Un oasis para inmigrantes estancados

El P. Jerome atiende a miles de africanos que recalan en Mauritania

Inmigrante-Mauritania(José Carlos Rodríguez Soto) El padre Jerome Dykika no olvidará fácilmente la Cuaresma del año pasado en su parroquia de Nuadibú, en Mauritania. Caminaba al frente de varias docenas de sus feligreses –todos ellos africanos de distintas procedencias– por las afueras de la ciudad, y a los pocos kilómetros de pisar el desierto se vieron rodeados de coches todoterreno de la policía que llegaron a gran velocidad mientras les apuntaban con sus armas. Sobre sus cabezas sobrevolaba, amenazador, un helicóptero. Los sorprendidos peregrinos habían sido tomados por una expedición de inmigrantes que trataban de embarcarse en algunos de los frágiles cayucos que zarpan de las costas mauritanas, para hacer los 700 kilómetros de travesía que les separan de las Islas Canarias. Cuando los vociferantes agentes –que no parecían muy versados en simbolismos bíblicos sobre el desierto– les preguntaron que quién les había dado el permiso para ir por aquellos andurriales, el padre Jerome les devolvió la pregunta sin miedo: “¿Desde cuándo es ilegal caminar en África?”.

Mauritania“¿Qué hago en Mauritania? –me devuelve también a mí la cuestión cuando indago sobre su trabajo–. Predico el Evangelio de Jesucristo, pero no puedo decir a la gente ‘El Señor esté con vosotros’ o ‘Podéis ir en paz’ sin preocuparme de sus necesidades”. Ordenado hace diez años, este joven sacerdote nigeriano –de la orden de los Misioneros Espiritanos– vino a España recientemente para recoger el Premio ‘Juan María Bandrés’ a los derechos humanos. Un galardón más que merecido para un hombre como él, que lleva siete años entregado en cuerpo y alma a la atención pastoral y social de los miles de africanos subsaharianos que viven en Nuadibú, la capital económica de Mauritania. “Son unos 20.000, lo que representa un porcentaje muy elevado para una ciudad de 90.000 habitantes”. Cuando le pregunto por sus procedencias, responde como una computadora: “República Democrática del Congo, República Centroafricana, Camerún, Congo-Brazzaville, Nigeria, Ghana, Togo, Benin, Burkina Faso, Costa de Marfil, Liberia, Sierra Leona, Malí, Guinea Conakry…”, y sigue…

Destino inhóspito

Mauritania-2Uno pensaría que todas estas personas tendrían pocos motivos para ver Mauritania como un destino atractivo. El país, una república islámica, tiene una extensión equivalente a dos veces España, y está habitado por tres millones de habitantes repartidos desigualmente en un territorio que es, en su mayoría, un inhóspito desierto. Las razones por las que estas gentes han abandonado sus países son diversas: “Algunos han llegado huyendo de guerras, otros vienen a hacer negocios, hay bastantes que son víctimas de las mafias que se dedican al tráfico de personas, y muchos quieren dar el salto a Europa, pero como cada vez es más difícil, la mayor parte de ellos termina quedándose en Nuadibú”. Según el sacerdote, “todos ellos viven en una gran precariedad y sufren el acoso constante de la policía mauritana”, algo que él mismo ha padecido en sus propias carnes: “A mí me han encarcelado dos veces, y en las dos ocasiones me han pegado palizas”.

Las denuncias del padre Jerome vienen a corroborar lo que algunas organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos, como Amnistía Internacional, han señalado varias veces: que en bastantes casos la policía mauritana detiene a inmigrantes africanos por motivos nimios. “El mero hecho de estar en posesión de dos camisas o dos chaquetas –describe– ya es motivo suficiente para te detengan, alegando que sospechan que te quieres embarcar en un cayuco”. Entre los arrestados, los más afortunados son los que van a parar a un centro de internamiento conocido popularmente como ‘el Guantanamito’, una antigua escuela renovada hace apenas unos años con dinero de la Cooperación Española donde estas personas languidecen durante meses en condiciones penosas. Pero no es raro que la policía les abandone en una zona del desierto limítrofe entre Marruecos y Mauritania que tiene minas sembradas en sus arenas. “No hay derecho a que Europa obligue a los países africanos que están en su frontera Sur a hacer el trabajo sucio de reprimir a los inmigrantes, al mismo tiempo que se habla tanto de libertad de movimientos y de aldea global”. En ocasiones, el padre Jerome ha negociado con las autoridades para poder ir a recogerlos y traerlos al centro social que funciona en su parroquia.

Desprecio y explotación

Mauritania-3“Nuadibú ya no es un sitio de paso, sino de estancamiento –explica el religioso–. Por eso muchos inmigrantes africanos que llegaron un día soñando con una vida mejor quieren volver a sus países de origen, especialmente los que están enfermos y no tienen medios de vida. Además, se cansan de vivir en un país donde desde siempre ha habido problemas raciales entre árabes y negros y donde los subsaharianos, ya sean inmigrantes o no, se suelen sentir discriminados. Sin embargo, aunque Mauritania desprecia a los negros, se da cuenta de que necesita su trabajo para que funcione su economía”.

En Mauritania la Iglesia siempre ha estada formada en una parte muy grande por extranjeros, pero si hace algunos años éstos eran en su mayoría franceses, hoy el panorama ha cambiado por completo. La parroquia de Nuestra Señora de Mauritania, donde trabaja el padre Jerome junto con algunas religiosas indias, se ha convertido en los últimos años en un punto de referencia muy importante para los inmigrantes africanos, que son el nuevo rostro de la Iglesia en este país del Magreb. Muchos de ellos acuden allí no sólo para participar en misas y grupos de oración, sino también para desarrollar otro tipo de actividades de formación y ocio, como estudiar en la biblioteca, jugar al fútbol, participar en debates… y recibir muchos servicios básicos a los que, de otro modo, no podrían tener acceso, como asistencia médica gratuita u orientación legal: “Les damos información sobre la realidad del país, políticas de inmigración de la Unión Europea y sobre los riesgos y peligros que se pueden encontrar si se embarcan”, dice el religioso.

Mauritania-4“Además –continúa–, como la mayoría han recibido poca educación formal, aprovechan para hacer cursos de alfabetización, de idiomas y de otras disciplinas que les pueden ayudar a encontrar un trabajo, como informática, corte y confección y cocina. Si venís a visitarnos os harán una buena tortilla española”, asegura. La parroquia también intenta ayudar con microcréditos a los inmigrantes que quieren empezar algún pequeño negocio. Varias ONG españolas, como la Fundación CEAR o Cáritas, financian estos proyectos. Según el padre Jerome, “se da prioridad a las mujeres que han perdido a sus maridos en el mar y a las chicas que quieren salir de la prostitución, en la que les han metido las redes que trafican con personas”. Algunas de estas mujeres han formado una cooperativa que se dedica a vender telas que ellas mismas tiñen de colores.

El padre Jerome está convencido de que la presencia de estos miles de subsaharianos en Nuadibú pone de manifiesto un tema importante del que, sin embargo, se habla muy poco: “Los periodistas dan la impresión de que todos los africanos quieren venir a Europa, pero la realidad es que en África la inmigración no se da principalmente hacia el Norte, sino de unos países africanos a otros”.

jcrsoto@vidanueva.es

En el nº 2.682 de Vida Nueva.

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