Gerardo Pastor: “La cultura dominante ha desautorizado a la familia”

Autor de ‘Psicología de la Comunicación y difusión de Valores’

Gerardo-Pastor(Texto: Teresa Sánchez– Fotos: UPSA) El pasado 30 de septiembre, el catedrático de la Facultad de Psicología de la Universidad Pontificia de Salamanca, Gerardo Pastor Ramos, presentó su último libro, Psicología de la Comunicación y difusión de Valores. La fecha coincidía con el fin de su etapa académica en esa institución (de la que fue rector, además de decano en la Facultad de Ciencias de la Comunicación) con motivo de su jubilación. Pero ahí deja este escrito, cuyo objetivo prioritario es la comunicación de valores a través de la familia, la escuela, la Iglesia y los medios de comunicación, para erradicar la generación sin valores que actualmente se acomoda en la sociedad española.

El de los valores es un tema muy de actualidad, revisado y cuestionado en tiempos de relativismo moral, ético, estético y cívico. ¿Cree que su libro aporta sensatez y equilibrio?

El libro está fundamentado sobre documentos contrastados y datos estadísticos solventes de encuesta psicosocial, nacionales e internacionales; de modo que, aunque afloren en él opiniones personales, es, ante todo, una descripción muy pormenorizada del mapa de valores, contravalores, ideales, actitudes, creencias y utopías que mueven hoy la conducta de los ciudadanos, e ilustra con detalle el formidable cambio ideológico que se ha producido en la sociedad y, sobre todo, en el estrato juvenil.

¿Puede la Psicología Social aportar criterios fiables que contribuyan a encauzar la dirección de la educación en valores?

Los valores son nódulos cognitivo-afectivo-comportamentales que residen en el psiquismo pero, desde el exterior, o sea, desde los grupos sociales de pertenencia, son activados, alimentados, por informaciones provenientes de la familia, amigos, escuela o Iglesia; valores sociales o ajenos que acaban, a la postre, siendo asimilados por el sujeto como propios. La Psicología Social es la ciencia que se ocupa tanto de dichos procesos intra-psíquicos como de esos otros procesos interactivos, educativos o de aprendizaje social.

¿Qué diferencia establece usted entre difundir, enseñar, transmitir y educar en valores? ¿Cuál de estas tareas es la más comprometida para los agentes sociales?

Las más importantes agencias de transmisión de valores y educación (por este orden: familia, escuela e Iglesia) han perdido muchísima de su tradicional capacidad formativa; la cultura dominante las ha desautorizado. Hoy, los medios de comunicación, la telefonía móvil, las redes sociales y los grupos de pares (tribus urbanas) son quienes han ganado mucho de ese terreno en la difusión; pero, desgraciadamente, en un sentido negativo, pues, como demuestra el libro, suelen inculcar contravalores y también procuran desinformación sobre los que sí son       auténticos.

¿Todas las instituciones con peso social son creadoras de valores? ¿Puede haber instituciones asépticas, realmente desideologizadas?

Si un extraño se asomara al escenario de la política española actual, observaría desapasionadamente que no pocas leyes aprobadas parlamentariamente están dictadas no sólo por criterios científicos (por expertos o profesionales en la materia), sino por redactores de marcada identidad ideológica. Si ese mismo extraño se asomara a los medios de comunicación, observaría su sometimiento a ideologías políticas o empresariales, su subordinación a los dictámenes de una publicidad de la que depende en gran parte su financiación. Es decir, me temo que no hay instituciones asépticas.

¿Cree que las organizaciones políticas y financieras rivalizan con la Iglesia en cuanto a los valores?

Uno de los problemas actuales de la Iglesia es que no puede rivalizar con las grandes cadenas mediáticas, pues no goza de capacidad económica suficiente para ser propietaria de medios televisuales, sobre todo; de ahí su inferioridad a la hora de convencer a las audiencias sobre unos valores evangélicos que tanto distan de los valores comerciales, consumistas, hedonistas e individualistas que priman en la programación, tanto de los medios públicos como de privados.
Revulsivo

¿Puede su libro servir de revulsivo a las instituciones religiosas y ayudarles a orientar su autocrítica en el modo de comunicar los valores de la fe?

Gerardo-Pastor-2Creo sincera y humildemente que sí; por ese motivo principal, entre otros, me decidí a publicarlo.

¿En qué medida es la propia Iglesia responsable de la progresiva laicización de la sociedad?

Los cambios sociales, económicos, culturales y tecnológicos de la segunda mitad del siglo XX son tan formidables y macrosómicos que sería desproporcionado pedir responsabilidades a una institución eclesial con tan escaso poder de influjo. Precisamente, este libro insta a la Iglesia a tratar de evangelizar por los medios para así incrementar su capacidad de difundir valores.

Se acusa a la Iglesia de opacidad, dogmatismo, de poseer un discurso trasnochado. ¿Qué les diría?

Diría a los detractores que profundicen un poco más en el auténtico mensaje de la Iglesia, y a los eclesiásticos que aprendan un poco del lenguaje mediático para hacerse más convincentes ante la sociedad actual.

Evangelizar hoy, ¿es un reto, una misión imposible o una tarea fácil si se dominan seductora y persuasivamente los medios de comunicación?

La Iglesia siempre utilizó medios laicos para comunicar sus mensajes religiosos y morales (retórica clásica grecolatina, oratoria sagrada, artes plásticas, controversia, libros, hojas volanderas, música, leitmotivs); no hay inconveniente teológico alguno para que hoy evangelice mediante la (así llamada por psicólogos sociales) Comunicación Persuasiva, que es el lenguaje moderno de la televisión, los periódicos, Internet, la publicidad…

¿Qué sectores dentro de la Iglesia podrían beneficiarse con esta lectura?

Los responsables de programas pastorales diocesanos, los obispos y sacerdotes, los gabinetes de comunicación, los religiosos de vida activa, los seminaristas y sus formadores, y los laicos más comprometidos en la misión evangelizadora.

¿Cómo podríamos revitalizar el papel de la Iglesia y su conexión con otras instituciones para aunar esfuerzos en la reconstrucción moral y ética de esta sociedad desencantada?

Considero fundamental que la Iglesia, en sus programas de evangelización, priorice el trabajo, codo a codo, con la que es primera agencia de evangelización y catequesis doméstica: la familia. Esta célula primordial y natural del tejido social, en no pocos planes diocesanos, ha sido eclipsada por una pastoral juvenil que ha dado escasos resultados. En segundo lugar, considero que la Iglesia tendría que mantener mayor sintonía con las instituciones de enseñanza no propias, sobre todo los colegios de estudios medios y las universidades.

¿Se atrevería a señalar algunas consignas (cualidades, virtudes, trucos…) para ser un buen comunicador?

En el último capítulo del libro hablo de la madurez psico-social. Allí pormenorizo decálogos con rasgos de personalidad que caracterizan al buen comunicador. Esa madurez, esos rasgos, no son, sin embargo, milagros esporádicos o trucos fáciles: son fruto de un proceso educativo largo y comprometido. Aprender a hablar y actuar bien en los medios no se consigue con un cursillo de verano; exige una más profunda dedicación académica y un esfuerzo prolongado en el tiempo de capacitación técnica.

En el nº 2.680 de Vida Nueva.

Compartir