leer El Quijote o el Ulises de Joyce a mucha gente. Sin embargo, cuando uno se introduce en ellos, se transforma en una experiencia extraordinaria y muy gratificante. Es la grandeza de la literatura. Y de la Biblia.

¿Qué le ha aportado a usted su lectura?

Los que pintamos hacemos nuestro lo que vemos. Y cuando leemos un libro, al menos yo, en cierto modo también lo estamos poseyendo. Se traslada así, digamos, a nuestra intimidad. Leer la Biblia me ha dado, ante todo, conocimiento. Admito que tenía con ella una laguna seria y la he podido rellenar. Cuando nos acercamos a cosas que no conocemos, a un cuadro, a un libro, lo que estamos haciendo es aprehendiendo. Eso es, supongo, el conocimiento, el baúl o el bagaje con el que vivimos. Me impactó mucho, ante todo, su literatura magnífica, llena de poesía y de gran modernidad, sobre todo en la manera de abordar los temas que toca que, como ya he dicho, son de una gran actualidad. Me ha impresionado mucho. Y creo que se nota en las ilustraciones.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.683 de Vida Nueva.

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