Roma aclara algunos puntos de la acogida a los anglicanos

A la espera de la Constitución Apostólica, la Santa Sede sale al paso de especulaciones sobre el celibato

Rowan Williams, arzobispo de Canterbury

Rowan Williams, arzobispo de Canterbury

(Antonio Pelayo– Roma) Tampoco esta vez –y ya van…– se han hecho las cosas bien, o como estábamos acostumbrados a que se hicieran en los tiempos pasados. Una vez más, una importante y audaz decisión del Papa ha sido mal tratada y no bien explicada, no sólo a la opinión pública, sino a la misma Iglesia, comenzando por la Curia romana. Me refiero, naturalmente, a las medidas adoptadas para facilitar la plena integración en la Iglesia católica de un elevado número de fieles, sacerdotes y obispos anglicanos.

No se entiende muy bien por qué, cuando el 20 de octubre el cardenal William Levada anuncia que Benedicto XVI publicará una constitución apostólica sobre este tema, no se hace público el texto de la misma, y se aduce como motivo de esta falta de sincronía unas imprecisas “razones técnicas”. No parece, en efecto, que hubiera necesidad de anticipar el anuncio del resultado mantenido secreto hasta ese momento con gran eficacia, y se hubieran evitado las especulaciones al respecto.

Éstas, como era lógico prever, no tardaron en llegar por diversos canales. Responsable de algunas de ellas fue el vaticanista Andrea Tornielli, quien aseguró que la razón del retraso era el desacuerdo sobre las modalidades que podría adoptar en el futuro el celibato del clero anglicano reintegrado en el seno de la Iglesia católica. El director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, el P. Federico Lombardi, hizo pública, el 31 de octubre, una nota en la que se clarificaban las cosas: según el cardenal Levada, “el retraso es puramente técnico, con el objetivo de apurar al máximo la terminología canónica y las referencias; el tema de la traducción es secundario, puesto que la decisión de no demorar la publicación para esperar el texto ‘oficial’ latino publicado en el Acta Apostolicae Sedis se tomó hace tiempo”.

El prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe anunciaba que el “trabajo técnico sobre la Constitución y sus Normas estará acabado a finales de la primera semana de noviembre”, y cabe suponer, por lo tanto, que el texto se hará público días después. Para prevenir equívocos, se hacían públicos dos párrafos del artículo VI de la Constitución. El primero recuerda las normas ya vigentes en la Iglesia sobre la aceptación de los diáconos, presbíteros y obispos anglicanos; sin cambiar para nada la vigente disciplina sobre el celibato eclesiástico, el Papa puede derogarla “caso por caso” sobre la base de criterios objetivos ya fijados. En cuanto a la posibilidad de que haya seminaristas anglicanos ya casados que deseen recibir las órdenes sacerdotales, serán los ordinarios personales y la conferencia episcopal quienes fijen los criterios, y éstos serán sometidos a la Santa Sede para su aprobación.

Puntualización a Küng

El cardenal Levada

El cardenal Levada

Más sustantiva que esta clarificación resulta, en mi opinión, la descalificación en toda regla que ha hecho de la decisión papal Hans Küng, en un artículo publicado en una serie de importantes periódicos europeos con titulaciones diversas (El País optó por “El pescador de hombres pesca en la derecha”, mientras que Le Monde titulaba: “La política del Papa respecto a los anglicanos es un auténtico drama”).

El profesor Küng no ha estado esta vez, opino, a la altura de lo que puede esperarse de un teólogo de su talla, y ha optado por una soflama que comienza con este párrafo, más digno de un panfleto que de un escrito serio: “Es una tragedia: después de que el papa Benedicto XVI haya ofendido a los musulmanes, protestantes y católicos reformados, ahora le toca el turno a la Comunión Anglicana”. Un poco más adelante, escribe el profesor esta evidente inexactitud: “Una vez conseguida la reincorporación a la Iglesia católica de la Fraternidad San Pío X, hostil a la reforma, Benedicto [sic] quiere ahora rellenar las despobladas filas católicas con los simpatizantes anglicanos de la Iglesia romana (…). El mensaje es: ¡Tradicionalistas de todas las iglesias, uníos… bajo la cúpula de San Pedro! ¡Mirad! El pescador de hombres pesca en la extrema derecha”. En el artículo siguen otros varios despropósitos.

Le respondía, en un tono sereno pero firme, el director de L’Osservatore Romano, con una columna en primera página titulada “Lejos de la realidad”: “Un gesto que –escribe Gian Maria Vian– está destinado a reconstituir la unidad querida por Cristo y que reconoce el largo y fatigoso camino ecuménico realizado en ese sentido, es distorsionado y presentado de modo enfático como si se tratase de una astucia de poder que hay que interpretar en clave política, de extrema derecha, naturalmente”. Sin querer polemizar con él, el director del periódico vaticano recuerda a Küng que la decisión del Papa fue positivamente comentada por un comunicado conjunto del arzobispo católico de Westminster, monseñor Vincent Nichols, y del Primado de la Comunión Anglicana, Su Gracia Rowan Williams, arzobispo de Canterbury –quien, por cierto, será recibido por Benedicto XVI el próximo 21 de noviembre–. Ya que no se le puede considerar más papista que el Papa, Küng debería evitar parecer más anglicano que los anglicanos…

Seguimos pensando, sin embargo, que la Santa Sede debe revisar muy en serio cómo gestiona su imagen en los medios de comunicación para evitar estos cortocircuitos.

Seguramente han reflexionado sobre ello los participantes en la Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, celebrada en Roma entre el 26 y el 30 de octubre bajo la presidencia de Claudio Maria Celli; entre ellos figuraban los españoles José Sánchez, obispo de Sigüenza-Guadalajara, y José Mª Gil Tamayo, respectivamente ex presidente y actual secretario de la Comisión de Medios de la Conferencia Episcopal Española. Como es sabido, el organismo vaticano prepara un nuevo documento que pondrá al día las reflexiones de la Communio et Progressio de Pablo VI y de la Aetatis Novae de Juan Pablo II, ante la galopante evolución de las tecnologías de la comunicación.

“El carácter multimedia y la interactividad estructural de cada uno de los nuevos medios –les dijo el Santo Padre al recibirles en  audiencia el 29 de octubre– en cierto modo ha disminuido la especificidad de cada uno de ellos, generando de forma gradual una especie de sistema global de comunicación, gracias al cual, manteniendo cada medio su carácter propio y peculiar, la evolución actual del mundo de la comunicación obliga cada vez más a hablar de una única forma comunicativa que sintetiza las diversas voces o las pone en recíproca conexión”. El Papa les invitó, finalmente, a “recoger los desafíos que plantean a la evangelización estas nuevas tecnologías”.

Reciprocidad con Irán

Benedicto XVI recibió al nuevo embajador de Irán

Benedicto XVI recibió al nuevo embajador de Irán

Esa misma mañana le fueron presentadas al Pontífice las cartas credenciales del nuevo embajador de la República Islámica de Irán. Ali Akbar Naseri es un especialista en Islamología y asesor del presidente de la Asamblea Legislativa islámica. “Hoy –afirmaba Benedicto XVI en su discurso– todos debemos esperar y sostener una nueva fase de la cooperación internacional más sólidamente fundada sobre los principios humanitarios y sobre la ayuda efectiva a los que sufren, menos dependiente de los fríos cálculos de intercambios y de beneficios técnicos o económicos”. Palabras que, sin duda, complacieron a las autoridades de Teherán, a las que, al mismo tiempo, Benedicto XVI  les recordaba que “entre los derechos universales, la libertad religiosa y la libertad de conciencia ocupan un lugar fundamental porque son la fuente de las otras libertades”. Y un poco más adelante, el Papa afirmaba: “la Santa Sede confía en que las autoridades iraníes sabrán reforzar y garantizar a los cristianos la libertad de profesar su fe y asegurar a la comunidad católica las condiciones esenciales para su existencia, en concreto, la posibilidad de tener un personal religioso suficiente y facilidades para desplazarse en el país para asegurar el servicio religioso de los fieles”.

Al cierre de esta crónica se conocía la sentencia del Tribunal de Estrasburgo según la cual la presencia de crucifijos en las aulas es “una violación de los derechos de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones” y de “la libertad de religión de los alumnos”. El Vaticano ha acogido esta resolución con “estupor y pesar”. Para el P. Lombardi, “es una pena que [el crucifijo] sea considerado como un signo de división, exclusión o limitación de la libertad”, y es “grave marginar del mundo educativo un signo fundamental”. Volveremos sobre este asunto.

 

¿LA SOLUCIÓN ANGLICANA PARA LOS LEFEBVRISTAS?

El primer coloquio con los representantes de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X tuvo lugar el pasado lunes 26 de octubre. Digamos, para completar la información de la semana pasada que estos encuentros no se celebrarán cada quince días, como informó por error la nota vaticana; la Oficina de Prensa de la Santa Sede aclaró después que el ritmo de las reuniones será “bimestral” y que la próxima está prevista para enero.

En cualquier caso, sobre el resultado del primer encuentro, en el Vaticano muestran una cautela muy superior a la habitual, que es ya lo bastante alta. “Estamos –nos ha dicho una fuente que podemos considerar bien informada– sólo en una fase inicial que deseamos sea fructífera.

No podemos hablar de mala disposición de nuestros interlocutores, sino tal vez de una menos patente voluntad de profundizar el debate teológico, para el que tampoco tienen especial preparación. La ‘fórmula anglicana’ podría ser una buena salida para los lefebvristas, pero por experiencia sabemos que hasta el final de las negociaciones nada puede considerarse seguro”.

apelayo@vidanueva.es

En el nº 2.682 de Vida Nueva.

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